Comienza el curso y para muchos niños y padres llega el momento de una experiencia nueva y difícil: el primer día de escuela. Ansiedad, miedos y dudas salen al paso cuando se trata de separarse de los hijos por primera vez. Este artículo detalla algunos conceptos y recomendaciones para la preparación en las jornadas previas, cómo actuar en el primer día y la importancia de tener paciencia para afrontar la adaptación a la nueva etapa.
Empezar el cole, un día muy especial
El primer día de colegio es muy significativo para el niño y su familia. Supone una etapa nueva, diferente, en la que tanto el pequeño como sus progenitores deben aprender a estar separados. Constituye un momento de maduración, de aprendizaje y de nuevos desafíos.
Muchos padres y madres admiten que ellos lo pasan peor, que la separación es más dura para ellos que para su hijo. Tiene sentido. Por más que se lo expliquen, el niño no puede tener conciencia de las transformaciones que implica este nuevo comienzo, de cómo será alejarse de sus mayores, que hasta entonces siempre le han protegido, de cómo se sentirá. Los progenitores, en cambio, sí lo saben. Por eso deben saber llevarlo con cuidado.
«Las primeras separaciones del niño son muy importantes -explica la psicóloga infantil María Ángeles Albamonte- y la forma en que se hagan contribuyen a aumentar o disminuir la confianza en los padres, lo cual tiene consecuencias a lo largo de mucho tiempo».
Para el psicólogo infantil Ricardo Jarast, «los adultos deben reconocer sus propios miedos y manejarlos». Para tal fin, señala que la mejor manera de ayudar a los pequeños en esta transición es «acompañarlos con calma, confiar en ellos y establecer una buena comunicación». También considera que se debe procurar mantener una actitud positiva en relación con la escuela y los maestros.
La preparación en los días previos
La comunicación es fundamental. Se debe hablar con el niño acerca del colegio, contarle en qué consiste, cómo será, quién le llevará y quién le irá a recoger, a qué hora, etc. María Ángeles Albamonte, que además es psicoanalista y miembro de la Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente (SEPYPNA), indica que «es conveniente explicar al pequeño que va a estar un rato en el cole, con otros niños igual que él y unas personas mayores que, como los papás, van a cuidarle y enseñarle muchas cosas».
Por su parte, Ricardo Jarast, que es miembro de la Asociación Psicoanalítica de Madrid y también de la SEPYPNA, aconseja, de ser posible, asistir con el menor al centro educativo antes del comienzo de las clases, conocer sus instalaciones e, incluso, a los profesores. Haberlo visitado junto a sus padres será de ayuda para cuando tenga que pasar tiempo allí sin ellos, contribuirá a que el cambio no sea tan brusco y quizá traumático.
Si hasta ese momento el niño nunca se despegó de sus progenitores, resulta conveniente crear alguna pequeña «experiencia de separación»: dejarle un rato con los abuelos, tíos u otras personas de confianza. Esto será como un entrenamiento, parte de la preparación del pequeño para cuando deba quedarse en la escuela.
Llega el día: cómo actuar
Albamonte considera que, el primer día de clase, «es muy conveniente que el niño se lleve de casa algo que le recuerde a su madre, un objeto al que tenga aprecio». Es lo que el pediatra y psicoanalista Donald Woods Winnicott denominó «objeto transicional». Por supuesto, no funciona como un talismán capaz de resolver todos los problemas y despejar todos los miedos, pero resulta de gran ayuda para los pequeños en los procesos de separación.
En el momento concreto de la despedida, es fundamental mantener la calma. Si el niño percibe a sus mayores demasiado nerviosos, ansiosos o tristes, será inevitable el contagio de esas sensaciones. Por el contrario, el hecho de que los mayores se muestren tranquilos será un aliciente para el pequeño ante esa situación desconocida. Es oportuno recordarle entonces cosas que ya se le han dicho: que ir al cole es bueno, aunque les cueste un poco a todos, y que ellos, los padres, también tienen muchas ganas de recogerle cuando acabe la jornada.
Tampoco conviene alargar demasiado la despedida. Y lo que no se debe hacer nunca, bajo ninguna circunstancia, es aprovechar un descuido del niño para huir y dejarle allí. «A veces los padres piensan que ese engaño va a evitar que llore, pero es mucho peor, es un error que se debe evitar», apunta Albamonte.
¿Y si el pequeño llora? Lo que hay que hacer es mostrarse comprensivos por ello y nunca reñirle ni ridiculizarle. Muy a menudo, los padres lo pasan peor y lloran más que los hijos después de la despedida. Pero esto también es parte del aprendizaje.
Cada niño es distinto. Sus reacciones pueden ir desde los lloros interminables -algunos incluso se niegan a quitarse los abrigos y las mochilas, para mantener la ilusión de que se marcharán pronto- hasta entusiasmarse enseguida con los juguetes, actividades y demás estímulos ofrecidos por el nuevo entorno.
Los primeros días consisten en lo que se llama el periodo de adaptación. El pequeño se queda solo dos horas en el cole y, con el paso de los días, a medida que se siente mejor, ese tiempo se extiende de forma progresiva.
¿Conviene llevar un regalo para el niño al ir a recogerle, a modo de “premio”? María Ángeles Albamonte no lo considera adecuado, ya que “el premio es la alegría del reencuentro”, lo cual no quiere decir que no se le pueda esperar algún día con un regalo.
Para los padres, lo mejor es la satisfacción por “lo mayor que se está haciendo el hijo”, la autonomía que gana y la curiosidad y los deseos de aprender que desarrolla. Es duro, sobre todo al principio, pero, como explica Ricardo Jarast, los adultos “deben tener paciencia durante el proceso de adaptación y aceptar que es imposible evitar todo sufrimiento a los niños: así no es la vida“.