Cuando el bebé cumple tres meses de vida, a menudo se produce una pequeña crisis en torno a la lactancia: de pronto, las tomas se hacen caóticas, el niño parece rechazarlas y los pechos de la madre están más blandos, como si les faltara leche. Es la llamada “crisis de los tres meses”. Muchas mujeres creen que su hijo se queda con hambre e introducen el biberón. Sin embargo, estas situaciones son normales y no representan problema alguno. A continuación se explica en qué consiste esta crisis, sus síntomas, sus causas reales y qué hacer para superarla.
Así como la leche materna va modificando su composición para adaptarse a las necesidades de las distintas etapas del bebé, también el proceso de la lactancia materna tiene sus etapas. Cuando el niño llega a su primer trimestre de vida, se produce una de las más difíciles, que en muchos casos termina en la introdución del biberón y un prematuro destete: la llamada «crisis de los tres meses».
Qué es la crisis de los tres meses y sus síntomas
¿En qué consiste? Se caracteriza por varios signos. Uno de los más visibles, tal como describe la asociación Alba Lactancia Materna, es que el bebé pide el pecho con una frecuencia menor. Por lo general, esto es interpretado por las madres de diversas formas, pero casi siempre como un problema: que el pequeño no tiene hambre, no quiere comer o rechaza la leche materna.
Sin embargo, según el Comité de Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría (AEP), en ocasiones también ocurre lo contrario: el bebé reclama mamar más a menudo, «lo que la madre interpreta como que tiene hambre». Esta idea enseguida se asocia a la supuesta falta de satisfacción obtenida con la lactancia.
Tanto en este último caso como en el anterior, muchas veces se recurre a la solución que se presenta como más sencilla, el biberón. Y como consecuencia, se priva al niño, sin necesidad, de la leche materna, el mejor alimento que existe para él en esa etapa.
Otro síntoma es que la madre nota sus pechos más blandos y, por lo tanto, con menos leche. En muchos casos, la conclusión que se deriva de ello es que su producción de leche es insuficiente, lo cual también alimenta la idea de que hace falta complementar la alimentación con el biberón.
Por otra parte, las tomas -que hasta este momento eran prolongadas y tranquilas- se hacen más breves y caóticas: el bebé se mueve, agarra el pecho, se estira, lo suelta, se distrae, llora, etc. «Solo parece mamar bien y tranquilo cuando está dormido», apunta la asociación Alba.
También ocurre que el pequeño engorda menos y se mete el dedo (o toda la mano) en la boca, dos hechos que en ocasiones también se toman como señales de que está «pasando hambre».
A veces, todo esto coincide con el periodo de las llamadas deposiciones escasas del bebé amamantado, una breve temporada durante la cual el niño hace menos caca. Los especialistas aún no saben del todo por qué se produce, pero suponen que el motivo es que la leche materna se adapta tan bien a las necesidades del bebé que casi no genera residuos. El problema es que el descenso en la frecuencia de sus heces también se interpreta como el resultado de una ingesta insuficiente de leche.
Las causas reales de la crisis de los tres meses
En la mayoría de los casos, ninguno de esos síntomas indica en realidad un problema. Son situaciones normales en esta época, que se pueden superar con un poco de paciencia y sin que haga falta complementar la alimentación del bebé con leche de fórmula. Pero entonces, ¿a qué se deben estos signos?
Por un lado, a los tres meses de vida el niño ha aprendido la técnica de la succión. Por eso, las tomas son más breves, ya que necesita menos tiempo para extraer toda la leche que necesita.
Del mismo modo, a estas alturas el cuerpo de la madre ha modificado «el sistema de producción de leche para optimizar el proceso«, indica la asociación Alba. En lugar de que los pechos estén llenos de leche todo el tiempo, la glándula mamaria la produce en el momento en que el bebé la requiere. De ahí que los pechos estén más blandos y también de que, a veces, los niños se irriten un poco al principio de la toma. Y es que mientras antes obtenían la leche al comenzar a mamar, ahora deben succionar durante un par de minutos para obtenerla. Pero, después del disgusto inicial, aprenden enseguida el nuevo mecanismo.
Y si las tomas son más caóticas, se debe a que, a estas alturas, la vista y el oído del pequeño alcanzan un grado de desarrollo que le permiten percibir mucho mejor el mundo que le rodea. De manera que, si antes solo veía la cara de su madre, a partir de los tres meses se distrae ante cualquier objeto o sonido que le llame la atención. Es decir, es parte del desarrollo normal del bebé.
Ante la crisis de los tres meses “lo adecuado es intentar adaptarse al bebé”, explica el Comité de Lactancia Materna de la AEP. La asociación Alba, por su parte, advierte de que hace falta “paciencia, mucha paciencia”, pero que “tal como ha llegado, la crisis se irá”. Ambos organismos ofrecen algunos consejos:
- Nunca forzar o insistir demasiado al niño para que tome el pecho. Tales actitudes pueden ser contraproducentes y generar que, en efecto, el bebé rechace la lactancia.
- Ofrecer el pecho con frecuencia, antes de que el pequeño llore. Si desespera, se pondrá nervioso y los síntomas de la crisis se agudizarán.
- Procurar, si es posible, amamantarlo en un ambiente tranquilo, silencioso y en penumbra, para evitar que se distraiga.