Niños que están preocupados en exceso por el orden de su habitación o que se lavan de forma compulsiva las manos puede responder a un trastorno obsesivo compulsivo, que afecta a casi un 1% de la población infantil. Este artículo describe las diferencias entre la obsesión y la compulsión, las posibles causas del trastorno obsesivo compulsivo y el mejor tratamiento para hacerle frente, aunque los especialistas insisten en que para un buen abordaje es fundamental la participación de los padres.
Niños que están excesivamente preocupados por el orden de su habitación o que se lavan de forma compulsiva las manos. Los pequeños también pueden sufrir obsesiones y compulsiones. El trastorno obsesivo compulsivo (TOC) afecta a cerca de un 1% de los menores. Hay dos elementos centrales en este trastorno: las obsesiones y las compulsiones.
Entre obsesión y compulsión
Las obsesiones son pensamientos, impulsos o imágenes que los niños tienen de forma repetitiva e indeseada, y que les hacen sufrir. Las más típicas tienen que ver con el miedo a contaminarse, pensamientos prohibidos (como palabrotas o deseos de agredir a un hermano), miedo a que le pase algo malo a un ser querido o que suceda una catástrofe y la necesidad de que sus cosas estén bien ordenadas.
Las compulsiones son un intento de controlar la angustia y el malestar que causan las obsesiones. Pueden ser conductas que se repiten con frecuencia, como lavarse las manos varias veces al día u ordenar la habitación hasta que esté todo perfecto; volver a ejecutar una acción, como cruzar varias veces la misma puerta o comprobar varias veces que una puerta está bien cerrada; repetirla hasta que salga a la perfección; o vestirse de una forma extraña y ritualizada. Pero también pueden ser pensamientos, como contar números mentalmente o decir una y otra vez frases o palabras para tapar una obsesión.
En la mayoría de los casos, el trastorno se origina en los niños entre los ocho y los nueve años de edadEn la mayoría de los casos, el trastorno se origina en los pequeños entre los ocho y los nueve años de edad. Es infrecuente que se den situaciones antes de los cinco años. También es importante saber que hay niños con obsesiones que realizan rituales o repiten acciones de forma algo extraña, pero que no sufren el trastorno. Es diferente tener la manía de lavarse varias veces las manos al día que padecer un trastorno obsesivo compulsivo.
Para diagnosticar el trastorno, es necesario que las obsesiones y las compulsiones causen un claro malestar en el menor y le dificulten su vida cotidiana (le hacen perder mucho tiempo, complican su rendimiento académico o interfieren en sus relaciones sociales). Muchos pequeños se dan cuenta de que sus pensamientos y actos son absurdos, pero se pueden sentir atrapados por ellos y sin capacidad de romper el círculo vicioso de obsesiones y compulsiones.
Posibles causas de trastorno obsesivo compulsivo
Las causas de este trastorno no están claras ni en niños ni en adultos. Hasta hace dos décadas, y debido a la influencia del psicoanálisis, estaba considerado como un problema que se debía a un conflicto solo psicológico. Ahora, los expertos estiman que hay una base biológica que predispone a sufrir el trastorno, si se padecen problemas en la infancia. Varios estudios genéticos muestran que los pequeños cuyos padres sufren el trastorno tienen un riesgo del 16% de padecer la patología. En cambio, en los hijos de personas sin el trastorno el riesgo está entre el 1,9% y el 3%.
Terapia psicológica y farmacológica para el TOC
Para un buen abordaje del trastorno obsesivo compulsivo en los niños, es fundamental la participación de los progenitores. Según un estudio publicado en el ‘Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry’, el tratamiento es más eficaz si cuenta con la colaboración de los padres. Estos han de ser muy cuidadosos para no culpabilizar al hijo por sus pensamientos y sus conductas. Muchos de estos pequeños se sienten extraños, lo que no ayuda a mitigar los síntomas, sino que genera más angustia. Además, hay niños que intentan que sus padres cooperen en sus rituales, lo que puede poner a prueba su paciencia. Pero no hay que gritarles ni hacerles comentarios despectivos, como que dejen de hacer cosas raras.
El tratamiento terapéutico suele ser una combinación de psicoterapia cognitivo-conductual y terapia farmacológica. La terapia cognitivo-conductual está enfocada a controlar los pensamientos y las compulsiones. Así, si la obsesión del niño es el orden, el psicólogo le ayuda a relajarse y evitar los pensamientos angustiantes en un espacio que no está perfectamente ordenado. Se trata de enfrentarse poco a poco, con técnicas cognitivas y de relajación, a las situaciones que le generan angustia.
Por otro lado, los fármacos antidepresivos ayudan a regular los niveles del neurotransmisor serotonina. Se ha comprobado que las personas, sean niños y adultos, que sufren este trastorno tienen niveles bajos de este neurotransmisor implicado en la modulación del estado de ánimo y mejoran sus obsesiones y compulsiones cuando toman antidepresivos.
Los niños que sufren este trastorno tienen más riesgo de padecer depresión. Pero los expertos no saben si la depresión es consecuencia de la pérdida de calidad de vida que suponen las obsesiones y las compulsiones, o si tener depresión favorece el desarrollo de este trastorno.
Además, también tienen más riesgo de sufrir tics, movimientos o sonidos rápidos, estereotipados e intermitentes.