Hace unos años, los médicos recomendaban precaución con el consumo de café por sus posibles riesgos sobre el corazón, las úlceras o la sobreexcitación. Si bien es cierto que, en exceso, el café puede causar problemas, la preocupación por el consumo de dos, tres o incluso más cafés al día se desvanece a medida que se conocen más estudios sobre esta bebida. Pero tal y como afirma la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, no es lo mismo decir que el café puede contener componentes interesantes para la salud, que afirmar que es tan bueno, que debe beberse. Los expertos opinan que no se ha llegado a esta última situación. Los estudios actuales parecen ser favorables al café por sus ingredientes potencialmente saludables, pero también aclaran que quienes no toman esta bebida pueden obtener estos y otros beneficios de múltiples fuentes.
Varios estudios han hallado una asociación entre el consumo de café y un menor riesgo de depresión en mujeres, de cáncer de próstata en hombres y de accidente cerebrovascular en ambos géneros. Otros trabajos sugieren (aunque no son tan concluyentes como para afirmarlo con rotundidad) efectos protectores de esta bebida para enfermedades como el Parkinson, la diabetes o algunos tipos de cáncer. ¿Pero cuál es la relación entre el café y algunas enfermedades?
Enfermedad de Alzheimer: estudios preliminares sugieren cierto grado de protección a través de la actividad contra la placa betamiloide, la cual tiene un rol en el desarrollo de esta enfermedad.
Cáncer: algunos trabajos muestran un menor riesgo para ciertos tipos de cáncer (endometrio, próstata, mama no hormonal), pero no para otros (esófago). Las sustancias que se identifican con esta potencial actividad anticancerígena son las antioxidantes y antiinflamatorias.
Diabetes: a pesar de que tiene efectos temporales sobre la insulina y la glucemia promotores de la diabetes, el consumo regular de café se asocia a un menor riesgo de esta enfermedad.
Infarto de miocardio: aunque beber café incrementa factores como la homocisteína, asociada a un mayor riesgo de enfermedad coronaria, un consumo moderado de una a tres tazas al día se relaciona con una pequeña disminución del riesgo.
Enfermedad hepática: beber café se asocia con niveles más bajos de los marcadores de daño e inflamación del hígado. Asimismo, el café podría mejorar la respuesta a algunos tratamientos para la hepatitis C y trabajos preliminares sugieren un cierto efecto protector para el cáncer de hígado.
Parkinson: las personas que beben café tienen menos riesgo de padecer esta enfermedad, aunque este efecto es menor en mujeres.
Enfermedad cerebrovascular: un consumo moderado (de tres a cuatro tazas al día) se asocia con un menor riesgo, aunque hay una mayor probabilidad de padecer esta dolencia inmediatamente después de su consumo, en especial, entre consumidores poco habituales.
Componentes activos del café
La cafeína es el ingrediente mejor estudiado del café y sus efectos sobre el cerebro son los más conocidos y aceptados. Sin embargo, el café tiene un millar de sustancias diferentes, que podrían ser responsables de otros efectos en otras partes del organismo. Esta hipótesis cobra fuerza si se tienen en cuenta los trabajos que muestran efectos similares para el café con cafeína y para el descafeinado. Con un producto con tantos componentes y efectos distintos, algunos positivos y otros negativos, resulta complicado atribuir a esta popular bebida un calificativo único de protector de la salud o de promotor de enfermedad. Es probable que el efecto global del café sobre el organismo dependa de cómo se anulan y compensan entre sí esas sustancias y sus efectos. Además de la cafeína, estos son algunos de sus principales componentes:
Cafestol y kahweol: estas dos sustancias presentes en el café parecen aumentar el colesterol sanguíneo, en concreto, la fracción LDL («malo»). No obstante, solo están presentes, y por lo tanto solo tienen estos efectos sobre el organismo, en los cafés que no han sido filtrados (café arábigo o turco, café hecho en una cafetera de émbolo o francesa o el café hervido que se consume en Escandinavia, entre otros). Como en otros componentes del café, el cafestol y kahweol tienen un doble efecto, ya que investigaciones preliminares apuntan a ciertos efectos anticancerígenos y protectores de la salud hepática.
Ácido clorogénico y otros antioxidantes: el ácido clorogénico es la principal sustancia antioxidante del café y también es el elemento más asociado a sus posibles efectos protectores frente a la enfermedad coronaria y la diabetes, a través de un papel inhibidor de la absorción de la glucosa y mediante el equilibrio de los niveles de insulina. La doble personalidad del ácido clorogénico se registra cuando, junto con la cafeína, parece aumentar los niveles de homocisteína, un aminoácido que se ha asociado con la ateroesclerosis por obstrucción de las arterias.
Vitaminas y minerales: el café no es una gran fuente de estos nutrientes, pero aporta pequeñas cantidades de magnesio, potasio, vitamina B3 y colina.
La cafeína, la sustancia psicoactiva más consumida en el mundo, se descubrió en 1819 por un químico alemán que la identificó como un compuesto químico presente en el café, por lo que la denominó koffein. De conocidos efectos estimulantes, la cafeína se absorbe en el estómago e intestino delgado y, a través de la sangre, llega a todo el cuerpo, incluido el cerebro. Después de 30-45 minutos de haberla consumido, se halla en una concentración máxima en la sangre y, a medida que el hígado la metaboliza, disminuye, hasta 8-10 horas después, cuando solo permanecen pequeñas cantidades.
Su metabolismo y, por lo tanto, el tiempo que está en sangre y ejerce sus efectos, depende de la interacción con otras sustancias, como el tabaco y la marihuana, entre otros, que aceleran su eliminación, o como los anticonceptivos orales, que la disminuyen y alargan así sus efectos. También se han identificado determinados genes que predispondrían a una mayor sensibilidad para la cafeína.
Además de sus efectos excitantes, se reconoce su capacidad para mejorar el rendimiento deportivo. A corto plazo, también puede tener efectos negativos, como la subida de la presión sanguínea, el aumento de los niveles de homocisteína, insulina y puede que también colesterol. Sin embargo, el consumo habitual de cafeína podría mitigar estos efectos.