Casi todos los niños, en algún momento, se niegan a dar o recibir besos de familiares u otros adultos. Es entonces cuando en los padres surge la duda. ¿Hay que obligarles a que lo hagan? La respuesta de los especialistas es que no: hay que aceptar sus deseos y decisiones, sin forzar ninguna situación. Este artículo ofrece detalles acerca de por qué no hay que obligar a los hijos a dar o recibir besos y la importancia de respetar sus decisiones. También explica que la clave para que lo hagan radica en tener paciencia y reforzar los vínculos entre los pequeños y los adultos. Además, al final del texto se aclara si es mala la costumbre de besar a los niños en los labios.
Si el niño no quiere besos, no hay que obligarlo
La cuestión de los besos y los niños a menudo es motivo de preocupación para algunos padres. Temen que sus hijos parezcan «poco educados» si rehúsan a besar a otras personas, sobre todo a familiares como tíos y abuelos. Y también está la preocupación de que estos parientes se sientan mal, debido a que los pequeños les nieguen un beso, como si «no los quisieran». Y es una situación que se repite con frecuencia: el niño no quiere dar besos ni ser besado por otras personas y, si de todos modos lo besan, pone cara fea o se pasa la mano para «borrar» el beso después de recibirlo. ¿Qué se debe hacer en esos casos?
Los expertos coinciden en que no se les debe obligar a dar besos cuando no quieren hacerlo. «Como casi todo en la vida, no debe hacerse nada a la fuerza«, explica José Luis Gonzalo Madorrán, psicoterapeuta infantil y miembro de la Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente (SEPYPNA).
¿A quién se desea beneficiar cuando se le pide a un niño pequeño que bese o se deje besar por un adulto? Esa es la pregunta que plantea, por su parte, la psicóloga Sabina del Río Ripoll, también miembro de la SEPYPNA y especialista en maternidad. «¿Realmente pensamos que es algo que tienen que aprender? -interroga-. ¿O pensamos en que nos hagan quedar bien ante los familiares y que nos digan qué cariñosos y educados son nuestros niños? ¿O queremos que los adultos se sientan queridos por nuestros hijos?».
Respetar los deseos y las decisiones de los niños
Del Río aconseja preguntar o pedir permiso a los niños, para que ellos «sepan que es algo que tienen que decidir, pues se trata de su cuerpo». Decirle, entonces, «¿te puedo dar un beso?», «¿quieres darle un beso al abuelo que ya se va?» o «me encantan tus besos, ¿me das uno?» es una buena manera de enseñarles que esto es «algo sobre lo que pueden decidir y los adultos debemos respetar».
El saludo es parte del protocolo de nuestra vida en sociedad. Por ello, explica Del Río, «es importante enseñar y educar a los niños acerca de a quién, cuándo y cómo se saluda en cada situación». Pero saludar es una cosa y dar o recibir un beso, otra muy distinta. «Un beso es algo íntimo -detalla esta psicóloga- que implica el contacto de los labios, una zona erógena, con la piel, otra zona erógena, de otra persona, y que normalmente se hace cuando uno quiere y siente cariño o amor hacia otro».
El libro ‘Ni un besito a la fuerza’ (Ed. Maite Canal, 1994), con textos de Marion Mebes e ilustraciones de Lydia Sandrock, que fue editado por el Gobierno de Aragón y que se puede leer online aquí, enseña a los menores que no están obligados a recibir besos cuando no lo desean. Y detalla la existencia de muchos tipos de besos: de buenas noches, de alegría, «para sanarte si te haces daño», etc. Esto también es parte del aprendizaje del niño: se le debe explicar qué tipos de besos hay, cómo son y entre quiénes se dan (dos en las mejillas cuando se saluda a los amigos, uno en la cara cuando hay confianza y cariño, en la boca entre dos adultos que son pareja, etc.).
Tener paciencia y reforzar los vínculos con los pequeños
El psicólogo Jordi Artigue -también miembro de la SEPYPNA- señala que, entre los 8 y 12 meses de vida, el bebé ha adquirido la capacidad de «diferenciar los vínculos con los progenitores de los vínculos con otros familiares o adultos». Entonces el niño, que antes podía ir de brazo en brazo sin problemas, comienza a mostrarse retraído. Pero «no tienen mala intención», indica Artigue, sino que «están explorando a quién tienen alrededor». Si los abuelos o tíos siguen mostrando afecto y cariño, añade el psicólogo, más tarde o más temprano aceptará de nuevo sus besos. «Pero se deben tolerar sus dudas e incertidumbres«, advierte.
Cuando el pequeño, superada esa etapa, se niega a besar a familiares u otras personas cercanas, «hay que preguntarse por qué, ya que puede haber razones de peso», apunta José Luis Gonzalo. En ocasiones, esos motivos son muy simples. Muchos se asustan ante ciertas características físicas, como una barba muy abundante, un tipo de mirada o cualquier otro elemento que le desagrade.
También puede ocurrir que, pese a los lazos de familia, el vínculo no sea lo bastante sólido como para que el niño desee expresar su afecto con un beso. Como apunta Gonzalo, «a veces los pequeños pueden mostrar antipatía hacia ciertas personas y, a diferencia de los adultos, no lo ocultan, porque aún no han aprendido a fingir». Debido a esto, la recomendación es que los adultos -tanto los padres como los demás familiares- comprendan al niño y procuren fortalecer los vínculos con él. Cuando adquiera la confianza necesaria, lo expresará a través de besos y otras muestras de cariño espontáneas, ya que los pequeños tienen muchos menos prejuicios que los mayores. Y, en todo caso, en palabras de Jordi Artigue, los adultos deben entender que «también tienen derecho a tener días malos».
La psicóloga Sabina del Río pone el foco en un aspecto delicado de la cuestión de los menores y los besos: el peligro de los abusos. En relación con esto, se refiere primero a la costumbre, habitual en algunas familias, de que padres e hijos se den besos en los labios, una práctica que “no es ni buena ni mala en sí misma -apunta- pero que puede generar confusión en los niños”. Por ello, asegura que una forma clara de protegerles es explicarles que los besos en la boca son algo que solo hacen los adultos, y no los adultos y los niños.
Y la especialista va más allá: “Podemos caer en una contradicción cuando queremos prevenir a los pequeños de abusos por parte de los adultos y, a la vez, les obligamos a que reciban y den besos”. Y recuerda que “la mayoría de los abusos a los niños son por parte de familiares y personas conocidas cercanas a estos”. En este mismo sentido, el psicoterapeuta José Luis Gonzalo enfatiza que “no animaría nunca al menor a dar ningún beso a un desconocido”.