Los cambios sociales están trastocando los hábitos saludables y, por ende, abriendo las puertas a la obesidad. La falta de tiempo en una sociedad que ha pisado el acelerador ha favorecido que los ultraprocesados y la comida rápida hayan sustituido en nuestros menús a la dieta mediterránea. Considerada por la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, este patrón de alimentación saludable también incluye entre sus recomendaciones ejercicio físico y un descanso adecuado.
Conscientes de ello, las instituciones han acelerado el ritmo para actuar en estos frentes. En octubre de 2021, el ministro de Consumo, Alberto Garzón, anunció que regularía los horarios para emitir publicidad de alimentos y bebidas no saludables, dirigida a la población infantil y adolescente.
Y unas semanas después, el mismo Ministerio publicaba en colaboración con la nutricionista Marián García, la popular Boticaria García, el recetario ‘Comida rápida, barata y saludable’, basado en el modelo del Plato de Harvard, una guía diseñada por la Escuela de Salud Pública de Harvard para crear comidas saludables y equilibradas, que defiende que el aporte principal del día debe proceder de frutas, vegetales y hortalizas.
El poder de la industria alimentaria
Estas medidas, que buscan incentivar el consumo de productos más saludables, han recibido críticas por cierto sector de la industria alimentaria. Una industria que está controlada por 10 grandes multinacionales: la suiza Nestlé, la francesa Danone, la británica Associated British Foods y las estadounidenses PepsiCo, Unilever, Coca-Cola, Mars, Mondelez, General Mills y Kellogg’s. Se trata de grandes conglomerados con una amplia oferta de productos, a menudo poco recomendables y en tamaños que distorsionan la idea de ración.
Detrás de los alimentos favoritos entre los niños hay mucho azúcar, pero también sal y grasa. La industria no crea esa necesidad en los pequeños, pero la aprovecha y amplifica añadiendo azúcares. También abusa del sabor fácil de lo salado o de las texturas jugosas que aportan los alimentos grasos.
Una industria que emplea estrategias de neuromarketing para aumentar sus ventas y ganarse a este público. Regalos, promociones, descuentos, avales de sociedades científico-sanitarias y alegaciones como “fresco”, “natural”, “bueno para los huesos” o “ayuda al crecimiento de los niños”.
En España existe una guía por la que la propia industria autorregula la publicidad de alimentos dirigida a menores de 12 años, el código PAOS, pero los expertos coinciden en que no funciona. “Los acuerdos voluntarios solo serán efectivos si las autoridades los supervisan y cuentan con sanciones. Habría que establecer una regulación específica para los productos dirigidos a menores de 16 años, como ya hacen en Portugal”, explicaba el experto en Alimentación, Seguridad Alimentaria y Nutrición Rafael Urrialde en el número de mayo de 2021 de EROSKI Consumer.
Imagen: Eroski Consumer
La dieta mediterránea
Una buena alimentación, es decir, una dieta suficiente y equilibrada, combinada con ejercicio físico regular, es clave para combatir la obesidad y otras enfermedades. Por ello, debemos tener cuidado con lo que nos llevamos a la boca. Para Andreu Raya Demidoff, presidente de la ONG Deporte para la Educación y la Salud, la receta mágica para comer saludable es cocinar. “La falta de tiempo y de ganas para cocinar impiden seguir la dieta mediterránea, que tan buenos resultados ofrece en materia de salud y sostenibilidad”, explica.
Con el objeto de demostrar que este tipo de alimentación es eficaz para combatir la obesidad juvenil y para promover un estilo de vida más saludable, el centro tecnológico Eurecat inició el pasado año en el proyecto europeo Med4Youth, el primer estudio clínico de intervención nutricional que evalúa los efectos de la dieta mediterránea frente a la obesidad en adolescentes de entre 13 y 17 años en España, Portugal e Italia.
Auge de los ultraprocesados
La obesidad no deja de ser una enfermedad social que tiene que ver con aspectos económicos y culturales. En las últimas décadas ha crecido de manera exponencial el consumo de ultraprocesados por la combinación de bajos precios, alta palatabilidad que estimula una mayor ingesta y agresivas campañas de publicidad, que convierten a estos productos en “un problema de salud pública de primer orden”, admite Miguel Ángel Royo-Bordonada, presidente de la Asociación Madrileña de Salud Pública.
En 2019, el ‘Informe del Consumo Alimentario en España’, del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, desvelaba que una de cada tres personas escoge la comida rápida frente a opciones más saludables a la hora de comer fuera de casa. Ese mismo informe reflejaba que, de media, cada español consume 5,81 kilos de bollería al año.
En este sentido, el Ministerio de Consumo ha comenzado a trabajar en una ley que limitará los anuncios de alimentos perjudiciales para los niños y niñas patrocinados por famosos, aumentará el target de edad hasta los 15 años y restringirá el margen de lo que se considera “comida saludable”. El objetivo es evitar la sobreexposición de los niños a la publicidad de productos que contribuyen al sobrepeso y a la mala nutrición.
La incorporación a la dieta de este tipo de productos, unido a una escasez de nutrientes como ácidos grasos omega 3, hierro, calcio y vitaminas A, C y D, demuestra que la pauta de alimentación que siguen los niños y niñas españolas “es mejorable”, según ha revelado recientemente el estudio ‘EsNuPI’, promovido por la Fundación Iberoamericana de Nutrición (FINUT) y la Fundación Española de la Nutrición (FEN). Esta investigación indica, además, que sus dietas tienen un déficit de lácteos y que ingieren excesivas grasas saturadas, azúcares y proteínas.
