Pizzas recargadas de grasas, hamburguesas llenas de salsas, postres azucarados e hipercalóricos…La comida rápida, también conocida como comida basura, es sabrosa, tentadora, palatable y barata. Su consumo resulta, para muchas personas, gratificante, pero también está detrás de numerosas patologías no transmisibles, como el sobrepeso, la obesidad, la diabetes tipo 2, la hipertensión, las enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer. Unos perjuicios que se multiplican en estos tiempos de cuarentena, en los que, además, tenemos un estilo de vida mucho más sedentario. Antes de aficionarte a pedir a domicilio unos nuggets, una pizza barbacoa o unas hamburguesas con bacón y queso, échale un vistazo a este artículo.
La comodidad, la pereza o la falta de tiempo para cocinar fomentan el consumo de platos fáciles. Según el ‘Informe del Consumo Alimentario en España 2018‘, el plato que más se repite en todas las comidas y cenas caseras es la ensalada verde (buena noticia), pero seguida de cerca por la pizza. Otro dato: la venta de hamburguesas en bares y restaurantes creció un 14 % en ese año, hasta superar los 550 millones de unidades, según la consultora NPD. Una media de casi 12 unidades por boca.
Este patrón de consumo tiene ya unos años: la tendencia surge en Occidente después de la II Guerra Mundial, cuando la tecnología de la alimentación empezó a imponerse sobre recetarios populares y productos frescos, desarrollando comestibles muy baratos a gran escala. Este hábito ha disparado las cifras de obesidad —en España, el 60,9 % de la población de entre 25 y 64 años sufre sobrepeso u obesidad, según la Encuesta Nutricional de la Población Española (ENPE) de la Fundación EROSKI— y los sanitarios apuntan a las dietas no equilibradas, formadas por alimentos ricos en sal y en azúcares libres, como responsables de la mayor parte de las patologías asociadas.
Comida basura: los niños son los más vulnerables
El aumento de la obesidad infantil supone uno de los desafíos más complejos en salud pública. En el caso de España, el 35 % de los menores entre 8 y 16 años tienen exceso de peso; de ellos, un 20,7 % sufre sobrepeso y un 14,2 % obesidad, según datos de UNICEF. La especialista del Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBEROBN) Nancy Babio encuentra en los bajos precios, la accesibilidad y la publicidad orientada a público infantil y juvenil —objeto de crítica por la OMS—, las razones de la expansión de productos ultraprocesados, convirtiendo a estos tramos de edad en los más expuestos a este patrón. Pero los padres no son ajenos al hábito.
¿Qué es la comida basura?
Conceptos como comida basura, comida chatarra, junk food o ultraprocesado definen lo mismo. El problema está en el consenso en la nomenclatura. Todos ellos refieren a alimentos de escaso valor nutricional cuyo consumo está asociado al desarrollo de enfermedades no transmisibles. Para Nancy Babio, “en la actualidad existe una imprecisión legal y científica con estos términos. Aún hace falta una definición”.
Así las cosas, las investigaciones en nutrición se apoyan en el Reglamento europeo 852/2004, que distingue entre transformación, productos transformados y sin transformar, y en el sistema de recogida de datos Foodex 2, desarrollado por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) con datos de consumo de diferentes países, pretende la evaluación de riesgos y estudios nutricionales.
Ultraprocesados: ¿qué hacen las instituciones para limitarlos?
El Ministerio de Sanidad empezó a actuar en 2005, con la estrategia NAOS, para promover la alimentación saludable y el fomento de la actividad física. En este marco, en 2013, se iniciaron acuerdos con la industria alimentaria, como el plan HAVISA (Hábitos de Vida Saludables en la Población Española) destinado a incluir mensajes de promoción de la actividad física en los empaquetados de alimentos calóricos, o el código PAOS, para la autorregulación publicitaria de alimentos. Los expertos en salud pública consideran ambas medidas como ineficaces.
