Al tamarillo se le conoce también como tomate de árbol por su parecido con esta hortaliza. Con ella comparte el color rojizo de su piel -aunque también los hay con piel de color naranja o amarillo-, su forma oviforme, su piel lisa y su pulpa repleta de pequeñas pepitas, aunque en el tamarillo es más gelatinosa y de color naranja oscuro. En general, los tamarillos tienen sabor agridulce, ligeramente amargo sobre todo si se come la piel, aunque los de piel de color naranja son más dulces, sobre todo si están bien maduros.
El tamarillo parece ser oriundo de países sudamericanos, principalmente Perú, aunque hoy en día se cultiva en las zonas tropicales altas de Colombia, Brasil, Kenia, India y Sri Lanka, e incluso se produce en California, Sudáfrica y Nueva Zelanda.
No solo de postre
Esta suculenta fruta es más dulce si está bien madura, y esto se puede comprobar si su piel tiene un color muy rojo y está blanda al tacto. El tamarillo es un concentrado de vitaminas y nutrientes antioxidantes, como el beta caroteno y la vitamina C; y de esta fruta no hay que despreciar su contenido en fibra, por lo que su consumo beneficia particularmente a quienes tienen con frecuencia estreñimiento.
Cortada por la mitad, esta fruta se puede comer con cuchara, sin la piel para que no resulte amarga. Aunque lo habitual es comer las frutas de postre o entre horas, también se pueden añadir a las ensaladas, a las que dan el resultado esperado. ¡Están riquísimas! El tamarillo, cortado en rodajas finas se puede añadir a las ensaladas, o se puede mezclar con los cereales y el yogur obteniendo un nutritivo y refrescante desayuno.
En los países en los que se cultiva el tamarillo, se emplea como ingrediente de una popular conserva agridulce llamada Chutney, que sirve de guarnición de carnes y aves, o como si fuera mermelada. Se elabora cociendo el tamarillo en vinagre con azúcar y especias hasta adquirir una consistencia de confitura más o menos cremosa, con tropiezos de la propia fruta.