Complementos dietéticos: cuidado con lo «natural»

La legislación prohíbe utilizar la palabra "natural" en diversos complementos, productos, suplementos y preparados que se venden con pretendida finalidad sanitaria
Por Julio Basulto 17 de septiembre de 2013
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Imagen: SuperFantastic

La palabra “natural” acompaña hoy, con la mayor alegría, a miles de complementos alimenticios, suplementos nutricionales, productos a base de plantas, “quemagrasas” y demás sustancias con supuestas propiedades saludables. No obstante, utilizar ese adjetivo en estos casos es una práctica que prohíbe de forma explícita la legislación española. A simple vista no parece tener mucho sentido, ya que lo natural nos evoca imágenes más saludables (como la lactancia natural) que lo artificial (como la silicona líquida). Para salir de dudas, en el presente texto se amplía qué prohíbe de forma concreta la legislación y por qué lo hace.

Productos naturales: ¿qué prohíbe la legislación?

La prohibición antes descrita ya casi es mayor de edad: tiene 17 años. En agosto de 1996 se hizo público un Real Decreto que delimitó las características a cumplir por la publicidad y la promoción comercial de productos, actividades o servicios con pretendida finalidad sanitaria. En él hallamos que está prohibido usar el término «natural» como característica «vinculada a pretendidos efectos preventivos o terapéuticos» (es decir, para prevenir una enfermedad o para curarla) en cualquier clase de publicidad o promoción (directa, indirecta, masiva o individualizada) de:

  • remedios secretos,
  • fórmulas magistrales,
  • preparados oficinales,
  • productos en fase de investigación clínica y
  • productos (diferentes a los medicamentos o a productos sanitarios con normativa específica), materiales, sustancias, energías o métodos con pretendida finalidad sanitaria.

El impacto de la palabra «natural» en el consumidor

Para abordar bien esta cuestión conviene empezar por el principio: ¿qué quiere decir «natural»? Según la Real Academia Española (RAE), es todo lo perteneciente o relativo a la naturaleza. En tal caso, ¿qué es la naturaleza? Pues, de nuevo según la RAE, es el conjunto, el orden y la disposición de todo lo que compone el universo.

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Imagen: CONSUMER EROSKI

Así, en sentido estricto, el límpido aire de un frondoso bosque de coníferas de California es tan «natural» como el tóxico y maloliente azufre extraído de la corteza del Teide. Sin embargo, mientras que pagaríamos en euros contantes y sonantes un extracto de alcachofa adornado con la frase, «tan natural como la madre tierra», no soltaríamos ni medio céntimo si la frase fuera «tan natural como el uranio radioactivo».

Estas reflexiones pretenden exponer que mientras que la población asocia la palabra «natural» a algo saludable, lo cierto es que el fabricante puede utilizarla en un extracto de una planta que ha sufrido un sinfín de modificaciones físicoquímicas, pero cuyo origen es, de forma indiscutible, la naturaleza. O en unos compuestos a base de vitaminas, minerales y aminoácidos, elaborados en un laboratorio pero provenientes de nuestro universo. Aunque hay más, ya que el hecho de que una sustancia sea «pura» y originaria de una planta (sin ir muy lejos, la cocaína) no garantiza su salubridad, como se amplía a continuación.

Natural no es sinónimo de seguro, inocuo o beneficioso

Esta es una frase que no se cansan de repetir las autoridades sanitarias, nacionales o internacionales. En España, por ejemplo, la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) explica que «el hecho de que en muchas ocasiones se emplee el término ‘natural’ para describir productos o terapias complementarias y alternativas no significa que sean inocuas, es decir, que no hagan daño». Lo mismo opina el National Cancer Institute de Estados Unidos, tal y como detalla este texto de EROSKI CONSUMER.

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Imagen: CONSUMER EROSKI

¿Por qué esta postura? Porque tanto los suplementos nutricionales de determinadas vitaminas y minerales, como muchas de las hierbas o extractos de plantas que podemos comprar en las mal llamadas «tiendas de dietética» pueden tener una potente actividad biológica en humanos. En cuanto a los suplementos de vitaminas y minerales, basta un reciente ejemplo para hacernos a la idea: una investigación concluyó en octubre de 2011 que las mujeres mayores que los toman tienen más riesgo de morir de forma prematura. Y en cuanto a las hierbas «medicinales» o sus extractos, es preciso saber que contienen mezclas complejas de sustancias químicas orgánicas (alcaloides, glicósidos, saponinas, etc.) y conviene evaluar su seguridad a largo plazo antes de exponer a toda la población a su consumo indiscriminado, algo que no suele hacerse. En el proceso de elaboración del producto, asimismo, se puede alterar su actividad farmacológica y la concentración de sus constituyentes.

Los siguientes son algunos ejemplos, tomados del compendio médico ‘Harrison’s principles of internal medicine‘:

  • Los productos a base de plantas que contienen determinadas especies de Aristolochia se han asociado con neoplasias genitourinarias.
  • El uso de extractos de Kava (Piper methysticum) generó en 2001 diversos casos de insuficiencia hepática fulminante.
  • Determinados productos con Ginkgo biloba se han asociado con hemorragias postoperatorias.
  • Los suplementos con Ephedra sinica («ma huang», en chino) se han vinculado de forma clara a eventos adversos graves y mortales.

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Imagen: Vangelis Thomaidis

No extraña, por tanto, que el National Center for Complementary and Alternative haya declarado en marzo de 2013 que el uso, por parte de un fabricante, del término «certificado» o «verificado» o «estandarizado» en un complemento alimenticio o en un suplemento a base de plantas (o «suplemento herbal») no garantiza la calidad del producto, que la cantidad del ingrediente activo puede ser inferior o superior a lo detallado en la etiqueta («lo que aparece en la etiqueta puede no ser lo que hay en el frasco»), que un suplemento a base de plantas puede contener docenas de compuestos con principios activos no conocidos y que dicho suplemento puede estar contaminado con otras hierbas, pesticidas o metales, o incluso adulterado con ingredientes no declarados, como medicamentos.

Y tampoco extraña, por último, que el Grupo de Revisión y Posicionamiento de la Asociación Española de Dietistas Nutricionistas (GREP-AEDN) detalle que una de las características que define a los productos fraudulentos es que contengan «afirmaciones que sugieren que el producto es seguro, ya que es ‘natural'». Antes de encandilarnos con brillantes promesas y términos que suenan bien, conviene recordar que una alimentación equilibrada es como un abrazo: no necesita palabras «comodín» para que sepamos que es saludable.

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