En todos los casos de adopción de un bebé o un niño muy pequeño, el momento de contarle su verdadera historia se convierte en un desafío para muchos padres. Pero, entre todas las opciones, la peor es la de posponer la situación de manera indefinida. Los expertos aconsejan afrontar el diálogo de un modo simple, directo y honesto, propiciando que el niño haga todas las preguntas que quiera siempre que lo necesite. Este artículo brinda detalles acerca de los conceptos centrales en torno a este tema: la importancia de contar la verdadera historia a los hijos adoptados y cuándo y cómo, según los expertos, conviene hacerlo.
Contar la historia verdadera a los hijos adoptados
Para los padres que han adoptado uno o más niños, el momento de tratar con ellos esta cuestión puede resultar complicado. Muchas personas tienden a evitar hablar de ciertos temas salvo que sea estrictamente necesario, en particular cuando es sobre asuntos que creen que resultarán problemáticos. Y no hay duda de que este -la adopción y los orígenes del menor- es uno de ellos.
Esto lleva a algunos padres adoptivos a no revelar esta información a sus hijos. Como explica la psicóloga Maite Muñoz Guillén en un artículo publicado por la Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente (SEPYPNA), estas personas «quizá piensan que la frustración que va a vivir el niño pueda ser peligrosa para su desarrollo». Tienen miedo de la tristeza que les pueden causar, de que al conocer su verdadera historia los pequeños dejen de quererlos y otras fantasías similares.
Sin embargo, el efecto que consiguen es negativo. En palabras de Muñoz Guillén, «dificultan seriamente la capacidad del niño de poder desplegar vínculos de confiabilidad». La existencia de un secreto como este genera un temor permanente en los adultos por su posible descubrimiento y, en general, quita espontaneidad a la relación entre padres e hijos. Además, si la verdad se conoce de manera brusca, el menor se dará cuenta de que ha vivido siempre sobre una mentira y vivirá la verdad como algo violento y dañino, doloroso y generador de conflictos.
¿Cuándo es el mejor momento para hablar con los niños?
Entonces, ¿cuándo hablar con el niño y darle esta información? «No existe un momento perfecto», señalan los pediatras Aina Bernat Noguera y Julián Lirio Casero en un documento publicado por la Asociación Española de Pediatría (AEP). «Muchos expertos creen que se debe hacer lo más pronto posible -añaden- para dar al pequeño la oportunidad de aceptar e integrar la idea de que ha sido adoptado».
La Academia Americana de Pediatría (AAP) coincide en esta opinión. Apunta que los niños comienzan a hacer preguntas del tipo «¿de dónde vienen los bebés?» en la edad preescolar, alrededor de los cinco años, y que «ese es un buen momento para darle la información sobre su procedencia especial».
De todos modos, «el camino puede irse preparando» desde antes de esa edad, como destaca Maite Muñoz Guillén, y la revelación no tiene que convertirse necesariamente en un «gran descubrimiento». Esta experta propone que la historia verdadera se cuente desde el primer momento, sin utilizar la palabra «adopción» pero sí expresiones como «ir a buscarte», «recogerte», «tenerte con nosotros», etc., al hablar de la llegada del niño a la familia. Estos términos deben aparecer siempre «asociados a una expresión de afecto positivo».
Y es que, en realidad, «la tarea informativa no se circunscribe al momento de verbalizarlo«, enfatiza la experta. Por eso, es importante que los padres respeten los tiempos de maduración, tanto los del pequeño como los suyos propios, y que propicien un sentimiento de apertura y de libertad para que los menores hagan preguntas y retomen el tema todas las veces que quieran o necesiten hacerlo.
¿De qué manera contar a un niño que es adoptado?
Quienes deben dar la información al hijo son los padres. Acerca de cómo hacerlo, no hay recetas o fórmulas aplicables a todos los casos. Cada persona y cada historia es diferente, y los progenitores deberán plantearse cuál es el modo más apropiado para su familia. Algunos autores proponen emplear relatos y cuentos infantiles para introducir el tema y, luego, utilizar la historia del propio niño.
La AAP sugiere que la explicación sea «simple, directa y honesta» y que no entre en demasiados detalles. El objetivo debe consistir en responder a todas las preguntas e inquietudes del pequeño, pero de manera adecuada para su nivel de madurez.
Bernat y Lirio, por su parte, en el texto publicado por la AEP, destacan que la adopción se puede asumir del mismo modo que otros hechos de la vida del pasado, tanto en la historia de los progenitores como en la del niño. Y citan el ejemplo de «muchas familias que confeccionan un álbum de fotos con los instantes vividos por los padres durante el viaje (para ir a recoger al pequeño), el momento del encuentro y las vivencias posteriores, para que luego se pueda repasar». De este modo, el menor no solo puede reconstruir su pasado, sino que también es una ayuda para que supere el inevitable duelo que supone, aunque no la recuerde, la separación de la familia biológica.
En cualquier caso, los progenitores deben hacer todo lo posible por estar y mostrarse tranquilos y seguros al hablar de la verdadera historia familiar con el niño adoptado. Como describe Muñoz Guillén, «la revelación de nombres, fechas, lugares, etc., que no han tenido una significación real para el pequeño no va a constituirse en un elemento estructurante de mayor importancia que la experiencia, esta sí que real, de haber recibido el amor y la aceptación sin reservas de sus padres acogedores». Estos últimos son, en definitiva y sin ningún lugar a dudas, sus verdaderos padres.