Muchas personas, incluso algunos pediatras, creen que continuar con la lactancia materna hasta los dos años o más de vida del bebé puede ser causa de complejo de Edipo. Según el psicoanálisis, este complejo aparece cuando el niño, sobre los cuatro años de edad, empieza a experimentar un rechazo inconsciente hacia su padre, a la vez que una proyección amorosa hacia su madre. Sin embargo, los expertos coinciden en que no existe ninguna evidencia de que así sea. A continuación se describen algunas polémicas en torno a la lactancia materna, se detalla que esta no tiene riesgos sino beneficios y se explica que el complejo de Edipo es un problema cultural -no natural- y las razones de esa confusión.
Polémicas en torno a la lactancia materna
El libro ‘Víctimas de la lactancia materna. ¡Ni dogmatismos ni trincheras!’, de José María González Cano generó polémica en cuanto salió publicado a comienzos de este año. En sus páginas, este pediatra -que fue jefe de la Unidad de Gastroenterología Infantil y Nutrición del Hospital General de Castellón- promueve, entre otras cosas, el destete total o parcial del bebé a los cuatro meses.
Se trata de una recomendación controvertida, porque se opone a las indicaciones de la Asociación Española de Pediatría (AEP), según la cual la leche materna debe ser el alimento exclusivo del niño hasta los seis meses de vida y luego mantenerse «complementada con otros alimentos hasta los dos años o más, esto es, hasta que la madre y el bebé lo deseen». Estos preceptos son sostenidos también por la Organización Mundial de la Salud y la Academia Americana de Pediatría.
Según el libro de González Cano, además, a la lactancia materna prolongada (la que alcanza a pequeños de dos años de edad o más) cabe achacar «los complejos de Edipo severos que están aflorando«. El complejo de Edipo es uno de los conceptos claves del psicoanálisis. Según Sigmund Freud, consiste en que el niño, en un determinado momento, siente un deseo inconsciente e irracional de mantener una relación sexual con el progenitor del sexo opuesto (es decir, una relación incestuosa) y de eliminar al de su mismo sexo (esto es, cometer parricidio o matricidio).
¿Acaso esto es así? ¿La lactancia materna prolongada puede causar complejo de Edipo? Casi todos los especialistas coinciden en que no.
Lactancia materna prolongada, sin riesgos físicos ni psicológicos
La AEP acaba de publicar un documento titulado ‘Lactancia materna en niños mayores o prolongada‘, en el cual es clara y contundente: «No se han constatado riesgos físicos ni psicológicos en pequeños que toman pecho por encima de los dos o tres años de edad».
Al contrario: la extensión de la lactancia materna «está implicada en un mejor desarrollo emocional y psicosocial del niño». Según el texto, se ha comprobado una asociación entre una mayor duración de la lactancia materna y factores positivos, como menor incidencia de maltrato infantil, mejor relación con los padres en la adolescencia, mayor percepción de cuidado y mejor salud mental en la vida adulta.
Alba Padró, asesora de lactancia de la asociación Alba Lactancia Materna, coincide en que no solo no hay pruebas de que exista algún riesgo, sino lo contrario. «Por lo que sabemos -afirma-, de lo que sí existe evidencia, es que los pequeños amamantados de manera prolongada no sufren este complejo, sino al revés: son niños autosuficientes, más independientes«.
Zule Millás, asesora de la Asociación SINA de apoyo a la lactancia materna y crianza con apego, señala una prueba de que la lactancia materna no causa complejo de Edipo: «No existe más que en nuestra cultura, caracterizada por una visión limitada de la sexualidad«. Visión limitada que consiste en limitarla a la genitalidad y no apreciarla de manera amplia.
El complejo de Edipo, un problema occidental
En su ‘Informe sobre psicología de la lactancia’, la psicóloga infantil Laura Perales Bermejo detalla que en Occidente hay varias fases en el desarrollo psicosexual: la oral (desde la concepción hasta los tres años de edad), la anal (hacia el final de los tres años), la edípica (desde los tres hasta los seis o siete años), la latencia (desde entonces hasta la adolescencia) y la genital (a partir de la adolescencia).
Sin embargo, los habitantes de las islas Trobriand, en la Melanesia, alrededor de los tres años de edad pasaban de la etapa oral a la genital, según la célebre investigación del antropólogo Bronislaw Malinowski en la primera mitad del siglo XX. Esto quiere decir que los trobriandeses, en cuya cultura la lactancia materna prolongada era lo habitual, no solo no padecían el complejo de Edipo, sino que ni siquiera atravesaban una etapa edípica durante la niñez.
Por eso, Perales Bermejo destaca que «no es la lactancia materna prolongada lo que gesta el complejo de Edipo sino otros factores, como el modo antinatural en el que vivimos». Y enfatiza que, como el tipo de vida occidental dificulta la relación del niño con sus padres y reprime la sexualidad natural infantil («a causa de nuestros propios miedos y bloqueos»), el pequeño «no tiene otra salida que el enamoramiento simbólico de papá o de mamá».
Por su parte, Diana Sánchez, presidenta de la Asociación Española de Psicología Perinatal, remarca que «no existe una sola evidencia científica de que la lactancia pueda causar complejo de Edipo». Y va aún más allá. Afirma que tal complejo, descrito por primera vez por Sigmund Freud, «no aparece en ningún manual diagnóstico serio y la lactancia no puede provocar algo que no está demostrado que exista».
¿De dónde proviene, entonces, la creencia de que la lactancia materna prolongada causa complejo de Edipo? Según Zule Millás, asesora de la Asociación SINA, es una idea basada, por lo general, en “una mala interpretación de lo que es el apego y en una forma de ver el acto biológico de amamantar desde una perspectiva sexual enfermiza, sobre todo cuando el bebé pasa de cierta edad ‘socialmente aceptable’”.
Millás destaca que el apego es “una entidad que va más allá de la psicología, ya que tiene una base biológica”. Y cita el libro ‘El amor maternal‘ (Ed. Albesa, 2004), de la neurocientífica británica Sue Gerhardt, quien sostiene, a partir de sus investigaciones, una de las bases de la crianza con apego: que “para que un bebé sea un niño independiente, primero tiene que pasar por una etapa de dependencia”.
La lactancia materna favorece el apego, mientras que la alimentación con fórmulas “suele tener más difícil establecer un vínculo primario con su madre al ser más habitual que vaya ‘de mano en mano’ cuando se trata de darle de comer”, puntualiza Millás. La especialista añade que algo parecido, pero de manera aún más pronunciada, ocurre “cuando se trata de consolarle con un chupete, dado desde la distancia (y en muchas ocasiones por personas que no son sus padres), en lugar del abrazo que suele ir parejo con la succión no nutritiva del bebé amamantado”.