“Vapear” o fumar, ¿en realidad es menos peligrosa la primera opción? Los cigarrillos electrónicos o “e-cigarrillos“, cuya comercialización es un negocio incipiente en España y que ha crecido en poco tiempo como la espuma, se han vendido con los siguientes atractivos: son una forma nada nociva de fumar, un paso puente para dejar el cigarrillo convencional, y por lo tanto la adicción al tabaco, y la posibilidad de utilizarlos en lugares donde estaba prohibido fumar los cigarrillos clásicos, incluidos los aviones y las oficinas. Sin embargo, diversos estudios empiezan a evidenciar todo lo contrario. En este artículo se describen los efectos de los “e-cigarrillos” y las nuevas medidas en España y en Europa para el uso.
Las ventajas de los «e-cigarrillos» han quedado en entredicho. Hace poco, en Galicia se ha diagnosticado el segundo caso de neumonía lipoidea, debido al consumo abusivo de estos cigarrillos y, en concreto, a uno de sus componentes, la glicerina vegetal. El primer caso documentado de esta grave consecuencia para la salud se publicó en la revista Chest. Sin embargo, la Asociación Nacional Española de Vapeadores (ANEV) ha puesto en duda la vinculación del caso de neumonía y el consumo de los «e-cigarrillos», y dice que puede deberse a un consumo abusivo, ya que el afectado llegó a vapear más de cinco cargas diarias, equivalentes a cinco cajetillas de tabaco clásico.
No obstante, cada vez se publican más artículos en revistas científicas sobre sus potenciales efectos perjudiciales que constatan que no sirven como puente para dejar de fumar, sino que crean nuevos adictos a fumar, en este caso, cigarrillos electrónicos.
Los efectos de los ‘e-cigarrillos’
Los «e-cigarrillos» son pequeños aparatos electrónicos, que simulan la forma de un cigarrillo, aunque también hay algunos que imitan la de una pipa o de un puro. Emiten un vapor -vaporizan o «vapean»- consistente en una mezcla de nicotina, propilenglicol y otros compuestos químicos. Se utilizan inhalando el vapor que producen en lugar del humo de los cigarrillos clásicos. Por esta razón, a sus usuarios se les denomina «vapeadores».
Se desconocen los efectos a largo plazo de los cigarrillos electrónicos y también las consecuencias por la inhalación pasiva del vapor que exhala el usuario
En su interior, este aparato consta de varias partes: una batería recargable, un atomizador y un depósito o cartucho que contiene el líquido que después se vaporiza. Este líquido lleva nicotina (entre 6 y 24 mg), por lo que también produciría adicción; propilenglicol, un alcohol que se emplea como aditivo en alimentos y algunos fármacos inhaladores y nebulizadores, que provoca irritación en la garganta y en las vías respiratorias y conduce a la tos y el ahogo; y aditivos alimentarios que dan diferentes sabores (chocolate, vainilla, menta o fresa). Estos sabores permiten disfrazar la nicotina, pero se vehiculizan a través de sustancias oleosas que se depositan en los pulmones, sin que estos tengan capacidad de absorberlas, y que podrían conducir a reacciones inflamatorias y enfermedades intersticiales. Además, es posible que lleven más sustancias que no figuren en el etiquetado.
Así, aunque sean menos tóxicos que los cigarrillos convencionales, parece ser que no son tan inocuos como se ha pretendido vender. Su eficacia para dejar de fumar o como estrategia de reducción de daños no ha sido demostrada. Pueden causar, entre otros efectos secundarios, sequedad de la boca e irritación de boca y garganta. Se desconocen sus consecuencias a largo plazo y también los efectos por la inhalación pasiva del vapor que exhala el usuario, según información de la Red Catalana de Hospitales sin Humo basada en diferentes investigaciones científicas.
A corto plazo, un estudio publicado en Chest en el 2012 señalaba que basta fumarlos cinco minutos para que tengan efectos indeseables para la función pulmonar. Además, al contener sustancias idénticas a las de un pitillo convencional, como la nicotina, no se descarta que sean potencialmente cancerígenos, según ya advirtió en 2013 en un comunicado la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR).
Nueva normativa para los ‘e-cigarrillos’
En España, desde el 1 de enero de 2014, fumar cigarrillos electrónicos está prohibido en hospitales y centros de salud, colegios y zonas infantiles, en las administraciones públicas y en el transporte público, en virtud de la primera normativa que se aprueba en nuestro país para regular su uso y a la que ya se habían adelantado algunas comunidades autónomas, como Andalucía, Cataluña y la Comunidad Valenciana, que ya habían empezado a aplicar restricciones a los «e-cigarrillos» en 2013.
La nueva Ley extiende la prohibición a todos los transportes públicos, aunque deja fuera a bares y restaurantes
Estas prohibiciones, recogidas en la nueva Ley General en Defensa de los Consumidores y Usuarios, dejan fuera a los bares y restaurantes, donde se podrán utilizar. En el transporte público, la prohibición se extiende a todo tipo de vehículos (metros, trenes, autobuses, barcos y aviones), aunque en este último caso solo afecta a vuelos de aerolíneas españolas o a los que comparten con compañías extranjeras.
El propósito fundamental de las limitaciones de uso impuestas a los cigarrillos electrónicos no solo es velar por la salud de la población, sino sobre todo disuadir a los jóvenes de que se inicien en el hábito de fumar. Por ello, se ha prohibido la publicidad en programas dirigidos a menores de 18 años, así como durante 15 minutos antes o después de su emisión, entre las 16:00 y las 20:00 horas en los medios audiovisuales, y la aparición de menores de 18 años en sus anuncios. Asimismo, su difusión deberá hacerse en los soportes y franjas horarias no prohibidos por la Ley Antitabaco y se prohíbe que las cajetillas anuncien indicaciones terapéuticas sin el reconocimiento expreso de un organismo público competente.
A pesar de estos avances en el marco regulatorio de los cigarrillos electrónicos, a raíz del caso de neumonía declarado y de las evidencias científicas que van destapando sus potenciales efectos nocivos, en España, cada vez más voces que reclaman una normativa más restrictiva. De hecho, 37 sociedades científicas, como la Asociación Española contra el Cáncer (AECC), la Organización Médica Colegial (OMC) y el Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT), han presentado una declaración al Senado, cámara en la que deberá debatirse ahora la nueva normativa, donde piden que esta se equipare a la que se aplica para el tabaco convencional.
En Europa, el Parlamento Europeo ha aprobado una nueva directiva sobre tabaco, que prohíbe la venta de paquetes de menos de 20 cigarrillos y que regula los «e-cigarrillos» como productos medicinales, si se demuestra que presentan propiedades curativas o preventivas, o de tabaco, si no es el caso. Además, establece que deben llevar una advertencia sanitaria que cubra el 65% de la superficie de la cajetilla, frente al 30% de la superficie delantera y el 40% de la trasera que deberían quedar cubiertas con la legislación anterior. El objetivo fundamental de la norma es disminuir el atractivo que el consumo de estos cigarrillos ejerce sobre los jóvenes.