En el mundo de la nutrición se han mantenido numerosos mitos alimentarios sin ningún fundamento riguroso por el simple hecho de repetirlos hasta la saciedad. Entre estos mitos y falacias, hay una colección de alimentos que tienen una mala fama inmerecida. En general, esto sucede porque se cree que provocan enfermedades y problemas o que contienen sustancias nocivas que en realidad no lo son. La mala reputación también se alimenta de expectativas defraudadas, cuando las supuestas propiedades que se les atribuyen se alejan mucho de la realidad. En el artículo de hoy se hace un repaso de los alimentos más injustamente demonizados.
Frutos secos
Se ha dicho de ellos que engordan. Esta afirmación se basa en su elevado aporte energético. Y es cierto, los frutos secos tienen muchas calorías, pero esto no quiere decir que engorden, tal y como se explica en el artículo ‘Las dietas bajas en grasa no son buenas para adelgazar‘.
Los frutos secos son alimentos ricos en proteína, grasa y fibra. Esto los convierte no solo en alimentos concentrados y nutritivos, sino también en más saciantes. Por si fuera poco, el aprovechamiento que hace el cuerpo de la energía que se ingiere a través de los frutos secos es menor porque una parte de esta energía se pierde por las heces. A su vez, consumir frutos secos aumenta parcialmente el propio gasto calórico, sacia y, en consecuencia, hace que luego se coma menos cantidad. Como se ve en el siguiente gráfico, esta dinámica hace que, al final, los frutos secos no aporten tantas calorías como se pensaba.
Además, los frutos secos son una excelente opción para mejorar los marcadores cardiovasculares. Por tanto, no hay que temer su consumo. Son una alternativa estupenda para reforzar comidas o disfrutar entre horas.
Lácteos enteros
Han sido muy criticados debido a que en su composición tienen más grasa saturada y más colesterol que las versiones desnatadas. Esto, que a priori podría parecer una desventaja, no los convierte en menos saludables. A día de hoy, no se puede decir que tomar lácteos enteros sea peor que consumir desnatados desde una perspectiva de salud. Por el contrario, al ingerir las versiones desnatadas se quitan nutrientes que, entre otras cuestiones, contribuyen a la saciedad. Se da la paradoja de que quienes toman más productos desnatados tienden a comer más durante el día, debido a que se subestiman las calorías que tienen los productos «bajos en grasa». No se puede concluir, por tanto, que los lácteos desnatados sean más sanos que los enteros.
Huevos
Limitados durante mucho tiempo a «como mucho, tres a la semana», los huevos han sido uno de los alimentos más injustamente apartados de la alimentación saludable.
Con una calidad proteica excepcional, además de un perfil graso muy interesante, el huevo constituye una opción genial para poder consumir incluso a diario. El hecho de que posee un alto contenido de colesterol es irrelevante. Por un lado, porque el colesterol dietético de alimentos como el huevo no contribuye a la subida del colesterol sanguíneo. Y, por otro, porque tampoco afecta a ningún otro marcador bioquímico. Es más, es un alimento que sacia mucho y que no está vinculado al riesgo cardiovascular.
Legumbres
No solo se ha dicho de ellas que engordan o son platos muy calóricos, sino que son alimentos «incompletos». Esto es falso. El consumo de legumbres se relaciona con un menor peso, por lo que resultan una herramienta muy útil en dietas de adelgazamiento. Las legumbres son fuente de proteína y de fibra, dos componentes que las hacen saciantes.
En cuanto al aspecto proteico de las legumbres, es común escuchar que su proteína no es completa y que hay que complementarla con otros alimentos (como, por ejemplo, los cereales). Esto no es cierto, ya que las legumbres como la soja, las alubias o los garbanzos tienen un aminograma completo, es decir, que la calidad de su proteína es óptima.