Lo que un equipo de investigadores de la Duke University ha llevado a cabo podría calificarse muy bien como «dar la vuelta a la tortilla». Tomaron como muestra a siete niños con alergia al huevo (una de las alergias alimentarias más extendidas) y los «vacunaron» mediante dosis escalonadas de productos conteniendo huevo, de forma que en menos de dos años los pacientes consiguieron una desensibilización alérgica total o casi total.
Junto a la alergia al huevo, el grupo de las alergias alimentarias se nutre de la alergia a los cereales que contienen gluten, al pescado, crustáceos, cacahuete, soja, leche (y productos lácteos), nueces, apio, mostaza, sésamo y sulfitos. Los niños vacunados por este nuevo método, con edades comprendidas entre uno y siete años, recibieron dosis crecientes de huevo, empezando por una milésima parte, en periodos espaciados de ocho horas y mezcladas con la alimentación normal. La dosis máxima alcanzada fue de una décima parte y sirvió de mantenimiento a lo largo del estudio. Cada dos semanas, los pacientes eran visitados por el médico para constatar el progreso de la desensibilización.
Ariana Buchanan, responsable del trabajo The Journal of Allergy and Clinical Immunology informó que la mayoría de los niños fue capaz de incluir un plato con dos huevos revueltos en su dieta sin mostrar ningún tipo de sintomatología alérgica. «Es un tratamiento seguro y, en el peor de los casos, mejora la respuesta del organismo a una ingestión accidental».
Un peligro invisible
Para el año 2015 casi la mitad de los niños europeos sufrirá algún tipo de alergia alimenticiaLos datos no son esperanzadores, ya que se cree que para el año 2015 casi la mitad de los niños europeos padecerá un tipo u otro de alergia alimenticia. Las alergias estacionales son fáciles de controlar, pero las alimentarias no tanto. De hecho, la industria alimentaria ha multiplicado por trescientos la oferta de productos destinados a determinadas alergias alimentarias, consciente de que se trata de un problema compartido por millones de consumidores.
Es sobre todo en los niños donde más hay que vigilar. En casa, en la escuela o la guardería, un niño o una niña pueden ingerir productos que, bajo una apariencia distinta o desacostumbrada, contienen el alergeno intolerado. Los síntomas pueden aparecer en segundos o hasta horas, y varían desde una erupción en la piel a dificultad para respirar o un choque anafiláctico que podría causar incluso la muerte. Los alérgicos deben optar en estos casos por productos que explícitamente prescindan de su alergeno (muchos alergenos pueden quedar enmascarados en sopas, salsas o comidas elaboradas), leer el etiquetado de cada producto envasado, acostumbrarse a comidas muy simples y caseras y mantener una higiene estricta en la limpieza de los utensilios de cocina.
Mecanismo
La alergia alimenaria es una respuesta del sistema inmunológico que erróneamente considera a un determinado alimento como nocivo y desarrolla anticuerpos específicos contra él. Cada vez que el individuo ingiere ese alimento «proscrito» el sistema inmunológico libera cantidades masivas de sustancias químicas, incluyendo histamina, que desencadenan un seguido de reacciones inflamatorias y síntomas alérgicos, afectando al aparato respiratorio, al tracto gastrointestinal, la piel o el sistema cardiovascular.Hasta el momento no existe ningún tratamiento específico para curar la alergia a los alimentos. Evitarlos es el único modo de prevenir la reacción alérgica. La incidencia de alérgenos alimenticios es mayor en unos platos que otros. Son los manjares con alto contenido proteico los que más problemas suelen presentar. El primer lugar lo ocupa la leche de vaca, un producto que provoca alergia en dos de cada cien niños. Sin embargo, esta alergia suele ser transitoria y, superados los cuatro años, desaparece. El huevo es responsable de un 35% de los casos de alergia; su mayor peligro no está en la yema, sino en la clara. En las alergias alimenticias del adulto, el mayor riesgo proviene del cacahuete; le siguen las nueces y las avellanas. Por otro lado, hay también alergias de reacción cruzada, cuando un producto provoca reacciones de hipersensibilidad al estar mezclado con otro: algunas reacciones típicas son tomate y arroz, o leche de vaca con carne.
La mejor leche es precisamente la que tiene envase de carne, y la mejor manera de plantarle cara a las alergias es la prevención desde los primeros instantes de vida, proporcionando al bebé lo que mejor conoce y asimila. Datos científicos avalan la conveniencia de prolongar la lactancia todo lo posible, por lo menos hasta los seis meses de vida del pequeño, a fin de garantizar un funcionamiento correcto del sistema inmune y evitar reacciones alérgicas.
En el momento en que la madre no es capaz de producir leche materna u opta por una alimentación sustitutiva el niño puede mostrarse sensible a ciertos preparados. En lactantes que no estén alimentados mediante lactancia de pecho, o en quienes resulte preciso suplementar la leche materna, se deben usar fórmulas de hidrolizados de proteínas en lugar de fórmulas con base de soya o leche, ya que han demostrado ser menos sensibilizantes.
A medida que el niño vaya cumpliendo meses y su sistema inmunológico sea más fuerte, la dieta podrá incluir más alimentos. Sólo transcurridos doce meses se recomienda comenzar con frutas, carne, arroz y verduras; reservando para más las comidas a base de leche y derivados lácteos o cereales como el maíz o el trigo. Al cumplir los dos años entran en juego los alimentos potencialmente más arriesgados: pescado, huevos y frutos secos. Retrasar la introducción de alimentos sólidos es un factor protector, pero no es en absoluto una garantía. También influye la historia familiar de alergias y otros factores ambientales.