La revista Annals of Internal Medicine acaba de publicar una nueva revisión científica que analiza las actuales recomendaciones dietéticas acerca del consumo de carne roja. El trabajo incluye cuatro revisiones sistemáticas sobre los efectos en la salud asociados a la ingesta de carne roja y carne procesada, además de una revisión sistemática sobre los valores y preferencias relacionados con la salud de las personas con respecto al consumo de este alimento. ¿La conclusión? Polémica: que los adultos podemos mantener el consumo actual de carne roja (tanto sin procesar como procesada) puesto que no hay evidencia suficiente para reducirlo.
Dos datos para entender el calado de esta recomendación: uno, que la producción de carne se ha quintuplicado en apenas seis décadas; y, dos, que en Estados Unidos, Nueva Zelanda, Australia y Argentina cada persona come, de media, más de 100 kilos de carne al año.
¿Qué analiza este nuevo estudio?
Entre las recomendaciones actuales que analizan los investigadores se encuentran, por ejemplo, las que aconsejan limitar la ingesta de carne roja, incluida la carne procesada, a aproximadamente una porción semanal; las que respaldan restringir el consumo de carne roja y procesada a 70 gramos diarios; o las que hacen hincapié en que debemos comer muy poca carne por su relación con enfermedades como el cáncer. Estas últimas, recogidas por el Fondo Mundial para la Investigación del Cáncer (WCRF) y la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La recomendación de la OMS es quizás la más conocida, ya que causó gran preocupación entre los consumidores cuando se difundió en 2015.
Cuatro años después, los autores del estudio cargan con dureza contra estas pautas. Según afirman en su trabajo, dichas recomendaciones se basan principalmente en estudios observacionales que tienen «un alto riesgo de confusión» y, por lo tanto, «son limitados para establecer inferencias causales». También sostienen que las organizaciones que plantean esas directrices «no realizaron ni tuvieron acceso a revisiones sistemáticas rigurosas de la evidencia [sino que] se limitaron a abordar los conflictos de intereses y no abordaron explícitamente los valores y preferencias de la población». La controversia está servida.
Harvard responde
Pese a lo reciente de la publicación, la respuesta de los expertos en salud y nutrición no se ha hecho esperar. Miguel Ángel Royo-Bordonada, médico, investigador y especialista en medicina preventiva, recomienda leer un completo documento que ha difundido hoy la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard. Según los especialistas, la recomendación de continuar consumiendo carne roja y carne procesada en los niveles actuales de ingesta «contradice la gran cantidad de evidencia que indica que un mayor consumo de carne roja, especialmente carne roja procesada, se asocia con un mayor riesgo de diabetes tipo 2, enfermedad cardiovascular, ciertos tipos de cáncer y muerte prematura».
Estos son los aspectos más destacados del documento de la Universidad de Harvard, que puede leerse completo aquí:
- Las directrices publicadas en Annals of Internal Medicine «no están justificadas, ya que contradicen la evidencia generada por sus propios metaanálisis». Tres de las cinco revisiones sistemáticas «confirmaron hallazgos previos sobre la carne roja y los efectos negativos para la salud».
- Los expertos consideran que la publicación de estos estudios y las pautas de carne en una revista médica importante «es lamentable», porque seguir las pautas que se proponen allí «puede dañar la salud de las personas, la salud pública y la salud planetaria». Y, no menos importante, «también puede dañar la credibilidad de la ciencia de la nutrición y erosionar la confianza pública en la investigación científica».
- Según los investigadores de Harvard, «este es un excelente ejemplo en el que uno debe mirar más allá de los titulares y las conclusiones abstractas». Desde su punto de vista, es importante que los periodistas, los profesionales de la salud y los investigadores sean capaces de ir más allá de las frases sensacionalistas y, en su lugar, «verificar la evidencia detrás de las afirmaciones».
- También es clave, señalan, «comprender que la investigación nutricional es un proceso largo y en evolución y, por lo tanto, es fundamental tener en cuenta la totalidad de la evidencia».
- Por último —y son enfáticos en este punto—, los estudios que se acaban de publicar «no deberían cambiar las recomendaciones actuales sobre patrones de alimentación saludables y equilibrados para la prevención de enfermedades crónicas». Las recomendaciones actuales, que consisten en reducir el consumo de carnes rojas y procesadas, «se basan en evidencia sólida» de estudios que han demostrado la relación con enfermedades cardiovasculares, cáncer, diabetes tipo 2 y mortalidad. «Para mejorar la salud humana y la sostenibilidad ambiental, es importante adoptar patrones dietéticos que sean ricos en alimentos saludables a base de vegetales y relativamente bajos en carnes rojas y procesadas», señalan.