Además, la mujer que tiene una carencia antes de la gestación es difícil que la supere una vez ha quedado embarazada. Es probable que el problema se mantenga o se agrave, lo que puede perjudir el curso y el resultado del embarazo.
En poblaciones desarrolladas, la anorexia y el control extremo del peso corporal, así como el padecimiento de obesidad y el excesivo consumo de tabaco, cafeína y alcohol, pueden condicionar una disminución de la fertilidad. Por otra parte, las deficiencias en folatos, vitamina C, A, D, E, tiamina o B1, zinc, selenio, yodo, calcio y hierro han sido señaladas como las responsables de algunos casos de infertilidad, que se solucionaron al corregir la carencia.
Pero todas las mujeres en edad de tener hijos pueden tomar medidas para aumentar sus probabilidades de tener un bebé sano, aún antes de concebir. Algunas de estas precauciones serían someterse a una visita médica antes de quedar embarazada, adoptar un estilo de vida sano y cuidar la alimentación. Y es que el mejor momento para comenzar a seguir una dieta saludable y equilibrada es antes de quedar embarazada. La buena alimentación antes del embarazo va a asegurar que tanto la madre como el bebé cuenten desde ya con los nutrientes que ambos necesitan. El primer paso para alimentarse debidamente consiste en prestar atención a los alimentos que constituyen su dieta diaria e introducir aquellos cuyas necesidades van a estar aumentadas durante los meses que dura la gestación con el fin de aumentar las reservas corporales.
Recomendaciones generales de la dieta
– Tenga en cuenta que «comer bien» no significa ni comer mucho ni comer basándose en alimentos caros.
– Todos los alimentos tienen un lugar en la dieta: variar al máximo la alimentación, incluyendo todos los grupos básicos de alimentos y dentro de cada uno de ellos, alimentos de distintos tipos (diferentes tipos de fruta o verdura, etc.)
– Seleccione los alimentos en función de su calidad y no de la cantidad.
– Fraccione la alimentación en varias tomas (entre 4 y 6) a lo largo del día.
– Coma despacio, masticando bien los alimentos, en ambiente relajado, tranquilo, evitando distracciones (TV, radio, etc.) y ordenadamente: comience por el primer plato, después el segundo y por último el postre.
– Evite el consumo de alcohol. Disminuye el aprovechamiento de ciertos nutrientes (proteínas, hierro, vitaminas del grupo B, calcio…), aporta calorías vacías y, en el momento en que se quede embarazada, su abuso puede provocar malformaciones en el feto.
– Beba abundante líquido a lo largo del día, preferentemente fuera de las comidas para favorecer la digestión.
– Tenga en cuenta que los siguientes alimentos no deben faltar de la mesa en su justa medida…
- Leche y lácteos: preferiblemente semidesnatados.
- Carnes, pescado, huevos y derivados: aves y carnes magras (pollo y pavo sin piel, ternera magra, cinta de lomo, conejo, solomillo de cerdo o ternera, caballo, potro..), hígado, pescados (blanco y azul) y huevos.
- Cereales, patatas y legumbres: preferir algunos cereales integrales (pan, galletas, biscotes, pan de molde), aunque dependerá la dieta de cada persona.
- Verduras y hortalizas: todas, a ser posible una ración diaria cruda (ensaladas).
- Frutas frescas.
- Bebidas: agua, caldos desgrasados, infusiones, zumos sin azucarar.
- Grasas: aceites de oliva y semillas (girasol, maíz, soja…), mantequilla y margarina vegetal, frutos secos.
- Otros: mermelada, miel, salsas y acompañamientos de platos a base de hortalizas…