Los casos de alergia a alimentos han aumentado. El informe “Alergológica”, elaborado por la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), ya advertía en 2009 de esta tendencia al alza. En 1992, el 3,6% de las personas que acudían a la consulta del alergólogo lo hacían por este motivo y, en 2005, la cifra era ya del 7,4%. Aunque solo una minoría de las reacciones que refiere la población se confirman con un estudio alergológico, se estima que la alergia a alimentos afecta, a día de hoy, a un 5% de la población infantil en edad escolar y al 8% de los adultos.
Estos son los resultados del estudio «EuroPrevall», presentado en el Simposio Internacional de Alergia a Alimentos, que se ha celebrado en 19 países europeos y seis de otros continentes, con casi 100.000 individuos estudiados. «EuroPrevall» tiene como objetivo evaluar la prevalencia de la alergia a los alimentos, desarrollar nuevos métodos diagnósticos y determinar el impacto de la alergia a alimentos sobre la calidad de vida de quienes la padecen y el coste socioeconómico en la población europea.
Los alimentos que causan más alergia
Todos los alimentos pueden ser sensibilizantes, es decir, tras su ingesta, pueden ocasionar una reacción adversa. No obstante, la mayoría de alergias están ocasionadas por un reducido número de alimentos. Según los resultados de «EuroPrevall», el 35% de los casos está provocado por las frutas frescas, el 22% por los frutos secos, el 14% por las verduras y el 8% por el cacahuete. Los alimentos concretos implicados en las alergias varían según la zona. En España se identifican los siguientes, ordenados de mayor a menor frecuencia: melocotón, leche, huevo, melón, gamba, pescado, kiwi, plátano, nuez, sandía, cacahuete, manzana, tomate, pescado y avellana.
En los niños menores de cuatro años, los alimentos que causan más reacción alérgica son la leche de vaca, el huevo y el pescado
Mientras que en España frutas como el melocotón y el melón son potencialmente críticas, en el centro y norte de Europa, las causantes principales de las reacciones son la manzana y el apio. En otros países como Estados Unidos, la mantequilla de cacahuete constituye la tercera causa de alergia en lactantes. Esto explica por qué los alimentos implicados en las reacciones alérgicas son los más consumidos y por qué las diferentes sensibilizaciones se detectan, a menudo, en el mismo orden de incorporación de los alimentos a la dieta del niño, muy variable entre los diferentes países.
Por esta razón, en los niños menores de cuatro años, los alimentos más reactivos son la leche de vaca, el huevo y el pescado. A partir de entonces, hasta los 14 años, puesto que la alergia a alimentos evoluciona con la edad, es más frecuente a productos como la manzana, la avellana y el cacahuete.
Recomendaciones prácticas
No hay tratamiento para esta afección, sino que el manejo de la enfermedad pasa por evitar el alérgeno y tratar los síntomas. Por ello, es importante conocer las manifestaciones más habituales de una reacción alérgica a un alimento, que son sobre todo cutáneas, en especial urticaria y angioedema (hinchazón), justo después de su consumo. También se pueden registrar síntomas digestivos (náuseas, vómitos, diarrea, dolor abdominal) y, aunque con menos frecuencia, se describen casos de rinitis y asma.
El diagnóstico de alergia a alimentos puede ser complicado, entre otras cosas, debido a las reacciones no alérgicas, conocidas como intolerancias alimentarias (hipersensibilidad alimentaria no alérgica), que a menudo se clasifican como alergias. También pueden interferir en el correcto diagnóstico los denominados test de sensibilidad alimentaria, basados en análisis de sangre y utilizados como pruebas diagnósticas para la detección de posibles alergias e intolerancias alimentarias, así como para tratar la obesidad y muchos trastornos más.
La comunidad científica no ha validado ni estas pruebas, ni los tratamientos dietéticos que se pautan a raíz de sus resultados. Además, representan un desperdicio económico y riesgos potenciales para la salud.
Con el fin de minimizar los riesgos de alergia, es habitual recomendar el retraso de la incorporación de determinados alimentos (pescado, huevos o fresas, entre otros) en la dieta de los lactantes. Según las evidencias científicas actuales, y así lo transmite la reciente «Guía para el diagnóstico y manejo de la alergia alimentaria», del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas (NIAID) estadounidense, no hace falta retrasar los alimentos potencialmente alergénicos más allá de los seis meses, incluso en bebés con riesgo de desarrollar alergia, ni tampoco son necesarias dietas de exclusión en el embarazo y la lactancia.
El coste sanitario de la alergia a alimentos puede llegar a duplicar, incluso a triplicar en el caso de los niños, el precio asociado al tratamiento de la población no alérgica. Estos gastos derivan del abordaje de las consecuencias de la reacción alérgica, que en el 80% de las ocasiones es oral, en el 32% de los casos provoca reacciones cutáneas, en el 26% de los pacientes afecta al tracto digestivo, en el 19% a las vías respiratorias altas y un 7% de las veces puede llegar a causar broncoespasmos.
Las reacciones alérgicas a alimentos alteran de forma importante la calidad de vida de los pacientes y son, además, un factor de riesgo para el desarrollo de otras enfermedades alérgicas, como la dermatitis atópica, el asma y la rinoconjuntivitis.