La gastronomía de Castilla-La Mancha tiene raíces antiguas. Es tierra donde se conservan grandes tradiciones. Rica en productos hortícolas, excelentes aceites y azafranes. Pero si por algo destaca es por su carne de caza, que merece especial atención ya que constituye una base importante de su cocina.
Exquisitas carnes de caza
Sin lugar a dudas, el plato emblemático es la perdiz a la toledana
, que también puede prepararse de otras formas: estofada, con judías o con alubias pochas. La perdiz abre camino a la magnífica carne de caza, tanto menor como mayor. Guisos de liebre, de conejo, venado en salsa, jabalí, estofados y calderetas, se dan cita en los fogones, adaptando viejos platos a los gustos modernos.
Entre sus especialidades de carnes destacan el cordero asado o guisado, como el cuchifrito -elaborado con huevo, azafrán, tomate y vino blanco- y el cochinillo asado.
Las recetas de cuchara son suculentas y variadas. Ahí están las sopas al tomatón, de ajo viudo, sopa verde, sopas tontas -caldo obtenido de cocer el hueso del jamón con patatas, pan frito y panceta-, y tal vez la más conocida, la sopa castellana. Son populares también las migas, los gazpachos manchegos, las gachas, los pistos, las lentejas y los cocidos.
Entre los segundos platos es fácil encontrar en los restaurantes el bacalao a la toledana, el bacalao arrocero -con ajos, tomates y patatas- y la muy conocida tortilla a la magra -tortilla de patatas a la que se añade jamón-.
Y a la hora de picar…
No puede faltar una tapa de queso manchego, un queso envejecido y elaborado con leche de oveja, de vaca o mezcladas, y que es quizá uno de los alimentos que proporcionan a la Mancha su fama internacional. Y qué mejor que acompañar un buen queso con un excelente vino, como los vinos tintos toledanos de denominación de origen La Mancha y Mentrida. El placer está servido.
Los dulces artesanos
Mientras uno va paseando y disfrutando de la ciudad y de sus gentes, es fácil que le den ganas de entrar en alguna de las numerosas pastelerías o tiendas de artesanía que salpican las calles para probar algún dulce típico. El mazapán es un dulce exquisito, y los artesanos de Toledo hacen un derroche de imaginación dándole las más simpáticas formas. Pero hay dulces para todos los gustos, a los que se les llama dulces de convento como los almendrados, las marquesitas, los pestiños o las flores manchegas.
Toledo, la capital
Toledo, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1986, es la ciudad de las tres culturas; cristiana, judía y musulmana, y está llena de historia y tradición. La ciudad posee una enorme riqueza arquitectónica donde se reflejan las diferentes culturas que en ella se sucedieron.
La capital toledana es una ciudad interesante para visitar durante cualquier época del año. Callejear por los aledaños del barrio judío y medieval es el mejor consejo para disfrutar al máximo de los encantos que ofrece esta ciudad; su casco viejo reúne monumentos, museos e iglesias que se conservan prácticamente inalterados. Además de la arquitectura, la gastronomía y, por supuesto, el vino, son protagonistas de la vida de Toledo, por lo que el visitante seguro que disfruta de sus sabrosos platos de carne de caza y de algún delicioso dulce típico.
La fiesta del Corpus Christi
El Corpus Christi toledano es la celebración más importante de la ciudad, y una de las más antiguas. Las calles de Toledo se visten de gala para celebrar el Corpus Christi, una solemne procesión que transcurre en medio de una intensa atmósfera de música, cantos, aromas y recogimiento. El corazón espiritual y artístico de la procesión del Corpus es la Custodia. El cuerpo de la Custodia es una gran obra de orfebrería de carácter gótico y de planta hexagonal, fabricado en plata y oro.
Esta fiesta se celebra durante el mes de junio y está declarada Fiesta de Interés Turístico Internacional. Cinco semanas antes de la celebración del Corpus Christi el recorrido de la comitiva religiosa comienza a adornarse con toldos, guirnaldas y faroles. El día anterior a la procesión, paredes, ventanas y balcones se decoran con antiguos tapices del siglo XVI y XVII, mientras que el suelo se cubre con hierbas aromáticas para perfumar el ambiente.