Entrevista

Ana Requejo, catedrática de Nutrición

Educar a un hijo para que coma bien es una oportunidad para toda la familia
Por Maite Zudaire 20 de noviembre de 2009
Img ana requeja
Imagen: CONSUMER EROSKI

Ana Requejo, catedrática de Nutrición en la Universidad Complutense de Madrid, acumula investigaciones, estudios científicos, ponencias y patentes, cuyo nexo en común es la alimentación. Sus libros y monografías descubren la pasión unida al rigor científico por trasladar a la sociedad hábitos saludables para la vida. Requejo mantiene que “tenemos que reaprender a alimentarnos” desde una máxima que define sus trabajos y su discurso: “importa más la conquista de buenos alimentos que la prohibición de los insanos”. En su dilatada carrera ha ofrecido multitud de pistas para lograrlo. Algunas se leen en ‘La batalla de la sopa: todo lo que los padres deben saber para que su hijo se alimente bien y crezca sano’, un libro que se ha hecho indispensable en la literatura gastronómica al reivindicar un clásico: el cocido.

Son malos tiempos en la alimentación infantil, en una época en la que no hay carencia de alimentos. ¿Qué sucede?

Los adultos tampoco nos alimentamos bien y, como en tantos órdenes de la vida, el niño imita y refleja los comportamientos de sus mayores. Hablamos mucho de alimentación variada y equilibrada, pero la realidad descubre que todavía hay carencia de información y formación. Las campañas que se llevan a cabo son útiles y muy necesarias, pero aún son escasas. Vivimos en un entorno nuevo en el que hay exceso de alimentos, por lo que ahora toca seleccionar bien y componer nuestra dieta de forma adecuada. Recordar las verduras, las hortalizas, las legumbres y las frutas, que tantas veces se olvidan.

En los primeros meses de vida la dieta está muy controlada: el pediatra pauta la introducción de alimentos, sigue un control del desarrollo del niño, asesora en su alimentación. Pero los datos demuestran que los casos de obesidad infantil se multiplican. ¿Cuándo comienzan a generarse los fallos?

“Los adultos no nos alimentamos bien y, como en tantos órdenes de la vida, el niño imita y refleja los comportamientos de sus mayores”

Cuando el niño cumple dos años ya no necesita con tanta frecuencia acudir al médico, las visitas son menos frecuentes y comienzan a adquirirse malos hábitos alimentarios, justo en el momento en el que hay que implementar los buenos. Debemos aprovechar el interés de los padres por alimentar bien a sus hijos. Les hemos convencido de que la alimentación de un niño es fundamental para su desarrollo, que previene patologías. Esto no es literatura, está demostrado científicamente. Por lo tanto, tenemos una herramienta importantísima: aprovechar que hay un niño en casa para educarle a comer bien y que toda la familia adquiera los hábitos correctos.

¿Hasta qué punto los progenitores proyectan en los hijos sus necesidades nutricionales?

Los padres quieren alimentar bien a sus hijos. Antes se quitaban comida del plato para dárselo a ellos, si era necesario. Hoy en día esto no sucede, pero es importante elegir bien a partir de la diversidad actual de alimentos. Debe hacerse desde el conocimiento y con convencimiento y, para que sea eficaz, el mensaje debe ser coherente con las recomendaciones que se aconsejan al niño y las costumbres de uno mismo. Por eso, educar a un hijo para que coma bien es una oportunidad para toda la familia. Un problema que surge son las cantidades y ahí sí puede haber una proyección errónea. No hay que optar por platos grandes, sino por cinco comidas al día con proporciones correctas de los alimentos, que deben ser: cereales, lácteos, verduras, frutas, legumbres, hortalizas, carnes y pescados.

Niño con sobrepeso, adolescente obeso, adulto enfermo. ¿Cómo se puede romper el esquema?

Por el principio. Hay que procurar que el niño no alcance sobrepeso. Por eso es fundamental seguir una dieta infantil correcta, porque garantiza un crecimiento sano. Los hábitos sanos nos hacen sentir bien y eso lleva a actuar de una manera espontánea en los esquemas saludables.

