El verano es una época complicada para quienes padecen una enfermedad crónica como la diabetes. Pero, si se toman ciertas precauciones, esta dolencia no tiene por qué ser un impedimento para poder disfrutar de las vacaciones. Lo principal para poder vivir un merecido descanso estival es elaborar un plan teniendo presentes las particularidades de la enfermedad. Si se siguen ciertas recomendaciones como las que se exponen a continuación, es posible anticiparse a cualquier imprevisto que surja durante un viaje.
Consejos prácticos para las vacaciones de verano
Uno de los hándicaps del verano para las personas con diabetes son las altas temperaturas que suponen un riesgo para el buen control de la patología. El calor influye en la absorción de las insulinas, y también puede alterar y dañar la buena conservación de los medicamentos. Para hacer frente a esta cuestión, lo principal es estar bien hidratado en todo momento, ya que la pérdida natural de líquidos del cuerpo producida por el calor puede provocar deshidratación. Además, es fundamental, antes de iniciar cualquier viaje o desplazamiento, planificarlo del modo adecuado, sobre todo para evitar que este interfiera en las comidas, ya que para una persona con este diagnóstico es muy importante no alterar los horarios de las comidas.
Es recomendable medir el nivel de glucosa antes de iniciar un viaje, pero en especial si será en coche y la persona con diabetes es el conductor o conductora. En la bolsa de viaje se deben incluir tabletas de glucosa o alimentos que contengan carbohidratos, así como el doble de la medicación necesaria, y siempre en su envase original. Si el desplazamiento previsto es a una zona calurosa, es imprescindible proteger la insulina frente al sol, para evitar que se estropee. No está demás llevar en un lugar visible un identificador que informe de que se tiene diabetes. Y se debe evitar exponerse al sol o realizar deporte en las horas centrales del día, las más calurosas.
Si este verano se tiene previsto viajar al extranjero, es importante comentárselo a los profesionales sanitarios para que realicen un informe médico tanto en castellano como en inglés, por si en el lugar de destino se requiere de asistencia médica y para poder acceder al avión con todo el material necesario sin problemas en los controles de seguridad. Es necesario saber qué cobertura sanitaria existe en el lugar de destino y la disponibilidad de los medicamentos que se utilizan habitualmente.
Si se viaja a países de la Unión Europea (UE) existen convenios de asistencia si se presenta la Tarjeta Sanitaria Europea, que se puede solicitar en la Seguridad Social. Y si se va fuera de la UE, es una buena opción tener algún tipo de seguro médico. Es importante conocer los nombres comerciales y las presentaciones que tienen los medicamentos en el lugar de destino. Toda esta información se puede obtener contactando con la Federación Internacional de Diabetes (IDF), a través del siguiente correo electrónico: info@idf.org.
Lo conveniente para evitar tener problemas es otros países es llevarse todo el material médico que se necesite desde el lugar de origen, duplicando o triplicando la cantidad, y repartiendo la insulina, fármacos y los dispositivos necesarios entre las diferentes maletas que se lleven de viaje, por si alguna de ellas se extravía.
Viajar con insulina en avión
Respecto a la conservación de la insulina, es importante evitar su exposición a la luz y a temperaturas extremas, inferiores a 0 ºC o superiores a 30 ºC. En algunos casos, puede requerirse la utilización de una nevera o bolsa isotérmica. De todas formas, antes de su uso, es importante observarla con detenimiento, por si hubiera sufrido algún tipo de cambio. Por ejemplo, la insulina rápida estropeada por efecto térmico puede adquirir un color amarillento; la insulina más lenta, por su parte, puede no homogeneizar del modo correcto, quedando las partículas retardantes adheridas al cristal del frasco.
En el caso de viajar en avión con insulina, hay que tener presente que los medicamentos, incluidos los que son líquidos, como la insulina, están exentos de las normas para estos; y estará permitido llevarlos en el equipaje de mano para su empleo durante el viaje. Además, debe identificarse separadamente en los controles de seguridad, pero no es necesario que se transporten dentro de una bolsa de plástico. También es aconsejable contactar con las compañías aéreas, porque cada una tiene sus propios procedimientos para el trasporte de estos artículos dentro del avión.
En el caso de viajar con niños, los mayores de ocho o nueve años con diabetes deben tomar las mismas precauciones que los adultos, si bien los padres y responsables deben estar algo más pendientes de los menores de ocho años. Con estos pequeños se tienen que extremar las precauciones: seguir el tratamiento pautado por su profesional sanitario, hidratarlos, medir los niveles con más frecuencia, etc. Y como en el caso de los adultos, deben descansar, llevar un calzado cómodo y protegerse del sol con gorro o gafas y con crema protectora.
Todas estas indicaciones pueden resultar, a priori, engorrosas, pero no suponen tanto esfuerzo y permitirán disfrutar de las vacaciones y, al mismo tiempo, estar preparados ante cualquier contratiempo.