Solo 2 de cada 10 personas que intentan perder peso lo consiguen. Esta es una de las conclusiones más contundentes del informe de febrero de 2014 de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO). El dato resulta más significativo cuando se lee que el 75% de la población adulta ha intentado adelgazar en algún momento de su vida, en coherencia con un porcentaje similar que admite no estar contento con su cuerpo. La SEEDO reconoce que algo falla para que los intentos de bajar de peso cosechen tan alto nivel de fracaso. En este artículo reseñamos los errores más comunes que se cometen cuando se intenta adelgazar, para así tratar de evitarlos y lograr hábitos saludables que alimenten y no engorden.
Muchas personas tienen una dilatada experiencia en dietas milagro, en asesoramientos inadecuados y en métodos que se promocionan en programas de la tele, en revistas o que se descargan de cualquier portal de Internet. «En contra de lo que se cree, este tipo de dietas no son inocuas», señala Elena Piñeiro, dietista-nutricionista con una dilatada carrera pasando consulta a personas que quieren y necesitan adelgazar. Esta especialista añade que este cúmulo de intentos fallidos provoca que cuando la persona toma conciencia de que los atajos no valen, «el tiempo de tratamiento se alarga por motivos fisiológicos y cuesta más perder la grasa que conlleva el sobrepeso y los problemas asociados a él», desde el síndrome metabólico hasta los trastornos cognitivos, trastornos del comportamiento alimentario y diversas enfermedades degenerativas.
Obstáculos para bajar de peso: cinco errores y falsas creencias
Aprender a adelgazar es aprender a comer, y esto incluye dejar de cometer errores interiorizados y reforzados por los mensajes publicitarios, e incluso informaciones contradictorias y carentes de evidencia científica. Aunque son muchos, reconocerlos en una lista puede reducir la dificultad de combatirlos.
- 1. Es un error dar credibilidad a los mitos. Existen varios, y conviene leerlos de nuevo para recordarlos, tacharlos de fraude y negarlos: los hidratos no engordan; el agua en la comida es sana; la fruta es necesaria y está cargada de vitaminas y no de calorías; los alimentos light no adelgazan; las vitaminas tampoco; el aceite de oliva es necesario; un día a líquidos, o a verduras, o a pescado o a cualquier cosa, no adelgaza, mucho menos el ayuno; los nervios no engordan; o el metabolismo no es lento o rápido al antojo.
- 2. Es un error marcarse un tiempo fijo para perder kilos. La recomendación de los organismos más acreditados es que la pérdida de peso ha de ser muy paulatina (entre 500 gramos y 1 kilo a la semana), con el objetivo de dar tiempo al organismo a reorganizarse metabólicamente y asegurar que sea un adelgazamiento consolidado, estable y duradero. Pero el objetivo no es cumplir con un número de «semanas de sacrificio» sino lograr un cambio de hábitos. La meta no es temporal, es intrínseca, es para siempre.
- 3. Es un error pensar que perder peso y cambiar los hábitos no cuesta esfuerzo y es fácil. Disminuir del exceso de grasa corporal pasa por la disciplina personal, por el orden en las comidas, por la exploración valiente en busca del origen de la compulsión, si es que la hay, por la voluntad de ponerse a caminar, a nadar o a andar en bicicleta y aprender a comer bien ofreciendo equilibrio químico al organismo para mantener un peso saludable, que es, en sí, el objetivo. Así resume el esfuerzo y el valor de afrontar el cambio la nutricionista Elena Piñeiro. Hay que estar atento, y si se descuidan los buenos hábitos, regresar cuanto antes a ellos. Conviene tener presente que la ingesta desmesurada de alimentos de forma puntual y el descuido del ejercicio físico durante cuatro semanas son suficientes para que el aumento de peso y de grasa corporal perduren hasta dos años y medio después.
- 4. Es un error cuidar lo que se come y no cuidar lo que se siente. Los hábitos sanos, el control y el dominio sobre lo que se compra y se come, así como el ejercicio, refuerzan la autoestima. Es una rueda que hace crecer la aceptación y el aprecio hacia uno mismo, lo que aporta bienestar emocional. Si se carece de ella, aparecen las crisis personales que inciden en los hábitos y provocan ansiedad. Incluso la influencia de la crisis socioeconómica que sufre nuestro país ocasiona cuadros de ansiedad que buscan consuelo en la mala comida, que impide alimentarse bien. No hay que castigarse por sentirse bajo de ánimo, pero tampoco consolarse de manera artificial.
- 5. Es un error adelgazar por los demás. Tanto si se trata de una persona adulta o de un niño, hay que encontrar la motivación en uno mismo. Hay que responder al «porqué», definir y visualizar en profundidad la razón que ha conducido a tomar la elección de adelgazar, de cambiar la manera de comer, explica Piñeiro. No vale hacerlo por los demás, para no escuchar sus reproches o sus mofas, para buscar su aceptación o su aprobación. El esfuerzo y el cambio será protagonizado por uno mismo, quien lo disfrutará y merecerá es uno mismo. Incluso en los más jóvenes debe de imperar la conciencia de que la decisión es propia, que se cuenta con ayuda y apoyo, pero es uno mismo quien se lo ha propuesto y por quien se lo ha propuesto.
Combatir la gordura no es nuevo. La escritora Ángeles de Irisarri narra en ‘El viaje de la Reina’ la última hazaña de Toda Aznar, reina de Navarra, que viajó de Pamplona a Córdoba para que los médicos del califa de esta ciudad le hicieran una cura de adelgazamiento a su hijo Sancho y así recuperara su trono. Corría el año 1000 y adelgazar ya era una necesidad, y un negocio.
La novedad del siglo XXI es que, aunque todavía queda mucho por descubrir, se ha avanzado en enterrar falsos mitos, en exculpar a los alimentos y en denunciar recetas mágicas. Pero todo pervive: los mitos, la bondad o maldad de los nutrientes y las dietas milagrosas. Entre todo ello, un punto de partida muy importante actual es implicar al paciente en su cura, acompañarle y ofrecerle información y herramientas para que el triunfo sea suyo. Un éxito que, en la gran mayoría de las ocasiones, se reduce a cambiar hábitos, quererse y seguir queriéndose.