Todos los órganos y células de nuestro organismo necesitan de sustancias nutritivas que nos proporciona la alimentación cotidiana para poder llevar a cabo sus funciones correctamente. Una alimentación desequilibrada puede producir de forma generalizada carencias específicas de ciertas vitaminas o minerales que se manifiestan mediante una serie de síntomas como son apatía o desgana, irritabilidad, cansancio, falta de atención…. La deficiencia en hierro se relaciona con alteraciones en el funcionamiento del cerebro, menor capacidad de concentración, fallos de memoria…; la falta de magnesio nos vuelve susceptibles al estrés; la escasez de tiamina (B1) es causa de depresión, irritabilidad, falta de concentración y poca memoria…; una deficiencia ligera de niacina (B3) puede ser causa de depresión; la falta de piridoxina (B6) puede causar irritabilidad y depresión y con poca B12 se producen alteraciones en el sistema nervioso.
Fuentes: hierro (carnes -sobre todo de caballo-, hígado, yema, legumbres, frutos secos, cereales integrales y fortificados), magnesio (cereales, verduras y legumbres verdes, frutas, nueces, avellanas, chocolate, ciertas aguas de bebida), tiamina (cereales integrales, legumbres y carnes), niacina (vísceras, carne, pescado, legumbres y cereales integrales), piridoxina (cereales integrales, hígado, frutos secos, levadura de cerveza), Vitamina B12 (carne, huevo, pescado, lácteos, ciertas algas y fermentados de la soja…).