Lo más seguro es que el amor sea la emoción más deseada por las personas. De hecho, está en el punto de mira de investigadores, que ya han identificado sustancias químicas, como las hormonas y otros neurotransmisores implicados en la pasión y el deseo sexual, y han podido clasificar cuáles intervienen en las distintas fases del amor y de las relaciones. En cualquier caso, el amor es un sentimiento universal y la mayoría de las personas desean compartir su vida con alguien, a veces a pesar de muchos contratiempos. Pero, ¿en una relación de pareja todo es el amor? Este artículo describe qué se entiende por una relación de pareja sana, qué factores son necesarios para construirla y cómo reconocerla.
Una relación de pareja sana
Los especialistas en el comportamiento humano afirman que una relación de pareja debe estar basada en el amor, en el placer de intercambiar con el otro lo que uno es y lo que siente, de manera completa y libre. Y para ello es imprescindible un elemento: el respeto. Anna Ferre Giménez, psicóloga y terapeuta Gestalt y de constelaciones, lo afirma de manera contundente: «Respeto ante todo, tanto a uno mismo como hacia el otro miembro de la pareja. A pesar de que en una relación sana caben las diferencias y las discusiones, como cierto grado de conflicto pasajero, no hay lugar para la falta de respeto». En pocas palabras: sin respeto, no hay amor.
Otro elemento clave es la libertad, para uno mismo como para el otro, además de igualdad, deseo genuino de compartir aspectos importantes de la vida y un grado de compromiso basado en el querer cuidarse uno mismo y también al otro a nivel afectivo.
Construir una relación de pareja sana: por dónde empezar
Cada uno debe definir sus necesidades y ocuparse de ellas, y valorar si está en disposición de convivir con las necesidades del otro
Para una relación de pareja sana es necesario, en primer lugar, «comprender que una relación de pareja se construye a lo largo del tiempo, va cambiando y pasando por diferentes fases. Cada momento de la relación tiene distintas necesidades y los miembros de la pareja deben ir adaptándose a ellas», expone Ferre. No es lo mismo la relación de la pareja en sus etapas iniciales, cuando se convive bajo el mismo techo, cuando llegan los hijos, incluso es distinta cuando estos son pequeños o ya son adolescentes, pero también en el momento que hay que hacerse cargo de los padres o ante cualquier tipo de circunstancia vital. «Cualquier cambio de etapa suele ser un momento crítico ya que, por un lado, están las necesidades de cada una de las partes y, por otro, las necesidades de la pareja como conjunto», puntualiza la experta.
La primera fase de una relación de pareja la constituye el enamoramiento. Este periodo se caracteriza por una idealización del otro, del que solo se ven las virtudes. Es un periodo feliz en la que el otro es maravilloso. Sin embargo, «con el tiempo, la realidad se amplía y se empiezan a ver aspectos que no gustan, por eso muchas relaciones no superan esta fase», comenta Ferre. Pero, ¡cuidado! Si se sigue con la esperanza de hacer cambiar con el tiempo aquello que disgusta, «solo se está sembrando la semilla de una relación insatisfactoria, en la que, a largo plazo, aparecerán la desilusión, la desconfianza o los reproches, por un lado, y la falta de compromiso o el agobio, por el otro», avisa la especialista.
Pasada la fase de enamoramiento, hay que atender a la realidad de lo que sucede dentro de la relación y cómo afecta a cada uno. Una relación sana solo se consigue cuando los dos miembros están emocionalmente sanos, y esto también requiere tiempo. «Muchas parejas pueden ser estables sin ser sanas, como sucede en las que uno domina y el otro se deja someter, en las relaciones de dependencia emocional o cuando uno adopta el papel de «mamá o papá» y el otro se infantiliza. Estas relaciones pueden tener estabilidad, pero no ayudan a los miembros a crecer juntos y desarrollarse personalmente ni tampoco a avanzar en las distintas etapas vitales», detalla la experta.
Estar sano emocionalmente pasa por reconocer lo que uno necesita y lo que quiere o no quiere. Una vez reconocido lo que se espera de la relación, es fundamental responsabilizarse de las decisiones propias que todo esto implica en la vida cotidiana, sin exigir al otro miembro que aporte todo lo que uno desea o que cambie para que se adapte al 100%. Es ahí donde empieza la negociación en el sí de la pareja. Cada uno debe definir sus necesidades -con diferente grado de prioridad- y ver si puede ocuparse de ellas, al mismo tiempo que valora si está en disposición de convivir con las necesidades del otro. «Sería algo así como yo uso mis brazos para mis ‘cosas’, tú usas los tuyos para las tuyas y, de vez en cuando, ponemos los cuatro brazos para sostenernos juntos cuando solos no podemos», pone como ejemplo Ferre.
¿Cómo saber si es una relación de pareja sana?
No hay que exigir al otro miembro que aporte todo lo que uno desea o que cambie para que se adapte al 100%
Si se está a gusto con la vida de pareja, en general, es una relación sana. Sin embargo, a veces aparece sensación de apatía, agobio, aburrimiento o de control y no se hace nada con ello, aparte de quejarse. La psicóloga explica que estas sensaciones pueden deberse a una mala relación en la pareja, a la dependencia o a la desconexión emocional, y que no deben pasarse por alto: hay que buscar de dónde surgen estas impresiones y si están relacionadas con la relación o con uno mismo, con temas personales sin solucionar y que se proyecta en la pareja. Ejemplo de ello es culpar al otro del agobio que se siente cuando, en realidad, son las responsabilidades de ser progenitor o de las circunstancias vitales lo que a uno le incomoda o desespera.
A modo de resumen, una relación de pareja es sana cuando:
- Se siente amor y respeto por el otro, y uno se siente amado y respetado por el otro miembro.
- La pareja se comunica a través del diálogo, no hay violencia, discusiones continuas o reproches.
- Se disfruta de pasar tiempo juntos, a solas, y también en compañía de otros, del mismo modo que cada uno disfruta de hacer actividades individualmente o con otras personas sin la pareja.
- Se expresa y se recibe afecto mutuo a través de contacto corporal agradable y sexualidad compartida placentera.
- Se afrontan los problemas y dificultades de la relación con responsabilidad personal y compartida.
- Se siente que la libertad personal y el compromiso hacia el otro están equilibrados.
- Se puede apoyar a la pareja y viceversa cuando la situación lo requiere.
En definitiva, «una persona tiene una relación de pareja sana cuando está con otra persona porque quiere estar y disfruta con ello, y no porque la necesite para sentirse segura, valiosa o completa», resume la experta.
Cuando una relación de pareja, en vez de basarse en el amor, se basa en el apego patológico, se habla de relación de dependencia emocional. Para evitar caer en una, lo apropiado es ser consciente de las propias heridas, es decir, de las experiencias difíciles de la infancia que no se han integrado. Situaciones que como niños se vivieron con temor, impotencia o desesperación condicionan de manera negativa el presente en forma de miedos, bloqueos, resentimiento, sentimientos de desvalorización, impotencia o abandono. Si se es más consciente de todo ello, se pueden afrontar las situaciones relacionales de nuevo con recursos de adulto, sin proyectar en las parejas antiguos patrones basados en las carencias.
“Si comprendemos nuestra necesidad emocional y nos cuidamos de ella nosotros mismos, si somos capaces de decidir, sin depender de la aprobación de otro y a la vez asumimos la responsabilidad de nuestras decisiones y sentimientos, podremos construir relaciones sanas, libres de dependencia. En realidad, más que prevenir, se trata de hacer un proceso de maduración personal, lo que en psicología se conoce como el proceso de individuación”, remarca Anna Ferre.