En la actualidad, muchos niños crecen en ciudades casi sin apenas contacto con la naturaleza. Esto conlleva que los pequeños tengan una menor cantidad de estímulos para desarrollar su creatividad y el juego libre, hasta menos sentimientos de empatía y responsabilidad con el medio ambiente. Pero esta tendencia se puede reconducir con diversas actividades más fáciles de realizar en verano. A continuación se explican cinco consejos para promover el acercamiento de los menores a la naturaleza y las claves de una “pedagogía verde” en casa, basada en el respeto por la espontaneidad y el acompañamiento del niño por parte de sus progenitores.
Los cambios en los hábitos de vida han ocasionado que, en la actualidad, muchos niños vivan muy alejados de los entornos naturales. Residir en las ciudades suele implicar rutinas que incluyen muchos juegos y actividades para estar encerrados en casa (o en espacios abiertos, pero sin apenas verde) y poco contacto con los árboles, el agua, la tierra y demás elementos de la vida silvestre. Pero el verano constituye una buena oportunidad para intentar revertir, al menos en parte, esa tendencia.
La naturaleza es divertida y estimulante para los niños
En general, la falta de contacto con los ambientes naturales contribuye a que estos se perciban como lugares amenazantes, peligrosos, sucios, etc. Esta sobreprotección puede acarrear distintas consecuencias negativas: desde la menor cantidad de estímulos para desarrollar la creatividad y el juego libre, hasta menos sentimientos de empatía y responsabilidad con el medio ambiente. Así lo señala la psicóloga y filósofa Heike Freire, autora del libro ‘Educar en verde‘ (Editorial Grao, 2011). «Cuando un pequeño sale fuera, en un entorno natural o incluso construido, y no sabe qué hacer, es signo de que su instinto se está perdiendo«, explica Freire.¿Cómo podemos conseguir que lo recupere? «Cuando los menores están en la naturaleza, juegan con espontaneidad a diferentes cosas, según su edad», añade. Pueden mojarse, hacer pequeñas obras de arte con tierra, palos y piedras, perseguir animales, inventarse aventuras de todo tipo, saltar, correr, balancearse, subir a los árboles, construir trampas o cabañas… «No importa lo que hagan. Lo único importante es que salga, dejadles jugar, con un mínimo de límites para su seguridad. Permitidles encontrar lo que necesitan para crecer y desarrollarse en todas sus dimensiones», apunta la psicóloga.
Cinco consejos para acercar a los niños a la naturaleza
- 1. Espacios para que los niños jueguen con elementos naturales.
Un arenal es uno de los recursos más entretenidos y estimulantes para los pequeños, quienes pueden divertirse caminando sobre la arena, haciendo agujeros o castillos, etc.
También puede ser muy interesante una mesa de agua, es decir, un espacio parecido a una mesa pero que en la parte superior, en lugar de tablero, cuenta con un recipiente con agua, con la cual los niños pueden jugar. Es importante no preocuparse por que el menor se ensucie, porque está claro que sí lo hará; pero luego se bañará y se cambiará de ropa, y no habrá ningún problema.
- 2. Salir de la ciudad.
Uno de los mayores problemas para los niños que viven en urbes es la dificultad para encontrar entornos naturales. Por eso, lo idóneo es tratar de salir de la ciudad con cierta periodicidad, para que los pequeños se familiaricen con los espacios abiertos y agrestes, campo, lagunas o pantanos, etc.
Si no es posible hacerlo con frecuencia, otra opción es visitar parques y promover el juego y la exploración al aire libre, sin demasiadas pautas predeterminadas.
- 3. Montar un huerto urbano para niños.
Un pequeño huerto en el hogar es una excelente oportunidad no solo para que los pequeños conozcan y se habitúen al desarrollo de las plantas y sus productos, sino también para promover que los coman: siempre da más gusto consumir cosas en cuya elaboración se ha tomado parte.
En el caso de que no sea posible crear un huerto, involucrar al niño en el cuidado de las plantas (riego, abono, poda, desinfección, etc.) también permite familiarizarle con los ciclos de la naturaleza.
- 4. Cuidar y observar a los animales.
Esto abarca desde las mascotas, como perros y gatos, hasta la posibilidad de realizar experiencias con terrarios u otros dispositivos para ver las formas de vida de hormigas y demás insectos.
Mucho mejor aún si se pueden visitar pueblos, granjas o establecimientos y conocer a otros animales (vacas, ovejas, aves de corral, etc.).
- 5. Observar las estrellas.
Lo apropiado es elegir una noche despejada y alejarse de la contaminación lumínica de la ciudad, de tal forma que el cielo nocturno muestre su espectáculo tan grandioso como gratuito. Para los niños puede resultar fascinante, mucho más si la contemplación se acompaña de explicaciones sobre las constelaciones, el recorrido de los astros y otros datos. Una variante es conseguir un telescopio, que permite observar las estrellas con más detalle.
En ‘Educar en verde’, Heike Freire -licenciada en psicología y filosofía y especialista en la promoción del contacto de los niños con la naturaleza- utiliza el término “pedagogía verde” para referirse a la necesidad de inculcar esos valores. Además del contacto con el medio ambiente, la pedagogía verde se diferencia de otras formas de crianza y formación, porque no excluye, sino que respeta y brinda un lugar fundamental a la espontaneidad, las emociones, necesidades y deseos de los pequeños.