La llegada de un segundo bebé representa un cambio importante para sus padres, pero aún más para el primer niño, que dejará de ser hijo único para convertirse en el hermano mayor. Los adultos deben acompañar con atención a su primogénito, para que sus celos -que es normal que aparezcan- le afecten de la forma más leve posible. Este artículo aborda este cambio en la estructura familiar y brinda consejos para preparar al hermano mayor durante el embarazo, saber cómo actuar en el posparto y qué hacer con los celos. También apunta en qué casos corresponde preocuparse y consultar a un especialista.
De hijo único a hermano mayor, un gran cambio
La llegada del primer bebé modifica de manera radical las vidas de sus padres. Ante un segundo pequeño, el cambio no es drástico para ellos, pero sí para otra persona: el primogénito, que deja de ser el hijo único para convertirse en hermano mayor. Adaptarse a esta nueva realidad puede resultar difícil para el niño, en particular a ciertas edades. Los expertos en la materia ofrecen algunos consejos que funcionan como herramientas para ayudar a los progenitores y otros familiares a acompañar a los menores en estas circunstancias.
Las pediatras Dolores García y María del Carmen Mendoza, en la ‘Guía práctica para padres‘ de la Asociación Española de Pediatría (AEP), apuntan que la alteración en el comportamiento del niño en esta situación es normal. «De los padres y de su entorno -afirman estas especialistas- depende que este cambio en la estructura familiar se realice sin grandes traumas o que, por el contrario, se inicie un calvario para toda la familia».
Preparar al hermano mayor durante el embarazo
La primera decisión que los padres deben tomar es cuándo dar la noticia al pequeño. García y Mendoza explican que el embarazo debe ser seguro y que, para dar una idea al niño de cuándo será el nacimiento, pueden indicar la época en que se producirá: Navidad, el verano, etc.
El psicólogo infantil Jesús Díaz Rocillo, miembro de la Sociedad Española de Psicoterapia del Niño y del Adolescente (SEPYPNA), destaca la importancia de hacer partícipe al menor de la nueva realidad familiar. El niño debe comprender que «la llegada de un nuevo bebé no hará que él quede excluido, sino que la familia va a ser más grande», señala. Se puede hacer que colabore en la decoración del cuarto del bebé y en la elección de la ropa e incluso del nombre.
De todos modos, conviene evitar hablar todo el tiempo de la gestación y el futuro niño, al menos delante del hijo mayor. Otro consejo consiste en evitar las falsas expectativas respecto del hermano pequeño en camino. Lo que sus padres esperan es un bebé, no un niño que podrá ponerse a jugar en cuanto salga del hospital. El documento de la AEP sugiere enseñar al menor fotos de él mismo cuando era un recién nacido e incluso del embarazo, para que tenga una idea más clara del proceso.
Consejos para el posparto
Lo más adecuado es que el recién nacido no esté en brazos de la madre la primera vez que el hermano mayor lo vea. Así lo recomiendan los pediatras Ricardo Recuero y Concha Bonet, en un artículo publicado por la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap). También aconsejan dejarle acariciar al bebé y que durante un rato ambos estén junto a la madre.
Además, se debe evitar que el hermano mayor se quede solo con el recién nacido, porque con frecuencia esta etapa se caracteriza por los cambios de humor repentinos y no es extraño que el niño «pase en un instante de achuchar al bebé a querer dañarle físicamente en un arrebato de celos», según explican García y Mendoza.
El desafío es explicar al menor que la familia es un equipo y que «él tiene una responsabilidad dentro del equipo», indica Díaz Rocillo. ¿Cuál es esa responsabilidad? La de ser modelo. «Su hermanito le va a admirar, a querer imitar y a querer cuidar también», de modo que su lugar será especial: el ejemplo a seguir para su hermano pequeño.
¿Qué hacer con los celos?
Los celos ante la llegada de un nuevo hermano son normales e inevitables. De hecho, «un niño que no expresa ningún tipo de celo, por pequeño que sea, puede que esté escondiendo algún otro problema», enfatizan García y Mendoza. En estas situaciones, los celos tienen dos tipos de manifestaciones: las rabietas (que pueden ocurrir en cualquier momento, debido a los cambios de humor) y las regresiones, es decir, volver a etapas ya superadas, como hacerse pis en la cama o exigir ayuda para cosas que ya sabe hacer.
La causa psicológica de estas regresiones -que son más notorias cuando la edad del hermano mayor está en torno a los tres años- radica en el hecho de que el hijo observa los cuidados que recibe su hermanito menor y cree que, si él volviera a necesitar a sus padres de esa manera, recibiría mayor atención. Ante esto, las expertas de la AEP recomiendan ser comprensivos con el niño, procurando que entienda que sus padres lo siguen queriendo como antes.
En este sentido, el principal consejo de Díaz Rocillo es ayudar al menor a poner en palabras lo que le sucede. Decir al niño «Tú tienes un poquito de celos» o «Estás llorando porque estás triste, ¿verdad?» le permite poner nombre a sus sentimientos y esto le ayuda a procesarlos. El problema, según el psicólogo infantil, es cuando eso no ocurre, pues el menor internaliza lo que no puede expresar y esto deriva en anomalías en la personalidad, que incluso con el tiempo pueden convertirse en graves.
¿De qué formas demostrar al pequeño que sus padres lo siguen queriendo igual que antes de la llegada de su hermanito? Una clave es tratar de mantener, dentro de lo posible, las rutinas previas: juegos, paseos, el baño, el cuento antes de dormir, etc. También que sus mayores dediquen un tiempo en exclusiva para él. Como la lactancia y otras cuestiones ocupan a la madre más tiempo con el recién nacido, es una buena oportunidad para que el mayor refuerce su relación con el padre. El niño puede incluso tomar parte del cuidado del bebé, con acciones como colaborar como ayudante en el cambio del pañal, elegir la ropa para el paseo o cantarle una canción.
Las rabietas y las regresiones, que están dentro de lo considerado normal cuando el niño se convierte en hermano mayor, no deberían durar más de dos o tres semanas. En caso de que se extiendan más allá de ese tiempo, o cuando se presentan factores de mayor gravedad, como pérdida de apetito, trastornos del sueño, dolor de cabeza o de tripa o si el niño se comporta de manera poco habitual (carácter mohíno, encerrado en sí mismo, irritado o irascible), el consejo de Jesús Díaz Rocillo es acudir a un pediatra o un psicólogo infantil.
En su opinión, si ocurre eso es porque el pequeño “no logra procesar la llegada de su nuevo hermano” y, como consecuencia, “se le está enquistando la angustia y la ansiedad. El menor tiene una serie de temores y fantasías, que no se sabe cuáles son, pero que están creando un comportamiento anómalo para él y, por lo tanto, para la familia”.