La dieta de la piña y la del jarabe de arce forman parte de las conocidas como dietas milagro o dietas de choque, esas que pretenden corregir en muy poco tiempo años de malos hábitos en los que se ha mantenido una conducta alimentaria poco saludable. Estos planes aparecen en época de presión estética; es decir, cuando se acerca el verano y comienza la “operación bikini” o cuando se avecinan compromisos sociales o celebraciones donde la gente hace una aparición pública. Se trata, por tanto, como se explica a continuación, de un recurso de urgencia para tratar de perder peso de manera acelerada.
En un entorno que nos empuja a tomar malas decisiones, inmersos en un modelo de sociedad que invita a la comodidad, es comprensible que queramos respuestas rápidas para problemas complejos. Esta filosofía de conseguir las cosas sin esfuerzo, a golpe de clic, es la que ha perpetuado en parte la idea de que se puede adelgazar a toda velocidad y de manera saludable.
La obesidad y el sobrepeso son enfermedades más complejas de lo que creemos. No son solo un acúmulo de energía en forma de grasa que se puede reducir o ampliar según lo que se coma, sino que este tejido graso que se crea tiene, entre otras cuestiones, una actividad endocrina que modula también el gasto energético y el apetito. No se entiende solo como «kilos de más»; es un problema de salud que abordar porque afecta a más áreas del cuerpo que a un simple sobrepeso estético.
Sin embargo, aprovechándose de la aparente simplicidad, es bastante común encontrar planes, productos, falsos terapeutas o incluso sanitarios irresponsables que ofertan una dieta poco adecuada -y a veces perjudicial- para nuestra situación.
¿Por qué hay tantas dietas basadas en un solo alimento?
Desde un punto de vista dietético, es irracional e inexplicable. La finalidad es acabar dando una pauta extremadamente sencilla de seguir, sin complicaciones ni distracciones.
Propuestas tan conocidas como la dieta de la piña o la dieta de la alcachofa se llaman así cuando podrían haberse llamado «la dieta de la fruta» o «la dieta de las verduras». ¿Por qué se centran en solo dos productos que no distan apenas en composición ni efecto fisiológico del resto? Para dar pie al siguiente motivo: lo justifican todo alrededor de una función «especial».
Es habitual que con estas dietas se atribuyan a ciertos alimentos propiedades «purificadoras», «depurativas», «quemagrasas» o «eliminadoras de líquidos»; palabrería que no se traslada con ningún proceso real. Se trata de una terminología pseudocientífica y que intenta contar cosas que, legalmente, no podría. El mecanismo es el mismo que utiliza la estrategia de la publicidad engañosa de los alimentos milagrosos o productos funcionales.
Los promotores también destacan con mucho énfasis la ausencia de ciertos elementos o propiedades. Por ejemplo, se enorgullecen de que estos productos son bajos en calorías, o apenas tienen grasa, dos elementos que, aislados, no determinan por sí mismos el adelgazamiento.
Otro de los problemas transversales que tienen todo este tipo de enfoques es que tienen una adaptación nula hacia el individuo. Todas las cuestiones sobre las preferencias, los horarios o facilitar la flexibilidad de la dieta son ignoradas. Recordemos que la adherencia es uno de los determinantes clave en el éxito de una dieta.
El adelgazamiento no se produce por la dieta, sino por el ayuno
Las dietas milagrosas son una opción pésima para adelgazar. Entre otras cosas, porque no tienen ninguna propiedad adelgazante atribuida. Si durante este proceso se consiguiera perder algo de peso, se deberá a lo que se deja de comer, y no a que se empiecen a comer alimentos «especiales». Estas dietas no aportan cambios muy significativos comparadas con haber ingerido la misma energía de otros alimentos de su índole.
Las dietas de la alcachofa, la piña, el jarabe de arce o cualquier otro alimento son métodos indirectos para controlar la ingesta: proponen consumir solo un alimento (en general fruta o verdura para que su abuso sea menos peligroso) con el fin de que «no te pases».
Dietas irresponsables e incompletas
Es imposible ingerir todos los nutrientes y la energía que se necesita a partir de uno o unos pocos alimentos. Por tanto, intentar basar la dieta (aunque sea solo unos días) a base de un solo alimento es una irresponsabilidad.
Más allá de la restricción calórica, que suele ser excesiva, a nivel dietético es más preocupante la falta de otros nutrientes, como la ausencia casi total de proteína y grasa (en el caso de pautas que solo añaden fruta y verdura), o la de no ingerir apenas micronutrientes, ya que no hay un aporte de minerales y vitaminas suficientes.
Por último, y aunque no menos importante, otro de los grandes problemas es que estas propuestas inculcan la idea de que se puede adelgazar sano y rápido, o que hacerlo no implica ninguna clase de planificación, o el establecimiento de objetivos o de una pauta personalizada. Probablemente, el mayor daño que hagan estas propuestas sea el de hacernos creer, año tras año, que la salud se puede comprar en suplementos de revistas.