El azúcar se ha convertido en una de las prioridades mundiales frente a las que luchar en el mundo de la nutrición. Las grandes instituciones, como la Organización Mundial de la Salud (OMS) instan a reducir su consumo y recomiendan que los gobiernos tomen medidas para hacer los productos azucarados menos apetecibles, si no al paladar, al bolsillo. El nuevo impuesto a las bebidas azucaradas, aprobado a comienzos de diciembre, es el ejemplo más reciente y cercano de ello. Los problemas asociados al exceso de azúcar son ya muy conocidos, pero ¿qué ventajas tiene reducir las cantidades de azúcar que se ingieren de forma habitual? ¿Se notan los beneficios? El siguiente artículo responde a estas preguntas.
Ya ha pasado la época de la «grasa-fobia» sinsentido, y la gente empieza a plantearse con seriedad reducir la cantidad de azúcar que ingiere pese a los esfuerzos de muchas marcas y empresas de quitarle hierro al asunto. Muchos artículos hablan de los problemas que puede causar el azúcar para la salud. Como ya hay mucho contenido al respecto, en este texto se plantea algo distinto: qué beneficios supondría reducir o eliminar la cantidad de azúcar que incluimos en la dieta. ¿En realidad se notará?
En este sentido, un joven holandés hace unos años se sometió a sí mismo a un experimento en el que dejaba de tomar azúcar, alcohol y aditivos y reflejaba los efectos en un documental. Sin embargo, tal y como se amplía en este artículo, no es una prueba válida porque se mezclan muchos factores (deja muchas cosas a la vez, unas con sentido y otras más bien basadas en bulos) y, lo principal, porque es solo un sujeto.
Para poder arrojar algo de luz con rigor, es mejor repasar la literatura científica y salir de la dinámica del «a mí me fue muy bien» para saber bien qué podría suponer este cambio dietético.
¿Qué beneficios nos podría suponer reducir el azúcar?
- Pérdida de peso. El consumo de azúcar libre o bebidas azucaradas es un determinante principal en el sobrepeso y la obesidad de las personas.
- Menor riesgo cardiovascular. Reducir el peso ya es un garante fantástico para una mejor salud cardiovascular. Pero ahí no acaba la cosa. El consumo de azúcar afecta a otras variables como la presión arterial y la presencia de lípidos sanguíneos como triglicéridos o colesterol LDL y total. Como ya se advirtió en el artículo ‘Colesterol: los peores alimentos para el riesgo cardiovascular‘, el azúcar, junto a las grasas trans, es unos de los peores enemigos para la salud cardiovascular.
- Regulación del apetito. El patrón de dieta occidental invadida con productos ultraprocesados produce, entre otras cuestiones, una resistencia a la leptina, hormona involucrada en el apetito. Al reducir la cantidad de azúcar dietético se revierte esa resistencia y se recupera el correcto funcionamiento del apetito.
- También hay indicios de que una dieta con más cantidad de azúcar puede llevar a comer más, con episodios de hiperfagia. Razón de más para evitar esta predisposición, sobre todo si se tiene en cuenta que el azúcar es una sustancia altamente adictiva.
- Recuperación del umbral de los sabores. Al seguir una dieta baja en azúcar somos capaces de restaurar los umbrales de percepción de los sabores. Del mismo modo que cuando se deja de fumar se recupera olfato y apetito, las personas que dejan de consumir tanto azúcar son capaces de notar cambios significativos tras 2-3 meses, percibiendo los dulces hasta un 40% más dulces que quienes sí siguen tomando azúcar.
- ¿Mayor esperanza de vida? Parece lógico pensar que, si se aplican las anteriores mejoras y prevenciones, gozaremos de una mayor calidad y esperanza de vida. Pero, por si fuera poco, también hay motivos a nivel bioquímico que hacen pensar que una dieta baja en azúcar y también energía podría ser uno de los factores que aumenten la longevidad. Si, además, esta moderación calórica se hace a partir de las calorías vacías del azúcar, tendremos muchos más motivos para pensar que estamos en el buen camino.
Todos estos efectos, científicamente estudiados, son razones geniales para reducir el azúcar de la dieta. No son las típicas consecuencias a largo plazo, que apuntan más a la prevención de enfermedades, sino efectos que se pueden notar a corto-medio plazo. ¿Qué tal si empezamos a rebajar el dulzor de nuestra dieta poco a poco?