Antonella Muraro es la responsable del Centro de Referencia de la Región del Veneto para el Estudio y Tratamiento de Alergias a los Alimentos y la Intolerancia, en el Departamento de Pediatría del Hospital, en la Universidad de Padua. Desde 2002, ejerce de consultora científica de la Asociación Nacional de Alergias a los Alimentos de Italia, socio de Alianza Internacional para el estudio de la alergia a los alimentos y anafilaxis. Esta organización está integrada por pacientes en Europa, América del Norte, Australia, Nueva Zelanda y Japón. La Asociación se ha comprometido en los próximos años a dedicar todos los esfuerzos necesarios para mejorar el conocimiento y crear conciencia en el campo de las alergias.
Muraro es autora del estudio “Nutritional behavior and attitudes in food allergic children”, la investigación de referencia sobre la influencia de los alimentos prohibidos en la vida cotidiana de los niños alérgicos y sus familias. En su informe concluyó que “evitar los alimentos alergénicos en los hijos implica un cambio de hábitos familiares, un cambio de comportamiento nutricional y de actitud que puede conducir a la restricción de alimentos y a una dieta monótona”, además de influir en la vida social.
Es probable que se produzcan por ambas razones. Ahora somos más conscientes de las alergias y sus consecuencias, y nadie duda de que en las últimas décadas los cambios en la alimentación han sido sustanciales tanto en hábitos como en productos. Los alimentos frescos y de temporada ya no son la base de la alimentación, ha aumentado el consumo de comida procesada y se constata, en el plano nutricional, una disminución de la vitamina D. Todos estos factores influyen.
Los pacientes con alergias severas están obligados a restringir su dieta, ya que es la única manera de prevenir reacciones graves. Pero sucede que algunas dietas para pacientes con alergias menos peligrosas no están prescritas de manera correcta o las pautas alimentarias responden a un diagnóstico poco coherente. En estos casos, lo mejor es acudir a un especialista, a un dietista-nutricionista que supervise la dieta y la convierta en una aliada y deje de ser un inconveniente.
“Preocuparse por la alimentación no es una medida de prevención de reacciones alérgicas, pero ayuda a lograr una dieta más variada y equilibrada”
Preocuparse por la alimentación no es una medida de prevención de reacciones alérgicas, eso hay que tenerlo claro, pero con seguridad, es una herramienta que ayuda a diversificar la dieta con el fin de asegurar al niño, y a toda la familia, la idoneidad nutricional y la variedad alimentaria. Se evidencia un creciente interés en la “buena” comida, pero creo que en la carga de trabajo familiar también puede afectar el tiempo dedicado a la preparación de la comida casera, que sin duda, siempre es más sana y cercana a productos naturales.
En nuestro centro atendemos a esta demanda y tenemos establecido un programa para padres, docentes y personal de colegios, con el fin de asesorar sobre cómo lidiar con estas cuestiones. En primer lugar, el niño debe ser tratado como un niño normal y no aislarlo del grupo con el fin de prevenir reacciones. También recomendamos proponer iniciativas que promuevan el conocimiento y, de este modo, los amigos se saben facultados para proporcionar apoyo en la medida en que pueda ser posible. Son acciones muy sencillas, como saber que se ayuda al amigo afectado con gestos como lavarse las manos y limpiar la mesa donde había alimentos prohibidos. Cuando los amigos son algo mayores, adolescentes o jóvenes, se pueden tomar medidas como intercambiar recetas apetitosas, pero inocuas para el paciente, y escuchar trucos y anécdotas. En definitiva, no negar la alergia, sino convertirla en una oportunidad de higiene, cambios e innovaciones.
Contemplo la idea como una acción muy positiva. Las cadenas de distribución podrían ponerla en práctica porque llegaría a familias y pacientes para quienes la compra es una obligación complicada, sobre todo para descubrir alimentos seguros, de buen gusto y con valor nutritivo.