¿Cuándo hay que valorar la conveniencia de poner a un niño a dieta?

“Una mala dieta o una dieta insuficiente pueden ocasionar problemas de desarrollo muy negativos”

Esa decisión debe partir del médico y nunca de los padres. Antes de restringir la alimentación de un niño, tanto en cantidades como en alimentos, debe haber un estudio nutricional y dietético. Una mala dieta o una dieta insuficiente pueden ocasionar problemas de desarrollo muy negativos.

¿Se puede producir un efecto rebote y que la denuncia de obesidad infantil provoque proliferación de cuadros de anorexia u otros trastornos de la conducta alimentaria?

Debemos hacernos esta pregunta. Hay que ser precavidos con la posibilidad de someter a un niño a constantes críticas o advertencias del tipo “cuidado, vas a engordar” y, desde luego, nada de usar la descalificación, “estás gordo, no comas”. Con estas reacciones, podemos atacar su inconsciencia y su seguridad y, con el paso del tiempo, puede sobrevenir una anorexia porque ese niño ha tenido una mala relación con su alimentación; la comida le ha generado desasosiego y lucha contra ello. Antes de llegar ahí, o desde ahí si se llega tarde, es necesario reconducir hábitos y esta acción es mucho más eficaz si se le dan al niño consejos adecuados.

¿De qué manera?

Hay que procurarle alimentos apetitosos pero sanos, no prohibir ninguno, no caer siempre en el premio/castigo con la comida como señuelo.

¿Nunca hay que decir “no” a ningún alimento?

“Ningún alimento es malo, igual que ninguno es la panacea”

A ninguno y nunca. Sólo importa la cantidad y la frecuencia. Ningún alimento es malo, igual que ningún alimento es la panacea. Importa más la conquista de buenos alimentos que la prohibición de los más insanos. Se logra mucho más si se potencia lo bueno y se convence de su necesidad. La fruta es una opción sabrosa, sólo hay que descubrirlo.

Al prohibir las chucherías, ¿se las convierte en más apetecibles?

Aplicar la moderación, controlar las cantidades, elegir los momentos, en definitiva, funcionar con un buen hábito debería ser la norma. Prohibir o premiar con alimentos es una equivocación, se consigue el efecto contrario al que se busca.

¿Qué le parecen los menús infantiles de los restaurantes?

Aunque no son un ejemplo de dieta sana porque a veces recurren en exceso a frituras, grasas y dulces, ya que son comidas que se realizan en circunstancias extraordinarias, tal vez sean la mejor manera de que los niños ese día coman y se comporten bien en la mesa, que es un hábito que educa y condiciona la relación con los alimentos.

¿Y si se opta por comida rápida?

De vez en cuando no pasa nada por acudir a un centro donde importa más el regalo que le dan al niño que los alimentos. Viven una experiencia que les resulta gratificante enmarcada en el ocio. Además, comen carne, cereales, lechuga, puede que un helado, en fin, una variedad de alimentos.

Los niños no desayunan o lo hacen mal. Los almuerzos y las meriendas son cada vez más “industrializadas”. ¿Cómo ordenamos esta costumbre?

Debemos marcar las cinco comidas al día, seamos niños o adultos. Tenemos que reaprender a alimentarnos y ése es un buen punto de partida.

EL COCIDO, UN EJEMPLO QUE SE DEBE RECUPERAR

La doctora Ana Requejo es la autora de ‘La batalla de la sopa: todo lo que los padres deben saber para que su hijo se alimente bien y crezca sano’. El libro se refiere al cocido madrileño y reivindica el puchero, que parece una comida del pasado. “El cocido”, narra Requejo, “es un ejemplo de buena alimentación”. Proporciona todos los nutrientes, las vitaminas y los minerales en las cantidades recomendadas en la ingesta diaria y su composición es la traslación de la buena dieta: legumbres, verduras, carne. Incluso en las regiones donde se elabora con “bola de cocido”, el huevo aporta la vitamina D que falta. Aunque admite que su compleja elaboración es incompatible con el ritmo de vida actual, “su importancia en la dieta bien merece que se ponga de moda, aunque sea como la comida de los domingos”, defiende.

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