Un incendio forestal o una marea negra arrasan todo cuanto se pone a su paso. Pero la naturaleza es capaz de resistir y recuperarse de los daños causados. Ahora bien, esta capacidad, denominada resiliencia, tiene un límite que los seres humanos han comenzado a poner a prueba. Los expertos explican que, si se sobrepasa, las consecuencias para los ecosistemas y la humanidad serán nefastas. Este artículo explica qué es la resiliencia y cómo nos afecta, los límites que tiene y cómo mejorar esta capacidad de la naturaleza.
Resiliencia, qué es y cómo nos afecta
Tras un desastre natural, la quema de un bosque o un derrame de crudo en el mar, la imagen resulta dantesca. Por ello asombra cómo la naturaleza es capaz de sobreponerse con el paso del tiempo. La resiliencia indica la capacidad de un ecosistema (o cualquier otro sistema en general) para aguantar las perturbaciones sin perder sus propiedades fundamentales, explica Vasilis Dakos, científico de la Estación Biológica de Doñana (EBD) y experto en colapso ambiental. Gracias a la resiliencia, la naturaleza puede recuperarse una vez que la perturbación ha terminado.
La protección de la biodiversidad es crucial para mantener la resiliencia de la naturalezaEl concepto lo planteó en 1973 Crawford Stanley Holling, ecologista canadiense y profesor de Ciencias Ecológicas de la Universidad de Florida, para describir la persistencia de los sistemas naturales frente a los cambios o impactos ambientales de origen natural o humano. La idea se ha adaptado a otros campos, como la Psicología, donde se utiliza para describir la capacidad que tienen todas las personas, en mayor o menor grado, de asumir situaciones límite o de sobreponerse a experiencias de dolor emocional.
Los impactos ambientales provocados por los seres humanos reducen la resiliencia y, en consecuencia, el flujo de bienes y servicios que los ecosistemas proporcionan a la sociedad. Así lo subraya la guía «Comunicar la sostenibilidad», de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) destaca que una resiliencia débil desencadena la destrucción de los medios de vida de millones de personas y los beneficios del desarrollo que se han tardado años en obtener.
Dakos señala que «la ciencia ya ha dejado claro que un planeta de baja resiliencia por cambios antropogénicos (causados por los seres humanos), aunque no solo, puede ser más vulnerable, con considerables consecuencias para la vida y el funcionamiento de los sistemas de la Tierra».
La resiliencia de la naturaleza tiene un límite
La resiliencia no es ilimitada. Al forzarla en exceso, los seres humanos ponen en peligro no solo el planeta, sino también su presente y su futuro. Los científicos señalan que incluso pequeños impactos pueden causar cambios irreparables desproporcionadamente grandes a los ecosistemas. Una vez superado ese límite, se llega al «punto de no retorno»: el ecosistema ya no podrá ser como antes y se transformará en otra cosa.
Los científicos señalan que es muy difícil saber cuándo se sobrepasa esa capacidad de la naturaleza. Los elementos que influyen en la resiliencia son complejos: el ciclo del agua, la fertilidad, la biodiversidad o el clima interactúan entre ellos y afectan a diferentes sistemas. Por tanto, se necesitan más investigaciones al respecto.
Según Dakos, «el planeta no dejará de existir, pero es probable que determinados ecosistemas estén cerca de un punto de no retorno. Como sucede con los arrecifes de coral en el Caribe. Su restauración es, con probabilidad, imposible. La selva amazónica se muere y podría transformarse en una sabana».
Los expertos señalan a la agricultura intensiva, la deforestación, la contaminación, la minería, la sobrepesca, el vertido de basura en los mares y el cambio climático como los principales impactos causados por los seres humanos en la reducción de la resiliencia.
Cómo mejorar la resiliencia de la naturaleza
Los impactos que sufren los ecosistemas en la actualidad pueden traer graves repercusiones, pero los expertos creen que todavía hay esperanza si se ponen medidas para ello. Además, el mantenimiento de la resiliencia de los ecosistemas redundará en beneficio del bienestar humano.
Vasilis Dakos asegura que «sabemos qué se necesita para restaurar un lago o para regenerar un bosque. Necesitamos entender mejor cómo las interacciones operan con todos los sistemas y ponerlo en práctica. Se necesita un plan maestro coordinado para dar pasos en más de un nivel: ecológico, social, científico, tecnológico, institucional e individual».
La protección de la biodiversidad es crucial. Los científicos han observado que los ecosistemas con un mayor número de interacciones entre sus partes suelen tener una mayor resiliencia. Según la guía de UNESCO, los programas de conservación no deberían ser un simple mantenimiento de áreas intactas, sino que deberían priorizar el cuidado de la biodiversidad y el uso de los recursos, de manera que no interrumpan los procesos ecológicos que mantienen la resiliencia.
Los responsables de la FAO subrayan que para mejorar la resiliencia también es necesario que haya «más voluntad política, inversión, coordinación, conocimientos técnicos, capacidades, innovación y responsabilidad compartida para que los países, las autoridades locales, las comunidades, la sociedad civil, el sector privado, el ámbito académico y la comunidad internacional reduzcan los riesgos de catástrofes y gestionen las crisis».