Después del agua, el té y el café son las dos bebidas más consumidas en el mundo. Ambas son infusiones tradicionales y apreciadas, pues su incorporación regular a la dieta ha sido vinculada a la salud desde hace mucho tiempo. Sus propiedades preventivas se han estudiado en profundidad, pero la gran cantidad de investigaciones que se han desarrollado alrededor del té y el café ha favorecido la difusión de muchos resultados diferentes. Esto ha creado una sensación de confusión en la sociedad, pues no quedan claros asuntos clave, como para qué son beneficiosas estas bebidas o cuál de las dos hay que priorizar para alcanzar ciertos objetivos. El siguiente artículo responde a estas cuestiones.
La composición del té y del café es muy compleja: va mucho más allá de la cafeína en sí misma. El interés principal que despiertan estas bebidas radica en que contienen numerosos compuestos bioactivos que no están presentes en otras bebidas con cafeína, como los «refrescos» o las bebidas energéticas. Es muy importante tener esto en cuenta, ya que todas las propiedades y observaciones que se comparten a continuación no son extensibles a otras bebidas o preparados.
Té y café: efectos sobre la atención y el rendimiento
Ambas bebidas mejoran la atención, comparadas con otras que no poseen cafeína, por lo que las dos son buenas opciones si se quiere mejorar el rendimiento intelectual. Si se profundiza un poco más, se podrían encontrar pequeñas diferencias, tal y como muestran los estudios que miden aspectos concretos de esta área. Así, el café parece mejorar más el tiempo de reacción de las personas, mientras que el té incrementa más la capacidad de observación (bajo un parámetro conocido como «ratio de fusión de parpadeo»).
Una vez pasada esta primera fase de atención, son muy conocidas las consecuencias que conlleva su toma tras unas horas. La más popular es la dificultad para conciliar el sueño o los «nervios» que se sienten tras su ingesta. Este efecto es mucho más exacerbado en el caso del café, ya que sus bebedores encuentran más problemas para el descanso regular, mientras que los consumidores habituales de té llegan incluso a sentir sus nervios calmados.
Al centrarse en los términos de rendimiento deportivo, el café parece salir más beneficiado que el té. Más allá de los beneficios propios que ya implica, de por sí, mejorar la reacción y los reflejos en la actividad física, el café incrementa la cantidad de energía que se consume, moviliza las reservas de grasa corporales y, entre otras cuestiones, mejora la reposición de la persona después del ejercicio. Es, por tanto, una de las bebidas más útiles en la práctica deportiva.
Café y té en la prevención de enfermedades
En cuanto a la prevención de enfermedades, hay que tener en cuenta todas las cuestiones anteriores que facilitaba el café en la actividad física, ya que aumentar el gasto energético se relaciona indirectamente con esta prevención. Además, no hay que olvidar que un mejor rendimiento deportivo permite maximizar los beneficios que trae en sí mismo el ejercicio. Por otro lado, reducir la grasa visceral del cuerpo contribuye a reducir el riesgo de padecer patologías asociadas al sobrepeso y la acumulación de grasa (diabetes tipo 2, complicaciones cardiovasculares, etc.).
No obstante, si se profundiza en los efectos, el té arroja más capacidades preventivas de cánceres y enfermedades cardiovasculares. Desde luego, hay afecciones más controvertidas que otras, y el café se ha relacionado algunas veces con algún cáncer, como el de próstata. Es importante resaltar que, aunque no hay pruebas que muestren que el café aumenta directamente el riesgo de cáncer de próstata, las capacidades preventivas de este y otros cánceres por parte del té (en especial el verde) lo convierten en una bebida más sana y «segura» desde este punto de vista.
En un campo aún más específico, el café ha sido muy estudiado también en la prevención de enfermedades neurodegenerativas, como el mal de Alzheimer o la demencia, y ha presentado importantes efectos protectores también ante la depresión.
Vale la pena recordar que el té y el café son bebidas seguras. Corren muchos mitos por Internet que las asocian con enfermedades y alertan de manera amarillista sobre sus potenciales peligros. Es fundamental resaltar, una vez más, que los beneficios que aportan en un consumo dentro del sentido común son mucho más importantes que los potenciales riesgos de un abuso guiado por ingestas fuera del sentido común.
¡Importante! ¿Con qué se acompañan estas bebidas?
No hay que olvidar que el consumo de estas dos bebidas, salvo excepciones de países orientales, se asocia culturalmente a una mayor presencia de otro tipo de alimentos o ingredientes: leche, azúcar añadido a la bebida, dulces o bollería. Es esencial recordar que nuestro estado de salud es una consecuencia de un conjunto de actos y que, por tanto, el café o el té, acompañados de alimentos menos interesantes, verán perjudicadas, reducidas o incluso revertidas sus propiedades saludables.
Un ejemplo: no se debería entender que el café está ayudando a nuestro rendimiento deportivo, si lo acompañamos de excesivo azúcar o alimentos de difícil digestión. Lo mismo puede decirse sobre el té con pastas y dos cucharadas de azúcar. En ninguno de los dos casos es posible asumir que se tendrán todos los beneficios que se han citado antes.
Por tanto, una última recomendación es intentar incluir en la dieta las bebidas en sí mismas, sin otros elementos que las «maquillen». Una bebida azucarada de té, un helado de café o un postre con sabor a café o té no son, en absoluto, aconsejables para mejorar la salud. Aprendamos a disfrutar y degustar estas dos grandes bebidas tal y como son.