La enfermedad celíaca afecta a adultos y niños. Los medios de comunicación hablan con frecuencia sobre esta patología, al punto de que el gluten forma parte de las conversaciones cotidianas, cuando hace unos años no era así. El mayor conocimiento de la enfermedad ayuda a detectarla y tratarla; también a concienciar a la industria alimentaria. Sin embargo, que una patología relacionada con la alimentación se “ponga de moda” puede generar alarmas innecesarias, autodiagnósticos y decisiones equivocadas, que comprometen el estado nutricional. Esto es más grave, si cabe, cuando se trata de niños. En el siguiente artículo se explica qué es la enfermedad celíaca, cuáles son sus síntomas y cómo se detecta.
Qué es la enfermedad celíaca
La celiaquía es una enfermedad crónica, de base inflamatoria y de naturaleza autoinmune, puesto que el cuerpo ataca de manera errónea a los tejidos del propio organismo y produce anticuerpos contra sustancias que considera peligrosas aunque para la mayoría de las personas no lo son. Asimismo, es una enfermedad multisistémica porque, además de estar afectado el intestino delgado en las formas clásicas de la enfermedad, se alteran también diferentes sistemas del organismo.
Esta enfermedad se produce en algunos niños y adultos, predispuestos genéticamente, cuando ingieren alimentos que contienen gluten, un complejo proteico presente en cereales, como el trigo (gluteína), la cebada (hordeína) o el centeno (secalina), y en otros híbridos o variedades de trigo como el triticale, kamut, escanda y espelta. El papel de la avena en la enfermedad celíaca es controvertido y por eso su ingestión no se considera segura, sobre todo en menores bien diagnosticados; además, con frecuencia está «contaminada» con otros cereales. El gluten también se añade como ingrediente a múltiples alimentos procesados como espesante, aglutinante y para conseguir que sean esponjosos y de consistencia suave.
Enfermedad celíaca y niños: síntomas e incidencia
La celiaquía siempre ha sido un trastorno vinculado a la infancia. En los textos tradicionales de medicina se describían síntomas muy llamativos como diarreas crónicas, desnutrición importante, abdomen muy distendido y retraso en el crecimiento. En la actualidad, además de los niños, se están diagnosticando bastantes casos en jóvenes y adultos, en los que la sintomatología no es tan aparente.
El trastorno -y sus molestos síntomas- sucede por la inflamación que se produce en la mucosa del intestino delgado, que pierde la capacidad de absorber macro y micronutrientes. También se ha descrito la alteración de la microbiota, tanto en pequeños como en adultos. La efectividad y disponibilidad de métodos diagnósticos recientes y el mayor conocimiento de las formas con pocos o ningún síntoma, que también existen, han contribuido a sacar a la luz muchos casos que antes no se conocían.
La prevalencia de la celiaquía en España se cifra en 1 de cada 118 niños y 1 de cada 389 adultos. En el sexo femenino hay el doble de incidencia que en el masculino. Se piensa que hay bastantes casos sin diagnosticar, por lo que tal vez la frecuencia sea más alta.
Pese a ello, lo que nunca se debe hacer es quitar el gluten de la dieta sin que un médico diagnostique la enfermedad, aunque esté «de moda» hacerlo, lo digan algunos famosos o lo proclamen algunos portales web de dudosa base científica. Si no hay ningún trastorno relacionado con la ingesta de gluten (se describen hasta cuatro entidades: enfermedad celíaca, alergia al gluten, sensibilidad al gluten no celíaca e intolerancia al gluten), es absurdo retirarlo.
Celiaquía: síntomas y diagnósticos según edades
Los síntomas dependen de la edad y pueden comenzar tras la incorporación de los primeros alimentos que contengan gluten (pan, pasta, papillas de cereales) pasados los primeros seis meses de vida, normalmente cuando llevan ya dos o tres meses tomándolos. Así, antes de los dos años de edad, las señales que pueden alertar al pediatra son las siguientes:
- diarreas pertinaces o cíclicas.
- heces blandas, pálidas y voluminosas; flatulencia excesiva.
- vómitos frecuentes.
- distensión abdominal, dolores abdominales recidivantes.
- estancamiento o bajada de peso.
- crecimiento detenido o muy lento.
- tristeza, decaimiento, pérdida de apetito.
Todos estos síntomas condicionan un aspecto clásico de desnutrición con vientre abombado y prominente, piernas muy finas y glúteos con poca grasa y arrugados o planos. En ocasiones, se asocia una intolerancia secundaria a la lactosa que podrá revertir cuando inicie la dieta sin gluten, una vez esté confirmado el diagnóstico.
