“La vida no está hecha para contar calorías”, dice un anuncio de un producto alimentario, cuya composición, en su mayoría, es simple agua. Este es un claro ejemplo de dónde se ha centrado el mensaje publicitario durante años: alrededor de la energía y de las calorías, dejando en un segundo plano la calidad del producto. Parece, por tanto, que importa más la declaración nutricional “light“ que los ingredientes que componen el producto. Este enfoque nos aleja de la salud y nos obsesiona con la comida. A continuación, se explica por qué no tiene sentido contar calorías y hasta qué punto es importante cambiar el entorno para rodearse de comida sana.
¿Tiene sentido contar calorías?
Contarlas no. Considerarlas sí. Este matiz tiene su explicación: considerar las calorías de un alimento es imprescindible, ya que un exceso de consumo de energía es el que conduce a que las personas estén predispuestas a almacenar esa energía y favorece, por tanto, la posibilidad de tener sobrepeso u obesidad.
Sin embargo, contarlas es diferente. A día de hoy, es casi imposible:
- estimar con acierto qué cantidad de nutrientes y energía tiene un alimento para hacer una referencia.
- conocer cuánto se parece el alimento que se come a ese que una vez se analizó.
- saber cuánto aprovecha el cuerpo.
- conocer cómo responde el organismo ante ello.
La reflexión pertinente a esto cabe en una pregunta: ¿es necesario saberlo? Por fortuna no, porque para eso hay en el cuerpo un «termostato» de la energía que regula cuánto se debe consumir. El termostato se llama apetito.
¿Consumir conforme a nuestro apetito es posible?
Suena bien, suena idílico. Pero es irreal en un mundo obesogénico como el actual. Esta pauta podría funcionar en otro ambiente, pero, en la actualidad, desde que uno se levanta de la cama está sujeto a numerosos estímulos que le hacen comer demasiado (anuncios, excesiva disponibilidad de alimentos, innumerables puntos de adquisición…). Por si fuera poco, los alimentos a los que se accede por lo general son de baja calidad nutricional, con materias primas baratas, duraderas y muy palatables.
Cuando se toma un exceso de componentes que enmascaran el sabor natural, es normal que luego la comida convencional no sepa tan bien. Se trata de grasas hidrogenadas, exceso de sal, azúcar y algunos aditivos que modifican los umbrales de sabor.
Considerar solo las calorías: un modelo fracasado
Y se pensó: «Como un exceso de calorías engorda, comer alimentos ricos en calorías engordará». Es una ilación simplista y una conclusión tomada demasiado a la ligera. Plantear el tema en esos términos es una triangulación de información que no se traduce a la realidad.
- Si los alimentos ricos en calorías engordaran, las dietas bajas en grasa serían una opción genial para adelgazar, y ya se ha visto que no lo son.
- Si los alimentos ricos en calorías engordaran, los lácteos desnatados serían mejor que los enteros -y no lo son-; y los frutos secos engordarían, pero ya se observó que no lo hacen.
Las personas no habitamos en una jaula como las ratas de los estudios, sino que estamos en un ambiente vivo, una sociedad. Eso hace que tengamos que considerar y planificar otras muchas variables como las siguientes: ¿Me dará el hambre cuando esté en el trabajo? ¿Tendré tiempo para cocinar en casa si llego hambriento? ¿Qué tengo para picotear mientras preparo la comida? ¿Habrá una opción saludable mientras viajo en tren?
Cambia tu entorno, rodéate de comida (sana)
De nada sirve comprar una barrita de 99 calorías en el metro, si al llegar a casa se comerá pasta con tomate. ¿Cómo amortiguar todo este compendio de situaciones? Facilitando un entorno saludable que permita comer sano en ese ambiente.
Es preciso rodearse de alimentos saludables, que sean materias primas sin procesar. Es entonces cuando, comiendo a voluntad, sí que es útil el apetito como guía de las necesidades energéticas, porque así se considera otro aspecto muy importante: la saciedad. Barritas con calorías contadas, helados bajos en calorías, snacks de arroz con aire… son grandes ejemplos de cómo introducir al cuerpo pocas calorías, pero poco interesantes a nivel nutricional y, sobre todo, poco saciantes. Snack light para hoy, hambre para dentro de un rato.