Resulta curioso, incluso paradójico, que la popularidad de los programas de cocina, que cuentan con millones de telespectadores, se produzca en el momento en el que menos cocinamos. El éxito de estos programas, en todo caso, puede tener consecuencias positivas, como incentivarnos a cocinar recetas más saludables, pero también negativas, como contribuir al sedentarismo o promover guisos nada equilibrados, algo que influirá en nuestro peso, tal y como se amplía a continuación.
Cuatro tipos de programa de cocina
Cada vez hay más programas televisivos sobre cocina. En julio de 2005, la doctora Cheri Ketchum los clasificó en la revista Journal of Communication Inquiry en cuatro categorías:
- de cocina tradicional.
- de cocina doméstica, pero con toques personales del presentador.
- programas de viajes «culinarios».
- de cocina de vanguardia.
Los de la primera categoría pretenden dotar a sus espectadores de habilidades o técnicas de cocina. Las otras tres categorías apelan a individuos deseosos de vivir nuevas experiencias. Pues bien, según acaba de detallar una investigación coordinada por la doctora Lizzy Pope, la mayoría de espectadores de programas de alimentos pertenecen a este grupo de personas, que no buscan tanto instruirse, sino más bien entretenerse.
Cómo influyen los programas de cocina en nuestras decisiones dietéticas
En este contexto, conviene preguntarse qué hábitos promueven estos programas. ¿Aumentan nuestras habilidades culinarias o fomentan el sedentarismo y unas malas costumbres dietéticas?
Pope y sus colaboradores, en su trabajo recién publicado en la revista Appetite, señalan que estas emisiones a menudo promueven el consumo excesivo de alimentos y realzan el valor de la gratificación inmediata. Como todo ello está modelado por admiradas figuras de «autoridad», que pueden influir en nuestro comportamiento, si se promocionan patrones insanos de alimentación, se está ejerciendo una influencia negativa en el peso y en la salud poblacional.
En su estudio, estos investigadores (de entre los cuales destaca el reputado experto Brian Wansink) han constatado que los programas televisivos de cocina no se asocian con un mayor riesgo de obesidad en personas que los ven para entretenerse, pero sí en quienes lo hacen para aprender habilidades culinarias que aplicarán más tarde. Este riesgo, sin embargo, no se observó en individuos que obtenían información culinaria a través de sus amigos.
Muchas recetas que se preparan en la televisión son menos saludables que los alimentos precocinados
¿Por qué sucede esto? Es probable que guarde relación con el hecho de que muchas de las recetas que preparan los cocineros de televisión no solo no son saludables, sino que en numerosas ocasiones son menos saludables que los alimentos precocinados. En sus palabras, «aunque algunos programas de cocina actuales ofrecen recetas saludables, muchos otros presentan platos más indulgentes». Es lo que mostró, de hecho, una investigación publicada el pasado 14 de diciembre en la revista British Medical Journal. En todo caso, los autores no descartan que exista la llamada «causalidad inversa», es decir, que quienes son más proclives a buscar recetas en esta clase de programas sean los individuos con más exceso de peso o más riesgo de obesidad.
Existen limitaciones en el estudio de Pope y sus colaboradores, como que solo se centró en mujeres de 20 a 35 años de edad (incluyeron una gran muestra de mujeres de diversas etnias) o que no se evaluó la ingesta real de alimentos o la práctica de actividad física de las participantes.
Sea como fuere, los autores sugieren no obtener información sobre recetas de nuevos alimentos a partir de estos programas de cocina. También aconsejan a los profesionales sanitarios que emiten consejos dietéticos que, cuando estén frente a pacientes que cocinan de forma frecuente, no asuman que estos preparan recetas saludables.
Como los medios de comunicación tienen una gran influencia en la población, resulta muy conveniente, por último, que existan dietistas-nutricionistas que revisen las recetas de estos programas, con el objetivo de mejorar su perfil nutricional y, de forma indirecta, la salud pública.