En el último año, desde el Ministerio se ha discutido la ampliación de la ley 17/2011, con acciones como la implantación voluntaria de Nutri-Score, la reducción de la cantidad de azúcar en 3.500 productos o la prohibición de vender ultraprocesados (preparaciones industriales elaborados a partir de sustancias derivadas de otros alimentos) en hospitales y otros centros públicos, así como la limitación de la publicidad dirigida a menores, una estrategia de éxito en los países nórdicos. Sin embargo, los expertos denuncian que tanto la prohibición de los ultraprocesados en las máquinas de vending de lugares públicos como el veto a los reclamos infantiles en empaquetados y anuncios se incumplen continuamente.
Aumentar impuestos para las bebidas azucaradas
Entre tanto, la creación de un impuesto especial para las bebidas azucaradas ha sido una de las propuestas más demandadas por sociedades científicas y organizaciones de consumidores, e implantada en los últimos años en Francia, Portugal, Reino Unido, Hungría, Bélgica, Dinamarca, Finlandia e Irlanda, donde han surgido diferentes conflictos entre fabricantes y gobiernos. Una medida por el momento solo aplicada en Cataluña. Según Nancy Babio, “en el caso catalán, los estudios indican un descenso del 22 % en su consumo”.
En esta línea, una de las estrategias anunciadas por el Ministerio de Consumo es revisar la fiscalidad de los alimentos, aumentando los impuestos de los ultraprocesados y rebajando al 4 % el IVA de los alimentos frescos y saludables, medida ya implantada en Francia, donde el abaratamiento de frutas y verduras mediante la reducción del IVA aumentó su consumo. Dos puntos contemplados por la Sociedad Española de Epidemiología, pero insuficientes para esta asociación, que propone, además, ayudas especiales, como ya sucede en Finlandia, para personas en situación de vulnerabilidad, el otro segmento de la población más afectado por la comida basura, después de los niños y jóvenes. Nancy Babio apunta también a mejorar la comprensión del etiquetado nutricional a través de la implantación obligatoria de Nutri-Score, para empoderar al consumidor hacia mejores decisiones de compra.
Los expertos en salud pública coinciden en que el consumo de ultraprocesados está más extendido entre las rentas más bajas. Instituciones como el Basque Culinary Center reivindican la vuelta a la cocina como acto de empoderamiento. La experta en proyectos gastronómicos de bajo presupuesto y profesora de cocina Anna Mayer comenta que “la clave está en no salirse de la dieta mediterránea, la que cuenta con más respaldo científico sobre su impacto saludable, lo que a su vez es una buena noticia para los bolsillos por basarse en alimentos asequibles como legumbres, cereales, verduras y pescados”. Estas son sus propuestas (calculadas para cuatro personas):
- Plato de legumbres (0,60 euros). Aunque las legumbres en conserva no son una mala alternativa, el menor impacto en el monedero se da con la compra de su versión seca. Ingredientes para cuatro personas: legumbres secas (lentejas, alubias y garbanzos) entre 1,50 y 2 euros por kg (10 raciones) o legumbres ya cocidas a 0,40 euros/ración.
- Salteado de verduras y carne (2,33 euros). En lugar de guisos, salteados de carne con verduras. Dos variantes de preparaciones: marinados tipo mediterráneo o en wok con salsa de soja. Ingredientes para cuatro personas: salteado de verduras variado (entre 0,80 y 1 euro) y 100 g de carne (1,33 euros).
- Pesto de pistacho y perejil (1 euro). Esta salsa es una alternativa estupenda a una pizza ultrapocesada de carbonara, por ejemplo. No solo en precio: los pistachos son una importante fuente de fibra y vitamina B6. Ingredientes para cuatro personas: 80 g de pistachos, 40 g de albahaca fresca, 75 g de queso parmesano rallado, ajo y 150 ml de aceite de oliva.
- Verduras al horno (2,88 euros). Una bandeja de verduras cortadas en trozos es idónea para cocinar una gran cantidad de verduras a la vez para varios días. Con el fin de ajustar bien el presupuesto, es fundamental que las verduras sean de temporada. Se pueden acompañar con una salsa de yogur. Ingredientes para cuatro personas: calabacín (0,30 euros), pimiento rojo (0,44 euros), zanahoria (0,88 euros), cebolla (0,30 euros), patata (0,34 euros) y salsa de yogur (dos yogures naturales, 0,62 euros).