“Ajo, cebolla y limón y déjate de inyección”. Decenas de refranes castellanos hacen alusión al ajo y a la cebolla, alimentos universales en la cocina tradicional y que la sabiduría popular ha usado como remedio para muchas dolencias. La ciencia corrobora lo que la intuición y el conocimiento empírico han constatado durante siglos: el ajo es bueno para la salud coronaria, pero en ningún caso debe sustituir al tratamiento médico. Un reciente metanálisis concluye que el consumo habitual de ajo mejora el perfil lipídico del colesterol total y de los triglicéridos, lo que redunda en una protección adicional para la salud del corazón y las arterias.
La prevención de las enfermedades cardiovasculares a través de la modificación de sus principales factores de riesgo (como el control de la tensión arterial y de los niveles de colesterol en suero) es una estrategia vitalicia. El consumo regular de ajo ha demostrado ser efectivo en el tratamiento complementario de las dislipemias, pero su impacto en los niveles de colesterol (diagnóstico de hipercolesterolemia con colesterol total superior a 200 mg/dl) ha sido inconsistente en algunos ensayos y, por tanto, discutible.
Más ajo, menos colesterol y triglicéridos
El ajo en polvo y el extracto de ajo son eficaces para reducir el colesterol total
El último y más reciente metanálisis realizado por el Instituto de Toxicología de la Universidad china de Shandong concluye, tras revisar 26 estudios aleatorizados, doble ciego y controlados con placebo, que el consumo habitual de ajo tiene un efecto modesto en la reducción de los niveles de colesterol total y de triglicéridos, pero no en otros parámetros lipídicos como las lipoproteínas de baja densidad (LDL colesterol) y las lipoproteínas de alta densidad (HDL colesterol). Según este estudio, los efectos del ajo fueron más marcados en los sujetos con intervención a largo plazo, superior a cuatro semanas de tratamiento.
Los responsables de la investigación observaron diferencias según las distintas presentaciones. El ajo en polvo y el extracto de ajo fueron más eficaces en la reducción de los niveles séricos de colesterol total, mientras que el aceite de ajo tuvo más impacto en la disminución de los niveles séricos de triglicéridos.
Estas conclusiones no son tan contundentes en otras revisiones sistemáticas anteriores, como la realizada en 2009 por la Facultad de Medicina de la Universidad de Malaya, en Kuala Lumpur (Malasia), y años antes, en 1994, por el Departamento de Salud Pública y Atención Primaria de la Universidad de Oxford y, en 1993, por el Departamento de Medicina del New York Medical College. En estos casos, coinciden en que la terapia con ajo no reduce de manera sustancial los niveles de colesterol sérico, si bien se registra una mejoría en el perfil lipídico. Algunos autores sugieren que con la ingesta de un diente de ajo por día, o una cantidad equivalente en preparado, se logra una disminución de entre un 10% y un 12%, de tasas totales de colesterol, en comparación con el placebo.
Por tanto, aunque tomar ajo a diario tiene una respuesta positiva en el perfil lipídico, en ningún caso debe sustituir al tratamiento recetado por el médico para controlar las dislipemias y se usará, siempre bajo aprobación facultativa, como complemento dietético, de apoyo.
Los alimentos imprescindibles
Ajo, aceite de oliva, aceite de lino, pescado azul, legumbres y nueces son imprescindibles en una dieta terapéutica para las dislipemias
A la luz de las evidencias científicas, las dislipemias mejoran si se sigue una dieta terapéutica. Se entiende como tal la dieta que, en los criterios de equilibrio nutricional, incluye alimentos cuyo consumo habitual ha demostrado beneficio para el sistema coronario y prescinde de otros que entorpecen la mejoría. Los siguientes alimentos se entienden imprescindibles en una dieta cardiosaludable:
Ajo: un diente de ajo al día es beneficioso (excepto en casos de gastritis u otras dolencias estomacales) y parece proporcionar una mejora añadida para el control del colesterol y los triglicéridos.
Aceite de oliva virgen extra: rico en ácidos grasos monoinsaturados, vitamina E y fitosteroles, todos ellos compuestos cardioprotectores.
Aceite de lino: una cuchara sopera diaria como complemento de omega 3.
Nueces, una ración (4-6 unidades): contienen omega 3 y fitosteroles, ambos compuestos están reconocidos por su papel en la reducción del colesterol.
Pescado azul: 3-4 veces por semana, en raciones de 140 gramos. Proporciona ácidos grasos omega 3.
Legumbres variadas, incluidos los guisantes.
Verduras verdes (acelga, achicoria, lechuga, espinacas…), brotes o germinados y verduras de tallo (puerro, apio, cardo).
“No hay campana sin badajo, ni sopa buena sin ajo”, “Tan sano es el trabajo como es la sopa de ajo”. El refranero continúa con unos cuantos dichos referentes a las cualidades de salud del ajo, así como a su momento idóneo de siembra, plantación o recogida. En la cocina, el ajo es omnipresente, como relata el periodista y escritor Julio Camba, quien en su libro ‘La casa de Lúculo’ dedica un capítulo entero a las bondades y posibilidades culinarias del ajo y de la cebolla.
La sopa de ajo tiene presencia indiscutible en el recetario tradicional de los hogares españoles, en todas sus variantes; desde la sustanciosa sopa de ajo castellana con tropiezos de jamón y huevo, hasta otras propuestas originales, como la sopa de ajo con nueces o con almejas.
De sabor duradero también es la tostada untada de ajo y aderezada con hierbas aromáticas, que bien combina con una tajada fina de un buen jamón ibérico o con atún y anchoas. Para desayunos, almuerzos o meriendas, es original la propuesta de pan de ajo tipo plumcake, que puede sustituir en las comidas al pan del día.