De manera complementaria, el estudio sobre ‘Conductas de los Escolares Relacionadas con la Salud’ (Health Behaviour in School-aged Children, HBSC), publicado en 2020 y reconocido como estudio colaborador por la Organización Mundial de la Salud (OMS), revela que solo el 34,7 % de los españoles de entre 11 y 18 años come frutas a diario, que el 15,2 % consume cada día dulces y el 24,6 %, refrescos.
Estos dos últimos indicadores son un ejemplo de alimentos y bebidas ricas en azúcares, sal y grasas de baja calidad que, para Royo-Bordonada, son el principal factor causante de la malnutrición en el mundo. “Los productos ultraprocesados y su consumo no solo provocan obesidad por exceso de ingesta calórica, sino también alimentación insalubre y desnutrición por mala calidad nutricional y desplazamiento en la dieta de alimentos saludables, frescos o mínimamente procesados”, explica.
Imagen: Eroski Consumer
Según el estudio, que se basa en una encuesta a 40.495 adolescentes españoles, se observan diferencias entre las comunidades del norte y del sur. País Vasco y La Rioja son las que obtienen mejores notas en buenos hábitos alimenticios. A estos se suman Navarra, que destaca por el bajo consumo de dulces y refrescos; Asturias y Aragón, por superar la media del consumo de frutas diarias, y Cantabria, por ser la segunda comunidad donde menos dulces comen los jóvenes, tras Navarra.
En el otro extremo, se posicionarían los dos archipiélagos y Cataluña como las regiones que menos frutas consumen; Andalucía, Castilla-La Mancha y Extremadura destacan por la notable ingesta de dulces y refrescos.
El sueño afecta al sobrepeso
La relación entre el sueño y la obesidad lleva apenas unos años encima de la mesa. Estudios como el elaborado por la neurofisióloga Teresa Canet y publicado en la Revista de Neurología mostraba ya en 2016 ese estrecho vínculo y concluía que los niños que dormían menos de lo necesario desde los tres años tenían más probabilidad de padecer sobrepeso a los siete años.
El sueño regula el equilibrio entre la leptina, la hormona que disminuye el apetito, y la producción de grelina, hormona que lo aumenta. Si dormimos poco o mal, aumenta la grelina y, por tanto, nuestro apetito. Sin embargo, esta hormona, como explica Canet, es caprichosa y siente predilección por alimentos de alta densidad energética como las grasas o hidratos de carbono refinados. Esto favorece la prevalencia del sobrepeso y la obesidad y, a largo plazo, de la diabetes tipo 2. Más aún, “al estar más cansados se reduce el ejercicio físico y aumenta el sedentarismo durante el día”, asegura.
¿Y cómo duermen nuestros jóvenes? Según la Asociación Española de Pediatría (AEP), los adolescentes necesitan dormir entre 8 y 10 horas diarias. Ninguna comunidad autónoma lo cumple. El ‘Estudio HBSC’ revela que duermen entre las 7 horas y 49 minutos de los jóvenes vascos y las 7 horas y 29 minutos de los murcianos.
La salud se enseña
Inculcar los buenos hábitos pasa por educar en las familias y en las escuelas. En algunas comunidades esta educación nutricional ya viene recogida en los pliegos de contratación de los comedores escolares, aunque las asociaciones de padres y madres insisten en que es insuficiente.
Castilla y León anunció en noviembre que el próximo curso pondrá en marcha una red que fomentará un estilo de vida saludable entre los escolares. El proyecto ‘Hábitos saludables en la escuela‘ se centra en la alimentación, la actividad física, la prevención del consumo de sustancias adictivas, la seguridad vial y el autocuidado. Aquellos colegios e institutos que apliquen con éxito estas medidas recibirán un incremento de la partida para gastos de funcionamiento.
Otro ejemplo es el ‘Programa Educativo en Alimentación y Hábitos de Vida Saludables’ (PEAHS), que la Fundación EROSKI puso en marcha en 2013 y en el que, hasta la fecha, han participado más de un millón de escolares. Esta iniciativa dota de herramientas a los centros educativos y a las familias para poder disfrutar de una vida saludable y sostenible a través de la alimentación y el ejercicio físico. Galicia, Baleares, Aragón y Cataluña son las cuatro comunidades autónomas con más escolares que participan en este programa. A la cola se sitúan Madrid y Valencia.
Los buenos hábitos se extienden por el País Vasco
El País Vasco se desmarca por sus buenos hábitos en alimentación y sueño, según el estudio elaborado por EROSKI Consumer. Es la comunidad cuyos jóvenes consumen más fruta, beben menos refrescos y duermen más tiempo. Además, está muy bien posicionada en cuanto a horas que dedican a la práctica deportiva fuera de las aulas y no abusan del consumo de dulces. Tras ella, a cierta distancia, se sitúan Galicia, Navarra y La Rioja.
Los menores andaluces, los que peor se alimentan
Los jóvenes andaluces abusan de los productos ultraprocesados, según los datos analizados. Son de los que más consumen dulces y refrescos. Además, es la cuarta comunidad que come menos fruta y practica menos deporte.