Con el hambre se puede acabar. Para ello hace falta buena voluntad y un incremento de 267.000 millones de dólares en la lucha contra el hambre: 160 dólares más por cada persona que vive en la pobreza extrema. Aun así, todavía habría más de 650 millones de personas en situación de hambre, pero se habría dado un paso muy importante. El acceso a alimentos no es posible para millones de personas, en especial, en las zonas rurales. Por ello, si el mundo quiere avanzar hacia la igualdad y la justicia será necesario que haga las cuentas y el desembolso oportuno.
800 millones de personas carecen de alimentos suficientes
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) han calculado cuánto cuesta acabar con el hambre crónica: hacen falta 267.000 millones de dólares hasta 2030, es decir, «160 dólares anuales por cada persona que vive en la pobreza extrema durante un periodo de 15 años».
Se requiere un 0,3% del PIB mundial para acabar con el hambre crónica
Esta cantidad supone el 0,3% del PIB mundial, por lo que el propio director general de la FAO, José Graziano da Silva, señaló que es «un precio relativamente pequeño a pagar para acabar con el hambre crónica». El destino de esta cantidad sería un conjunto de inversiones en zonas rurales y urbanas y en protección social. De esta manera se lograría que las personas con menos recursos tuvieran acceso a alimentos y pudieran mejorar sus medios de vida.
El desafío es importante, pero necesario. Si no se hace este esfuerzo, el número de personas que carecen de alimentos suficientes no mermará. En la actualidad, 800 millones de personas se encuentran en esta situación, la mayoría en zonas rurales. Con la inversión mencionada, esta cifra sería todavía superior a 650 millones de personas en 2030, pero se abriría el camino a la consecución del Objetivo de Desarrollo Sostenible 2 de la Agenda Post 2015: poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible.
Inversión en zonas rurales y urbanas
Las personas que residen en zonas rurales son con frecuencia quienes menos acceso tienen a los alimentos. De ahí que se apueste por invertir en ellas para que consigan las herramientas y recursos suficientes para aumentar la producción agrícola. El reparto de alimentos puede ser una solución a corto plazo, pero la lucha contra el hambre requiere de un plan más ambicioso.
De hecho, se plantea una inversión adicional de 116.000 millones de dólares anuales -75.000 millones para las zonas rurales y 41.000 millones, para las zonas urbanas- que se emplearían para mejorar la protección social de las personas. No obstante, hay que subrayar que el objetivo de esta inversión es que las personas en peores condiciones superen unos ingresos diarios de 1,25 dólares. Esta cantidad marca el nivel de la línea de pobreza determinada por el Banco Mundial, aunque no se debe perder de vista que las condiciones de vida que se conseguirían en este caso no son las más deseadas, sino las entendidas como mínimas.
La finalidad, tanto en zonas rurales como urbanas, es ampliar los recursos y capacidades de la población. En el caso de las zonas rurales, la inversión adicional se destinaría a la mejora de las infraestructuras para el aumento de las cosechas, la reducción del desperdicio poscosecha y el acceso a los mercados, entre otras cuestiones. En las zonas urbanas, por su parte, las inversiones se orientarían a lograr que las personas en situación de pobreza extrema se mantuvieran por sí mismas, el aprendizaje de habilidades empresariales y a garantizar contratos de trabajo justos, líneas de crédito, vivienda y servicios relacionados con la nutrición, explica la FAO.
La FAO estima que 34 países de todo el mundo -28 en África- necesitan ayuda alimentaria externa. Es un número importante de países en los que, con frecuencia, habitan miles de personas refugiadas. La producción mundial de cereales ha disminuido en 2015 con respecto al año anterior. Preocupa sobre todo el continente africano “con todas las regiones esperando cosechas reducidas, excepto África central y del Norte”, subraya Naciones Unidas.
La falta de lluvias seca los campos, las guerras los arrasan y expulsan de ellos a las personas, la escasez de alimentos lleva al hambre humana y de los animales, sin fuerzas para trabajar la tierra, la cotización de los cereales en Bolsa favorece la especulación sobre su precio… En definitiva, los motivos por los que las personas pasan hambre son variados e injustos.
En el mundo hay alimentos suficientes para todas las personas, pero no llegan a todas. Así lo advierte el último informe trimestral “Perspectivas de cosechas y situación alimentaria” (CPFS). El Sahel sufre problemas de seguridad alimentaria; la producción de cereales en Cabo Verde ha caído un 83%; la inseguridad civil de la República Democrática del Congo, la República Centroafricana y Sudán del Sur pone en peligro sus respectivas temporadas agrícolas; las lluvias tardías e irregulares en África oriental han mermado las previsiones de producción; los conflictos en Irak, Yemen y Siria impactan gravemente en la agricultura; en Nepal, los terremotos de hace unos meses han causado graves daños en la producción de alimentos; mientras en la República Democrática de Corea “se prevé un periodo de sequía severa que lleve a la reducción de la producción de cereales”.