Ancianos, personas con enfermedades crónicas respiratorias o cardiovasculares y embarazadas son grupos de población vulnerable ante la contaminación atmosférica. Sin embargo, no hay que descuidar a los más pequeños. La polución del aire afecta a las personas desde su nacimiento, incluso desde la etapa embrionaria. De hecho, la población infantil es la más sensible: su organismo aún está en desarrollo y su sistema inmune todavía es inmaduro para luchar contra las agresiones externas. Además, convivir entre sustancias tóxicas desde edades tempranas significa alargar el tiempo de exposición y aumentar la posibilidad de desarrollar problemas de salud a más largo plazo. En este artículo se describe el papel de la contaminación en la población infantil y sus efectos en las personas adultas.
La contaminación en la salud infantil
Numerosas evidencias científicas señalan a la contaminación como culpable de un peor estado de salud en la población infantil. Un estudio realizado dentro del Plan de Acción sobre Medio Ambiente y Salud Infantil en la Región de Europa en 2004 ya revelaba datos preocupantes: entre el 1,8% y el 6,4% de las muertes en la población de 0 a 4 años están provocadas por la contaminación atmosférica en el exterior y un 3,6% son debidas al aire respirado dentro del automóvil, del hogar, de la escuela o del lugar de trabajo, lo que se denomina contaminación interior.
Aunque estos efectos adversos son mayores en la zona oriental de Europa, los datos se detectan en todos los países europeos. A nivel mundial, se estima que cada año fallecen más de cinco millones de niños de entre 0 y 14 años por enfermedades relacionadas con el medio ambiente. Además, cabe tener en cuenta que la polución tiene más y mayores consecuencias en los estratos sociales más desfavorecidos.
Un número elevado de enfermedades de la etapa infantil están relacionadas con la contaminación
Desde hace unos años, son muchas las investigaciones que ponen de manifiesto que las alteraciones en el entorno repercuten de manera negativa en la salud de las personas y que un número elevado de enfermedades de la etapa infantil están vinculadas a la contaminación.
En el marco del Curso de Actualización Pediatría 2013, de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap) y bajo el título «Influencia de la contaminación ambiental en la salud respiratoria infantil», Mariana F. Fernández (Universidad de Granada) ya apuntaba que la contaminación atmosférica se asocia a muchos y muy diversos efectos perniciosos en la salud de los más pequeños: disminución de la función pulmonar, incremento de las enfermedades respiratorias, asma, alergias, problemas al nacer (aumento de la mortalidad infantil, prematuridad o bajo peso), alteraciones del desarrollo neurocognitivo y cáncer.
Pero los efectos de la contaminación no se quedan ahí. Convivir en un ambiente contaminado repercute en la salud del niño ahora y en un futuro, cuando este es adulto. Diversos estudios epidemiológicos han demostrado sus efectos crónicos en la salud de las personas y que puede disminuir la esperanza de vida. Así, haber convivido de pequeño en un medio contaminado predispone a sufrir enfermedades crónicas (diabetes, enfermedades cardiovasculares o respiratorias, cáncer) en etapas posteriores.
Contaminación: un factor de riesgo cardiovascular
A tenor de los datos que se han ido obteniendo a lo largo de estas dos últimas décadas, parece ser que a los factores de riesgo cardiovascular tradicionales, como la obesidad, el sedentarismo, el tabaquismo, la hipertensión, la diabetes o tener altos los niveles de lípidos en sangre, habrá que añadir la contaminación ambiental: desde la Sociedad Española de Cardiología (SEC) señalan que, en España, 16.000 muertes anuales se pueden atribuir a efectos de la polución, sobre todo, debido a los gases que proceden a la combustión de los carburantes (en especial, de los motores diésel).
Según los especialistas, los días de mayor concentración de partículas contaminantes en el aire se relacionan con mayor mortalidad cardiovascular. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que la mortalidad (por distintas causas) en urbes con altos niveles de contaminación supera entre un 15% y un 20% la que registrada en las más limpias.
Las personas que viven cerca de grandes vías de circulación, como autopistas o autovías, presentan un deterioro más rápido (el doble) de las paredes de las arterias que quienes habitan en zonas con menos contaminación. La contaminación también altera la capa interna de las arterias y las hace más propensas a contraerse. Esto tiene efectos en la frecuencia cardiaca, en la presión arterial y en la coagulabilidad de la sangre, que favorecen los eventos trombóticos y los infartos de miocardio.
Así, los especialistas de la SEC advierten de que si en una ciudad como Madrid disminuyera la contaminación a los niveles recomendados por la OMS, cada año bajarían en 1.800 los ingresos hospitalarios por patología cardiovascular y en 3.500 los fallecimientos.
Diversos estudios han demostrado que las personas que residen más cerca de áreas verdes, viven más años y tienen menor riesgo de enfermar. De hecho, los datos de distintas investigaciones señalan que la población que habita en las proximidades de un entorno verde tiene menor posibilidad de sufrir obesidad, dolencias cardiovasculares, complicaciones durante la gestación y alteraciones en el patrón del sueño, de salud mental y de comportamiento. También se ha visto que estos beneficios son mayores en barrios y en población femenina de los núcleos más desfavorecidos de las grandes urbes.
Hace poco en Barcelona, en un acto organizado por B·Debate y el Centro de Investigación en Epidemiología ambiental (CREAL), expertos internacionales debatieron sobre la importancia de establecer lazos de unión entre la investigación, la práctica de salud pública y la planificación de las ciudades, con el objetivo de crear y fomentar áreas verdes en hábitats urbanos. La creación de estos espacios saludables es uno de los objetivos principales de la estrategia de Salud Pública “Salud 2020”, aprobada por los ministerios europeos de Salud y coordinada por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En esta línea, María Neira, directora del Departamento de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS, en una reciente entrevista a EROSKI CONSUMER, apuntaba que para reducir el riesgo de enfermar por la deficiente calidad del aire de las ciudades, hay que favorecer estrategias dirigidas a suprimir la industria dentro de las ciudades, crear zonas verdes de fácil acceso y fomentar el trasporte público”.