Pero ¿cómo se hace el diagnóstico? Si la sospecha clínica es fundada, el pediatra pedirá análisis de sangre para conocer los niveles de anticuerpos antitransglutaminasa (AAT). Además de estos anticuerpos, en los resultados se puede encontrar anemia ferropénica (bajo nivel de hierro en la sangre), aumento de enzimas hepáticas y bajada del nivel de proteínas en la sangre, entre otras alteraciones.
Hoy en día, no es necesaria la biopsia intestinal para el diagnóstico de enfermedad celíaca en niños sintomáticos que tengan un nivel de anticuerpos AAT superior a 10 veces lo normal, anticuerpos antiendomisio (AEM) y marcadores genéticos (HLA-DQ2 y/o DQ8) positivos. En cambio, en adultos sintomáticos y con serología positiva, sigue siendo fundamental la realización de esta biopsia para un diagnóstico correcto y seguro. Se recomiendan cuatro muestras de la mucosa: tres de la segunda parte del duodeno y una del bulbo duodenal. La calidad de las muestras, su procesamiento y su lectura condicionan la fiabilidad del diagnóstico histológico, que debe hacerse en un centro experimentado.
¿Y si es celíaco? ¿Cuál es el siguiente paso?
Si hay datos clínicos y analíticos que sugieran el diagnóstico de celiaquía, el pediatra de cabecera mandará al pequeño al pediatra gastroenterólogo para que estudie a fondo el problema y pueda llegar -o no- a un diagnóstico seguro. En tal caso la decisión de no tomar gluten es para toda la vida, con las consecuencias económicas y de orden práctico que conlleva dicho diagnóstico en el ámbito familiar y social. Además, será necesario un dietista-nutricionista conocedor de la enfermedad para que haga una evaluación del estado nutricional, un análisis de los hábitos alimenticios y establezca patrones correctos de alimentación y un sistema de evaluación del cumplimiento de la dieta. La Federación de Asociaciones de Celíacos Españoles (FACE) ofrece abundante información sobre esta enfermedad.
En cuanto a la edad en que se pueden ofrecer alimentos con gluten a un bebé por primera vez, las últimas recomendaciones la sitúan alrededor del sexto mes, siempre de manera paulatina y en pequeñas cantidades (por ejemplo, añadiendo una cucharadita de pan rallado en sus primeras comidas sólidas). Posponer la introducción del gluten no modifica el riesgo de aparición de la enfermedad en niños genéticamente predispuestos; simplemente la retrasa.
La duración de la lactancia materna exclusiva o la incorporación del gluten mientras aquella se mantiene no se relaciona con la celiaquía, aunque siempre es aconsejable alargarla hasta que madre e hijo decidan. Aunque en nuestro entorno esto ocurre entre los seis meses y el año de vida, la lactancia materna puede continuar hasta los 3-5 años del pequeño.
Enfermedad celíaca: una patología con más de un rostro
Existen formas de enfermedad celíaca no clásicas (se llaman pauci o monosintomáticas), que son más frecuentes en los niños más grandes, adolescentes y adultos. En ellas podría presentarse uno o varios de estos síntomas: talla baja, dermatitis herpetiforme (lesiones en forma de ampollitas en rodillas, muslos, codos y cabeza), irritabilidad, aftas orales, infertilidad, abortos espontáneos, osteoporosis e incluso se ha dado obesidad. Los síntomas intestinales, en estas formas de la enfermedad, podrían o no estar asociados a los descritos, y tendrían menor expresividad, siendo los más comunes la dispepsia o el dolor abdominal recidivante.
También hay formas clínicas asintomáticas (silentes) que solo se diagnostican al realizar el análisis y las pruebas (que resultan alteradas) en los grupos de riesgo (familiares de primer y segundo grado de personas con enfermedad celíaca bien diagnosticada y en hermanos de celíacos sobre los 2-6 años de vida). Y, por último, se describen otras tres formas más de enfermedad celíaca: latente, potencial y refractaria.
Síntomas en adolescentes y otras enfermedades asociadas
Los adolescentes, aunque es frecuente que sean asintomáticos, pueden tener uno o varios de los siguientes signos y síntomas: cefalea, aftas orales, alteraciones menstruales o retraso de la primera regla, dolores abdominales, estreñimiento, hábito intestinal irregular, dolores articulares, debilidad muscular, fatiga crónica, pérdida de peso o aparición brusca de edemas (pies hinchados, por ejemplo). En general, la enfermedad celíaca en adolescentes y en adultos es difícil de diagnosticar por ser en muchas ocasiones silenciosa. Otras veces pasa por periodos largos sin síntomas llamativos o se confunde con otras enfermedades bastante habituales.
Hay un grupo de enfermedades en las que la celiaquía se presenta con una frecuencia mayor de lo esperado: diabetes mellitus tipo 1, déficit selectivo de Ig A, síndrome de Down, enfermedades tiroideas, enfermedad hepática, artritis reumatoide, algunos trastornos neurológicos y psiquiátricos.