Los mecanismos sobre cómo la tolerancia oral se realiza en los seres humanos todavía no se han aclarado por completo. En particular, aún no se han definido los factores que afectan a la desviación del sistema inmune de manera tópica, tampoco las interacciones entre los genes y varios factores ambientales. Los estudios en animales y los últimos resultados de algunos análisis de intervención revelan que los primeros meses de vida son una “ventana crítica” y también una oportunidad para modular el sistema inmunitario. No está claro cómo hacerlo, a quién, ni por cuánto tiempo, pero lo estudiamos y prevemos que en tres años lograremos algunas conclusiones.
No, la causa está relacionada con la exposición. La leche de vaca suele ser el primer alimento alergénico introducido en la dieta del niño como suplemento a la leche materna. El niño la consume en gran cantidad y con gran frecuencia.
“Quien tiene alergia al polen de abedul puede tener también alergia a las manzanas y los albaricoques, por reacción cruzada”
En las manzanas y los albaricoques está presente el polen de abedul, una planta a la que se puede ser alérgico. Y también en los albaricoques, en el melocotón, en el melón y en la pera hay presencia de polen de gramíneas, planta a la que hay un alto número de alérgicos diagnosticados.
“Por el momento, la exclusión de los alimentos alergénicos es la única medida eficaz para evitar reacciones alérgicas”
En efecto, por el momento, la exclusión es la única medida eficaz. Sin embargo, las investigaciones científicas están centradas en protocolos para inducir tolerancias orales y, si bien todavía falta tiempo, hay resultados prometedores. Estos protocolos incluyen varios enfoques. Unos buscan inducir la tolerancia mediante la administración de los alimentos en cantidades cada vez mayores por ingestión o de forma sublingual para lograr que los anticuerpos monoclonales reduzcan la reactividad. Otras formulaciones se centran en administrar medicamentos desarrollados a partir de hierbas medicinales. Estos estudios se realizan en centros especializados de todo el mundo bajo la estricta supervisión de alergólogos y alergólogos pediátricos especialistas. En ocasiones, precisan de instalaciones para tratar reacciones anafilácticas, es decir, unidades de cuidados intensivos.
Los pacientes deben recibir mensajes claros que eviten malentendidos potencialmente peligrosos, por lo que el mensaje científico ha de ser traducido a un lenguaje sencillo y adaptado a la vida diaria. Conscientes de esta obligación, la EAACI ha establecido una red de colaboración con pacientes de todo el mundo y en breve se va a presentar una página web con información actualizada en un gran número de lenguas.
Las diferencias están relacionadas con los hábitos alimenticios y los estilos de vida. Esto es cada vez más evidente y se constata con el aumento de prevalencia de alergias en los países emergentes en paralelo con el proceso de industrialización y la adaptación al estilo de vida occidentalizado. Los estudios desvelan que las clases más pudientes corren mayor riesgo de alergia a los alimentos y reacciones más severas.
Además de claro en su redacción, debe tener un tamaño de letra grande. Debe añadir señales acordadas con organizaciones de pacientes y, si en su historia el producto cambia un contenido, debe evidenciarse de manera llamativa. Además, debe alcanzarse un acuerdo entre las partes interesadas que, en lo posible, evite el texto cautelar “puede contener” o “se produce en una fábrica de frutos secos”, por poner dos ejemplos.
En los últimos 20 años se ha desarrollado un área científica muy potente y, aunque todavía tenemos mucho camino por andar, el esfuerzo comienza a dar frutos. Hemos comprendido que algunos niños desarrollan síntomas leves y moderados, y que estas alergias pueden superarse. Ahora tenemos una necesidad urgente de estudiar la genética de la alergia, que nos ayude a definir las complejas interacciones entre los genes y el ambiente. En última instancia, esto nos permitirá curar las alergias alimentarias o prevenirlas de una forma segura.