Septiembre se inicia con el fin del verano y el comienzo del curso escolar. Esta etapa significa el reencuentro con los amigos, las rutinas y las actividades extraescolares. Pero también supone contactar de nuevo con los microorganismos que provocan las infecciones habituales del otoño y que son en su mayoría provocadas por virus (se estima que entre un 80% y un 90%). En este artículo se describe cómo se transmiten las infecciones más frecuentes a estas alturas del año, cómo prevenirlas y qué hacer ante los primeros síntomas.
Transmisión de infecciones al comienzo del curso escolar
Las enfermedades infecciosas son la consecuencia de la multiplicación de gérmenes en el interior del organismo. Pero, ¿cuáles son las principales fuentes de infección?
La mayoría de las infecciones más frecuentes llegan a través de personas, estén enfermas o no manifiesten síntoma alguno todavía. Las enfermedades contagiosas más habituales son el resfriado común, la gripe o las diarreas víricas, entre otras. De hecho, los niños pequeños empiezan a sufrir infecciones de repetición coincidiendo con el inicio de la guardería o la escuela. Además, es en este contexto donde se dan las condiciones óptimas para la propagación de microorganismos patógenos, ya sea por contagio directo -a través del contacto físico, manos sucias o por objetos y juguetes contaminados– o indirectos, por el aire, a partir de las pequeñas gotitas que se expulsan a través de la tos o los estornudos (gotas de Flügge).
No hay que olvidar que también los animales y el propio suelo pueden ser fuentes de infección. Los primeros son los responsables de infecciones como la triquinosis (por comer su carne contaminada) o la rabia; y en el segundo, se pueden encontrar esporas de microrganismos como el tétanos o en zonas húmedas, como piscinas, distintas especies de hongos que pueden provocar micosis.
Empieza el cole: prevenir las infecciones
Una de las medidas más importantes para prevenir las infecciones víricas es el lavado de manos
El motivo más habitual de consulta en pediatría entre los meses de septiembre y octubre «son las infecciones leves de las vías respiratorias altas y sus complicaciones, como las otitis y las bronquitis. También se dan procesos alérgicos estacionales debidos a la floración de algunas plantas en octubre», informa Ana Soriano, pediatra de la Sociedad Catalana de Pediatría.
¿Cómo se pueden evitar estas enfermedades infecciosas? «Básicamente, se pueden prevenir a través de medidas higiénico-dietéticas. Y una de las más importantes es la higiene de manos, que no solo evitará el contagio de infecciones leves como el resfriado, sino también de otras que pueden ser más graves, como la bronquiolitis, la gripe o la mayoría de diarreas infecciosas», asevera Soriano. Otras medidas eficaces para mantener a raya el contagio de gérmenes son enseñar a los niños a taparse la nariz y la boca al estornudar y toser con pañuelos desechables o en la cara interna del codo; ventilar bien la casa; y seguir una alimentación equilibrada y rica en frutas y verduras.
Existe la creencia de que utilizar complementos y suplementos de vitaminas coincidiendo con el inicio escolar refuerza la salud de los más pequeños y ayuda a evitar las enfermedades típicas de los meses de otoño. Sin embargo, la especialista es tajante: «No son necesarias ni se recomiendan como medida de prevención». Además, diversos estudios ponen en alerta que la suplementación vitamínica, fuera de los casos de desnutrición crónica, puede ser peligrosa para la salud.
Ante los primeros síntomas de infecciones, ¿cómo actuar?
Empieza el cole y el reencuentro con otros niños y al cabo de unos días también comienza la época de mocos y resfriados. Y lo hace de la mano de síntomas como congestión nasal, rinorrea (aumento de la secreción nasal), tos o febrícula (cuando la temperatura axilar se encuentra entre los 37 ºC y los 38 ºC). La fiebre indica, casi siempre, que hay una infección; no obstante, no deja de ser una manifestación de los mecanismos del organismo para hacerle frente. No hay que sobrevalorarla como una señal de gravedad. Su presencia tampoco es una indicación de que el pequeño tenga que quedarse en la cama. Lo fundamental es que esté tranquilo y descanse cuando quiera.
Para aliviar estos síntomas, Soriano indica lavados nasales con solución salina, humidificación si el ambiente está muy seco y mantener al niño bien hidratado (con agua, caldos o zumos naturales). También se debe respetar la inapetencia del menor, si se da el caso; la falta de apetito es una reacción del organismo y no hay que obligarlo aunque se alargue unos días. También, ante malestar general o fiebre, son útiles los antitérmicos. La pediatra señala que no está recomendado el uso de tratamientos sintomáticos, como anticongestivos o antitusígenos, en niños menores de dos años.
Un resfriado o catarro dura hasta una semana, pero si el cuadro no mejora y se añade fiebre alta (por encima de los 38 ºC) o dificultad respiratoria (aumento de la frecuencia respiratoria, presencia de aleteo nasal, tiraje intercostal, dificultad de sacar el aire o sibilancias o pitos espiratorios), otalgia (dolor de oídos) u odinofagia (dolor de garganta al tragar), se hace necesario acudir al pediatra.
Pese a que los antibióticos son medicamentos muy eficaces, no son en absoluto útiles en las infecciones víricas como los resfriados, la gripe o la gastroenteritis vírica. Su uso indiscriminado ha provocado que haya bacterias resistentes a estos fármacos. Esto significa que una bacteria continúa creciendo y multiplicándose hasta en presencia un antibiótico que antes la destruía o impedía su multiplicación.
Esto supone un gran problema de salud pública ya que, para hacer frente a una enfermedad, hay que utilizar antibióticos más caros y posiblemente con más efectos secundarios o durante un periodo más largo de tiempo. La eficacia de estos medicamentos está descendiendo a un ritmo trepidante y ello podría ocasionar que, en un futuro, no hubiera un tratamiento efectivo para algunas infecciones leves que hoy no suponen un peligro para la salud.