En la actualidad, hay un creciente interés por saber cómo influyen ciertos hábitos de vida en el desarrollo o la prevención de las enfermedades. Esta curiosidad también alcanza a la alimentación. A veces, se otorga a ciertos alimentos poderes curativos, adelgazantes, antibacterianos, antioxidantes o anticancerígenos, debido a su composición. Se les conoce como “superalimentos”. Pero ¿qué hay de verdad en estas afirmaciones? ¿En realidad son “super“? En el siguiente artículo se aborda si es correcta o no la información sobre los “superalimentos” que le llega al consumidor a través de anuncios publicitarios, herboristerías o Internet.
Superalimentos, a estudio
En algunas páginas de Internet, con poco rigor científico, definen a un «superalimento» como aquel que es rico en nutrientes muy beneficiosos para la salud y el bienestar. En general, se venden como panacea de alguna irregularidad fisiológica o como complemento idóneo para una correcta y adecuada alimentación. Entre los ejemplos más conocidos están las bayas goji, chlorella, quinoa, semillas de chía y el kéfir, unos productos alimenticios de moda que se publicitan como ricos en vitaminas.
Antes de continuar hablando de vitaminas, es importante distinguir entre las hidrosolubles y las liposolubles.
- Las hidrosolubles son las del complejo B y la C. Como su propio nombre indica, se encuentran en el agua que está dentro de la composición de alimentos frescos, como las verduras y frutas. Algunos frutos que se venden como «superalimentos» son desecados, por lo que la riqueza en vitaminas hidrosolubles se pierde en este proceso.
- Las liposolubles (A, D, E y K) están contenidas en la grasa del alimento. Si se suplementa la dieta, se podría correr el riesgo de sufrir una hipervitaminosis, dando lugar a consecuencias negativas sobre el organismo, como cefaleas, debilidad o cansancio.
«Es evidente que la sociedad contemporánea muestra un interés creciente por los problemas de la nutrición y la alimentación del hombre», dice el Profesor Grande Covián en el documento ‘Dietas y Productos Mágicos‘, publicado por el Instituto de Nutrición y Trastornos Alimentarios y la Federación Española de Nutrición (FEN). Este interés puede constituir un problema para la salud, ya que trae consigo la aparición de una lista de alimentos supuestamente milagrosos, algunos estudiados y otros no.
Cuando se trata de alimentos con efectos sobre la salud, es vital saber distinguir entre un estudio científico y la práctica clínica. El estudio científico puede mostrar las bondades de un alimento o nutriente determinado, pero en la práctica clínica pueden no obtenerse los efectos probados en esa investigación. Esto se debe, en parte, a que en las investigaciones se emplean niveles altos de nutrientes, inalcanzables en una dieta normal, o que se utilizan ratas como modelos o realizan experimentos in vitro usando células humanas. Por otro lado, en determinados trabajos científicos, los alimentos se estudian de forma aislada, mientras que las personas los consumen en combinación con otros alimentos. La combinación produce una interacción entre ellos que lleva al organismo a disminuir o aumentar la capacidad para absorber determinados nutrientes. Un ejemplo comprobado es el de la grasa, que ayuda al beta-caroteno que contienen las zanahorias y espinacas a que se absorba más fácil y rápidamente cuando se ingieren juntos.
La salud de una persona no depende solo de la alimentación, menos aún de un único alimento
Las investigaciones en seres humanos son muy complejas. La salud o el bienestar de una persona no depende solo de la alimentación -menos aún de un único alimento-, sino de un complejo entramado donde entran en juego la genética, los hábitos de vida, el círculo social próximo o el marco sociocultural donde se encuentra. Esto no cuestiona el rigor de los estudios científicos, sino que dibuja un contexto más amplio que un laboratorio. Es en medio de todas estas variables, y no en un entorno controlado y aséptico, donde tiene lugar la alimentación de las personas. Por ello, una dieta de calidad y variada en alimentos nutritivos tiene más ventajas que una basada en un conjunto de «superalimentos» o en uno en exclusiva.
En el caso de necesitar asesoramiento, tratamiento o requerimiento nutricional, debe ser un profesional titulado y sanitario, capaz de interpretar estudios científicos, el que marque de manera individual las pautas de alimentación específicas para cada persona.
Hay muchos superalimentos en nuestra despensa
Los llamados «superalimentos» pueden llegar a confundir a los consumidores haciéndoles pensar que el resto de alimentos de la dieta no son tan saludables. Hay que ser cautos. Nuestra responsabilidad es fomentar una dieta amplia y variada. Un mayor consumo de frutas y verduras de temporada, así como cereales poco refinados o integrales, es la mejor forma de prevenir el exceso o defecto de vitaminas y minerales, sin necesidad de recurrir a la suplementación con alimentos que se encuentran fuera de la historia y cultura culinaria de la persona y que, en ocasiones, resultan muy caros.
La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) afirma que existen alimentos y bebidas cuyos nutrientes son adecuados para la salud de las personas: zanahorias, tomates, manzanas, plátanos, cebollas, ajos, pepinos, pimientos, col, brócoli, alcachofas; alimentos basados en cereales integrales como el pan, el arroz o la pasta; pescados y carne; frutos secos como nueces, almendras. Si buscamos «superalimentos», ¡empecemos por mirar en nuestras despensas! Estos alimentos y muchos más tienen la ventaja de ser económicos y de encontrarse a nuestro alcance, lo que permite consumirlos con regularidad y en cantidades suficientes para aprovechar al máximo sus valiosos nutrientes.