En nuestro entorno, el riesgo cardiovascular y la salud en general se han evaluado siempre desde un punto de vista en exceso bioquímico. Es decir, se presta mucho interés a las analíticas pero no tanto a otras cuestiones que tienen una gran importancia, como la composición corporal o los hábitos de vida. En este sentido, nos hemos escandalizado en demasía por niveles medio-altos de colesterol, cuando en realidad habría que haberse centrado más en cuidar cuestiones como la grasa visceral, el estado nutricional o los hábitos dietéticos. A continuación se listan los factores para prevenir un accidente cardiovascular y se apuntan cuáles son los alimentos que se deberían evitar para no sufrirlo.
El colesterol muestra solo una pequeña parte de un gran conjunto de datos y factores que determinan con mucha mejor precisión si se tiene o no riesgo cardiovascular. Para no perder el punto de vista y enfocar del modo correcto, las verdaderas preocupaciones deberían ser las siguientes:
- No fumar.
- Ser activo físicamente.
- No beber alcohol.
- Llevar una dieta saludable.
- Tener un peso saludable.
Dentro de la dieta saludable, hay muchos factores que pueden contribuir a tener un accidente cardiovascular o a prevenirlo. Hay muchas variables que inciden, más allá del colesterol sanguíneo.
¿Grasas saturadas y colesterol? Mejor hablar de alimentos
En la lucha frente al colesterol, dos moléculas han sido muy criticadas dentro de la dieta: el colesterol molecular en sí mismo y las grasas saturadas. Esto se debe a que en un principio se asumía que una mayor ingesta dietética de colesterol o de este tipo de grasa aumentaría el colesterol sanguíneo (en especial el LDL o colesterol «malo»). Un acercamiento bastante «simplista», que se basaba en la idea de que «si como colesterol, me subirá el colesterol».
Años después, podemos reconocer que este enfoque estaba equivocado. Por un lado, ni el colesterol ni las grasas saturadas en sí mismas son factores que justificasen las campañas recibidas. Hay alimentos que son ricos en estos nutrientes, como es el caso del huevo o el marisco, que no suponen un aumento de este riesgo cardiovascular. Y, por el contrario, hay alimentos exentos de estos nutrientes que son mucho más peligrosos.
Pero el error garrafal ha sido el centrar la atención en nutrientes en lugar de alimentos. Esto ha hecho que nos preocupemos mucho por comprar alimentos funcionales a los que han añadido cierto nutriente contra el colesterol o a los que han quitado grasas, creyendo que así estamos haciendo elecciones más responsables.
De hecho, en un patrón dietético, cuando se cambian las grasas saturadas por mayor cantidad de carbohidratos o de azúcar, el riesgo no solo no reduce, sino que puede verse aumentado. Esto no quiere decir que las grasas saturadas sean inocuas, sino que depende de en qué alimento se estén consumiendo. El mayor aprendizaje que se puede sacar es que, a veces, queriendo hacer una bienintencionada recomendación de salud, el efecto puede ser incluso peor.
Estos son algunos de los motivos por los que la lucha frente al colesterol a base de reducir solo nutrientes, como colesterol o grasas saturadas, sin hablar de alimentos, no ha sido ni mucho menos beneficioso.
¿En qué deberíamos habernos centrado? Grasas trans, azúcar y sal
Curiosamente, estos tres nutrientes pueden encontrarse en alimentos que no contienen ni grasas saturadas ni colesterol molecular. Por eso ni siquiera los alimentos ricos en estos nutrientes puede ser que se tengan identificados como peligrosos para la salud cardiovascular. Un ejemplo son los refrescos, productos sin colesterol ni grasas saturadas a los que es posible atribuir miles de muertes anuales por cardiopatías debidas a su exceso.
Sin duda, hay que ir hacia una nueva visión de los alimentos que no son saludables para la salud cardiovascular. Para ser certeros en prevenir las enfermedades cardiovasculares, habría que centrarse en los alimentos que destaquen por tener azúcar, hidratos refinados, grasas trans y sal.
¿Y qué alimentos son entonces los que deberíamos evitar?
Esto lleva a evitar los alimentos con azúcar libre o azúcar añadido, acorde a la última recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), así como a los que en su formulación añadan grasas hidrogenadas, harinas refinadas y sal.
Dentro de la identificación de estos alimentos hay que destacar los alimentos ultraprocesados, esos productos alimentarios que sobresalen por tener mucho azúcar, harinas refinadas, aceites de mala calidad y sal: refrescos azucarados, dulces, bollería, galletas, cereales de desayuno, snacks salados en general, palomitas, embutidos, fiambres, salchichas, hamburguesas, tortitas de arroz y maíz… además de aquellos platos preparados y precocinados, que tienen ingredientes de mala calidad nutricional.
Volvemos a la recomendación coherente y lógica de una alimentación saludable porque, para una correcta salud cardiovascular, hay que seguir las mismas pautas que para una vida saludable: una dieta basada en materias primas vegetales, acompañada de proteína y grasas saludables y sin procesar. No hace falta ningún alimento funcional para reducir el riesgo cardiovascular, tan solo un estilo de vida saludable.