Una noticia que ha circulado con rapidez estos días ha provocado un nuevo sobresalto y desconcierto generalizado entre los consumidores de todo el planeta. Según sostiene un estudio realizado sobre una población de 100.000 personas en Francia y publicado en la revista científica British Medical Journal, las bebidas azucaradas, incluidos los zumos de frutas, aumentan el riesgo de sufrir cáncer. ¿Qué hay de cierto en esta afirmación? En las siguientes líneas veremos si esta relación es directa y está de verdad probada o, si por el contrario, requiere de matizaciones.
Nos encontramos de nuevo ante uno de esos titulares explosivos que van diluyéndose a medida que el lector desbroza la letra pequeña, conoce la casuística y analiza de forma pormenorizada las circunstancias en las que se ha llevado a cabo el estudio. Todo ello no cabe en la simplificación y el esquematismo abusivo que requiere una frase resumen y que es la que llega con más eco al público general.
Que las bebidas azucaradas no son buenas para la salud es un hecho comprobado de manera científica. Este tipo de bebidas se han convertido en un problema ante la epidemia de obesidad que hoy existe en el mundo. Las cifras asombran. Según el último informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), hay casi 700 millones de adultos con problemas de obesidad en el planeta y, en el caso de los niños y adolescentes, unos 400 millones con sobrepeso. La propia Organización Mundial de la Salud (OMS) solicitaba hace tres años un incremento fiscal para las bebidas azucaradas con el objeto de reducir su consumo, causante de esas cifras alarmantes de sobrepeso, diabetes tipo 2 y caries dental. Pero pocas referencias se tenían sobre su relación con el cáncer.
En el macroestudio francés, los propios autores ya avisaban de que «este es un estudio observacional, por lo que no se puede establecer una relación de causa y efecto». Pero su advertencia no tuvo demasiado éxito, dada la repercusión mediática que siempre tiene un trabajo médico cuando a su lado aparece la palabra «cáncer». Las 100.000 personas participantes fueron reclutadas en campañas en Internet y respondieron a un cuestionario en una página web. ¿Hay suficiente solvencia científica para validar los resultados? Los propios autores entienden que es un estudio más, pero no una prueba definitiva ni muchísimo menos.
Los participantes en el sondeo -un 79 % mujeres- tienen, de media, 42 años y contestaron al menos dos veces hasta el año pasado preguntas sobre su consumo entre 3.300 tipos diferentes de bebidas y alimentos. El estudio fue llevado a cabo por un equipo de investigadores de la Agencia de Sanidad Pública francesa y del equipo de Epidemiología Nutricional de Bobigny (Francia).
Este equipo detectó un aumento del 18 % en el riesgo de sufrir cualquier tipo de cáncer en las personas que, como media diaria, tomaron 200 mililitros de una bebida azucarada (es decir, las que contienen más de un 5 % de azúcar) o incluso un zumo puro de fruta. En el caso de las mujeres, los investigadores hallaron un incremento del 22 % en el riesgo de desarrollar cáncer de mama. Los autores del estudio atribuyen el riesgo de contraer cáncer a la elevada carga glucémica que contienen las bebidas azucaradas.
Pero el estudio es de carácter observacional. No hay intervención por parte del investigador, que se limita a cuantificar. Y sucede que, en este tipo de estudios, influye a veces la variable de confusión. ¿Cuándo se produce esta confusión? Cuando la asociación entre el factor de estudio y la variable respuesta puede ser explicada por un tercer elemento: la llamada «variable de confusión«. Por ejemplo, cuando se dice que el consumo de café podría relacionarse con un mayor riesgo de cáncer, pero en muchas ocasiones el café va acompañado de un cigarrillo. ¿Dónde está el riesgo: en el café o el tabaco? El tabaco quedaría enmascarado por el café como verdadero factor cancerígeno. En el caso de las bebidas azucaradas, habría que analizar cómo se compone el resto de la dieta de las personas que las ingieren con frecuencia, si tienen un estilo de vida activo o, por el contrario, es sedentario, y dilucidar si alguno de estos factores (o su conjunto) no son responsables también de la prevalencia de ciertas enfermedades, incluido el cáncer.
Otros estudios sobre las bebidas azucaradas
Por supuesto que no es la primera vez que un estudio médico pone en el ojo del huracán a las bebidas azucaradas. A finales de abril, una investigación de la Escuela Chan de Salud Pública de la Universidad de Harvard, en Boston (EE.UU.), revelaba que las bebidas con azúcar incrementan las muertes por enfermedades cardiovasculares. Y también aludía al cáncer, aunque más tenuemente, razón por la cual tuvo mucha menos repercusión mediática.
En este estudio participaron casi 38.000 hombres y 81.000 mujeres. Todos ellos fueron analizados con parámetros como su nivel de ejercicio físico, su índice de masa corporal (IMC) y sus hábitos de alimentación, incluyendo la cantidad de bebidas con azúcar que tomaban. Este trabajo concluía que el riesgo de morir por problemas cardiovasculares se disparaba al 31 % en el caso de quienes ingerían dos o más bebidas azucaradas al día. En general, sostenía que los consumidores habituales de bebidas azucaradas tenían un 14 % más de riesgo de fallecer de forma prematura por cualquier causa que quienes no toman estas bebidas. En el caso de las mujeres, de un modo más acusado. En este estudio científico, el vínculo de estas bebidas con el cáncer era menos contundente. Tan solo se observaba una moderada asociación entre la ingesta de estos productos y el riesgo de muerte por cáncer.
«El menor consumo de bebidas azucaradas -sostiene la OMS- implica una reducción de la ingesta de azúcares libres y de la ingesta calórica total, una mejor nutrición y una disminución en el número de personas que presentan sobrepeso, obesidad, diabetes y caries dental». Los azúcares libres son los monosacáridos (como la glucosa y la fructosa) y los disacáridos (como la sacarosa o el azúcar de mesa) que añaden los fabricantes a los alimentos y las bebidas, así como a los azúcares presentes de forma natural en la miel, los jarabes, los zumos de frutas y los zumos a base de concentrado.
Lo que está científicamente demostrado es que las calorías aportadas por las bebidas azucaradas tienen poco valor nutricional y no proporcionan la misma sensación de plenitud que ofrece el alimento sólido. Como resultado, puede aumentar el consumo total de energía, lo que a su vez puede llevar a un incremento malsano de peso. ¿Un consejo final? Ante la sed, lo mejor es un buen vaso de agua fresca. En eso sí coinciden todos los expertos. Sin excepción.