Se conoce como pregorexia al trastorno alimentario que afecta a las gestantes y que consiste en un temor obsesivo a engordar durante el embarazo. Esto ocasiona una alimentación insuficiente y una cantidad excesiva de ejercicios, que pueden tener graves consecuencias para la mujer y, sobre todo, para el bebé. Este artículo señala las características de la pregorexia, sus factores de riesgo, síntomas y consecuencias y la forma de tratarla. Además, destaca la importancia de una alimentación adecuada durante la gestación.
Pregorexia, la anorexia de las embarazadas
Se llama pregorexia a un trastorno alimentario que algunas mujeres sufren en el embarazo y que se define como el temor obsesivo hacia el aumento de peso durante ese periodo, ya que sienten que su imagen corporal podría verse afectada. El término, acuñado por los medios de comunicación de Estados Unidos en 2008, surge a partir de la unión de las palabras pregnant («embarazo») y anorexia (se escribe igual en inglés y en español). Es decir, la pregorexia es una especie de «anorexia de las embarazadas».
Esta obsesión lleva a las mujeres a repetir dos conductas: hacer demasiado ejercicio y comer menos de lo necesario. Ambas son muy peligrosas, tanto para su propia salud como para la del bebé.
Este trastorno todavía no aparece registrado en las clasificaciones oficiales de enfermedades. De hecho, como explica la doctora Elvira Larqué, profesora de Fisiología de la Universidad de Murcia y miembro de la junta directiva de la Sociedad Española de Nutrición (SEÑ), pregorexia es «un término que apenas se usa en el ámbito clínico y, a nivel científico, no se dispone apenas de estudios al respecto». Sin embargo, y aunque en España no hay estadísticas oficiales al respecto, es una realidad de la cual muchos especialistas ya deben ocuparse. En Reino Unido, según Larqué, se habla de que un 7% de las embarazadas presenta síntomas compatibles con trastornos de la conducta alimentaria.
Factores de riesgo y síntomas de la pregorexia
El principal factor de riesgo de la pregorexia es haber padecido con anterioridad algún desorden de alimentación. Por ello, las mujeres que han pasado por esa experiencia y que estén planeando un embarazo o acaban de quedar en estado merecen «un especial control y vigilancia por parte de los profesionales sanitarios». Así lo detalla Itziar Zazpe, especialista en Nutrición Humana y Dietética de la Universidad de Navarra.
Más allá de este aspecto, los expertos enumeran una serie de síntomas y señales de alerta que pueden indicar la presencia de pregorexia. Son las siguientes:
- Ganancia de peso menor a la adecuada. La gestante con pregorexia controla con mucha frecuencia su peso corporal, hace dieta, se preocupa mucho por las calorías que consume y los kilos que gana y procura que estos sean los menos posibles, sin tener en cuenta la cantidad de peso que es saludable subir durante esta época.
- Aparecen alteraciones analíticas, como la anemia, un estrés elevado, depresión o vómitos frecuentes.
- Crecimiento fetal inadecuado, que se detecta a través de las ecografícas. Si el problema es de mayor gravedad, se puede advertir a simple vista que la tripa es de menor tamaño a lo que corresponde para el momento del embarazo en el que se encuentra.
- Actividad física excesiva. La mujer hace demasiados ejercicios, no con el fin de mantenerse en forma, sino para gastar la energía ingerida. Además, es muy crítica con su propio cuerpo.
- Negación del problema. La pregoréxica no ve que tenga un problema y se opone a pedir ayuda para solucionarlo.
Consecuencias de la pregorexia
La mujer con pregorexia sufre alteraciones analíticas como anemia, estrés y depresión, pero también otros problemas, como desnutrición, caída de cabello y descalcificación ósea.
Sin embargo, las consecuencias más graves afectan al bebé en formación. «Una ganancia de peso deficitaria es peligrosa y se asocia con mayor riesgo de parto pretérmino, desarrollo de enfermedad cardiovascular y tendencia a la obesidad de los hijos en la etapa adulta», comenta Elvira Larqué. Esta tendencia a la obesidad se explica a través de lo que se conoce como el «fenotipo del gen ahorrador». Como el feto recibe menos nutrientes de los que necesita, adapta su metabolismo a esas condiciones. Cuando nace y se encuentra en un ambiente con un acceso a alimentos en mucha mayor cantidad, tiene un riesgo más elevado de padecer obesidad, ya que, en palabras de Larqué, «su utilización de energía está, en cierta manera, optimizada».
Además, un aporte insuficiente de nutrientes durante el primer trimestre aumenta de forma notoria el riesgo de que el bebé sufra alteraciones del tubo neural, como la espina bífida. Para evitarlo, se recomienda no solo una alimentación adecuada sino tomar suplementos de ácido fólico. En el segundo y el tercer trimestre se producen problemas de crecimiento fetal y aumentan las tasas de aborto espontáneo, retraso mental, parálisis cerebral, malformaciones óseas, digestivas o cardiovasculares. «En casos muy graves -apunta Itziar Zazpe- se puede llegar a la muerte intrauterina«.
¿Cómo se trata la pregorexia?
Cuando se diagnostica pregorexia, la primera intervención necesaria es la dietética, para solucionar cuanto antes las carencias nutricionales que se estén produciendo. Además, «la mujer con pregorexia necesitará también un tratamiento psicológico y psiquiátrico -informa Itziar Zazpe- tanto durante el embarazo como en el postparto». En particular, en el caso de quienes han sufrido anorexia u otros trastornos alimentarios antes, el tratamiento integral de la paciente debe ser abordado por psiquiatras, endocrinos, nutricionistas y ginecólogos.
Es importante que la mujer tenga claro que el aumento de peso es necesario para una gestación saludable. «El peso óptimo que debe ganar durante el embarazo depende del peso con el que inicie la gestación», destaca Larqué, por lo cual será el ginecólogo quien le asesore y controle su peso. En cualquier caso, también es fundamental que la mujer sea consciente de que el embarazi es uno de los momentos más inapropiados para iniciar una dieta de adelgazamiento.
“Si seguir una dieta adecuada es fundamental en cualquier etapa de la vida -señala la doctora Elvira Larqué- durante la gestación cobra aún más importancia”. Pero destaca que, en ese periodo, las necesidades nutricionales son más exigentes que las calóricas. De hecho, aumentan los requerimientos de proteínas, calcio, yodo, fósforo, magnesio, hierro y de las vitaminas C, B1, B2, ácido fólico, A, D y E.
Sin embargo, la demanda de energía apenas se incrementa un 10% (entre 100 y 300 kilocalorías diarias) y solo en la segunda mitad del embarazo. “Esto significa -afirma la experta de la SEÑ- que la gestante no necesita comer mucha más cantidad, pero sí que debe ocuparse de la calidad nutricional de su dieta”. La manera más apropiada de asegurar esa calidad nutricional es a través de alimentos ricos en vitaminas y minerales, como las frutas y verduras, y tomar algo más de lácteos, para aportar calcio vitaminas A y D.
Larqué añade un consejo: comer con más frecuencia en lugar de poner más cantidad en el plato. Es un modo de prevenir que la ansiedad la haga comer de más.