La mayoría de los casos de colesterol elevado en niños y adolescentes, cada vez más numerosos, se relacionan con unos hábitos dietéticos incorrectos y con el sedentarismo, tal y como advierte la Fundación Española del Corazón. Este trastorno supone un problema de salud pública de gran envergadura, puesto que los niños se convierten en serios candidatos a sufrir dolencias cardiovasculares desde edades prematuras. Ciertos alimentos de consumo cotidiano entre los niños hacen un flaco favor a su salud a medio y largo plazo, así como a su aprendizaje alimentario.
Conocer al detalle los ingredientes que componen los alimentos elaborados es elemental para escoger con seguridad alimentos más sanos. Pero en ocasiones, esta información no es suficiente. Puede suceder que el alimento no contenga grasas trans, las más perjudiciales para el colesterol, pero que sea muy abundante en grasas saturadas, cuyo exceso también perjudica. Una ayuda útil es hacer uso de las fórmulas complementarias al etiquetado que incluyen algunos fabricantes o distribuidores, como el semáforo nutricional. Este informa, a través de un código de colores (verde, amarillo y naranja), de la cantidad de los nutrientes problemáticos (grasa total, grasa saturada, azúcar, sal/sodio) por ración, en comparación con las ingestas recomendadas.
Mantequilla en el desayuno, no gracias. La mantequilla es un alimento denso en energía y grasas y, en particular, en grasas saturadas, cuyo exceso altera el perfil de lípidos. Su consumo en el desayuno debe ser esporádico y anecdótico en caso de que el niño tenga hipercolesterolemia. La mejor alternativa es ofrecer pan del día anterior tostado, con un chorrito de aceite de oliva virgen extra y, si les gusta, untado con tomate natural. De este modo, el pan resulta más jugoso. Un poco de bonito desmenuzado o unas lonchas de jamón y queso fresco sirven de complemento perfecto a la tostada.
Leche entera, ¿por qué no semidesnatada? Incluso la leche desnatada puede ser una opción si el resto de la familia la consume y, en particular, si el niño bebe leche con frecuencia. La diferencia nutritiva básica es que carece de grasa, algo positivo en la dieta de prevención del colesterol. Una dieta bien planificada el resto del día, que incluya variedad de alimentos, garantiza el aporte de vitaminas liposolubles (A, D) que se han podido perder con el desnatado de la leche. El temor a no proporcionar suficiente calcio hace que se dé a los niños en muchas ocasiones cantidades exageradas de lácteos, pero hay otros alimentos que son fuente de calcio y que deberían contemplarse en la dieta infantil, como los frutos secos, las frutas desecadas y las verduras. También se podría alternar el consumo de leche de vaca con otras bebidas vegetales, como la leche de avena, de arroz o de almendra.
Bollos con grasas trans. Desterrados de la cesta de la compra, y por tanto de la alimentación infantil, deben quedar todos los productos de bollería y repostería que incluyan entre sus ingredientes los términos «aceites y/o grasas vegetales parcialmente hidrogenados». Hay marcas de repostería casera con ingredientes selectos y de calidad que sustituirán a la bollería de menos calidad. Siempre queda la posibilidad de preparar bizcochos caseros elaborados con aceite de oliva virgen, con frutos secos, harina integral y poco azúcar, una combinación sana para el corazón.
Adiós a las palomitas de maíz para microondas. Las palomitas de maíz para microondas resultan muy energéticas y con grasas poco saludables. Las caseras se elaboran en una sartén a la que se añade una cucharita de aceite de oliva, lo justo para que no se peguen los granos de maíz. La receta casera de palomitas puede contemplarse como una alternativa más, nutritiva y saludable, que se puede ofrecer a los niños para la merienda.
Pizzas, mejor caseras. Se debe descartar la presencia de «grasas trans» entre los ingredientes de una gama amplia de productos precocinados que contienen masa, tipo pizzas, empanadillas, empanadas, emparedados, san jacobos y similares. Las pizzas precocinadas, a menudo, contienen demasiado queso fundido, embutidos o bacón. En las pizzas caseras, estos alimentos se sustituyen por la cantidad justa de queso con menos grasa, para que resulten jugosas y gustosas, y la combinación más apetecible de ingredientes: vegetales con atún o bonito desmenuzado, gambas, mejillones, pulpo, salmón, entre otros ingredientes menos grasientos y más saludables.
Lactancia materna y colesterol
Un metanálisis llevado a cabo en el año 2002, con datos de 37 estudios, ha mostrado resultados diferentes según la edad en la que se ha medido el colesterol. Los bebés alimentados con leche materna mostraron tener el colesterol más alto, entre los parámetros normales. No obstante, las mediciones en personas adultas mostraron que el colesterol sérico fue menor entre las personas a quienes se amamantó.
La hipótesis que se baraja como respuesta a estas diferencias es que un mayor consumo de colesterol en el período inicial de la vida podría inducir una programación «beneficiosa» para la regulación del metabolismo del colesterol. En la misma línea, dos estudios ecográficos han demostrado que la lactancia materna se asoció de forma inversa a la aterosclerosis, que se evaluó por el grosor de la capa íntima-media arterial, la distensión arterial y la prevalencia de placas carotídeas (marcador de severidad de la aterosclerosis) en personas adultas jóvenes y adultos con una edad media de 71 años.
Desde la Fundación Española del Corazón alertan de que cada vez son más los casos de colesterol entre niños o jóvenes. Debido a la combinación de unos hábitos dietéticos incorrectos y sedentarios, estos son candidatos a padecer hipercolesterolemia en el futuro. El colesterol es necesario para el desarrollo normal del organismo infantil, siempre que los valores porcentuales estén en el rango normal de acuerdo a la edad. Los especialistas consideran que las tasas de colesterol en la infancia son normales cuando son inferiores a 170 mg/dl de colesterol total y a 110 mg/dl de LDL-colesterol; están en el límite si oscilan entre 170 y 199 mg/dl (110-129 mg/dl LDL-c); y son altas y conviene actuar cuando el niño supera 200 mg/dl de colesterol total y 130 mg/dl de LDL-colesterol.