El próximo 28 de mayo es el Día Nacional de la Nutrición, una iniciativa impulsada por la Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética (FESNAD) que se celebra cada año desde 2005. La jornada pone de relevancia el papel de la alimentación en la salud y difunde algunos de sus aspectos fundamentales, como la hidratación, el tema elegido para este año. Este día es también una buena ocasión para subrayar el trabajo de los dietistas-nutricionistas, unos profesionales de la salud indispensables para combatir algunas de las enfermedades más graves y extendidas del siglo XXI, relacionadas con lo que comemos y lo que dejamos de comer. En este artículo, hablamos con algunos de ellos y les preguntamos por las principales reivindicaciones del colectivo.
La pesadilla: promover una dieta sana en un entorno obesogénico
¿Con qué sueña un dietista-nutricionista? Para empezar, con que su labor en el campo de la alimentación saludable dé frutos. No es un juego de palabras, ni una broma. Es una realidad muy seria. Tan seria como que vivimos en un país donde cuatro de cada diez adultos tienen exceso de peso y dos de cada diez padecen obesidad. No es casual que, en los últimos años, varios dietistas-nutricionistas hayan dado el salto a los medios de comunicación y a las redes sociales para hablar sobre alimentación y salud. Escriben libros, construyen blogs, van a la radio, publican artículos… Hacen todo lo que está en sus manos para difundir lo que saben.
Pero el esfuerzo no es suficiente. Al hablar con ellos, coinciden en que faltan más recursos y herramientas, voluntad política y unos cuantos cambios estructurales para revertir esas cifras alarmantes. En esta semana previa al Día Nacional de la Nutrición, hemos conversado con varios nutricionistas para preguntarles qué aspectos habría que mejorar para hacer frente de manera eficaz a problemas tan graves como la obesidad, la diabetes tipo 2, la hipertensión arterial o la enfermedad cardiovascular, que afectan a poblaciones cada vez más amplias. La importancia de integrar el Sistema Nacional de Salud, la necesidad de regular la publicidad de ciertos alimentos dirigida a los niños o el freno al intrusismo profesional son algunas de sus principales reivindicaciones.
Profesionales sanitarios sin lugar en la Sanidad
«Invertir en la figura del dietista-nutricionista es disminuir el gasto sanitario», lanza Eduard Baladia, editor de Revista Española de Nutrición Humana y Dietética. «La figura del dietista-nutricionista trae consigo la nutrición basada en la evidencia, desplaza la mala ciencia, a la pseudociencia y a los charlatanes: asignarle a una persona una terapia ineficaz tiene efectos directos sobre el empeoramiento de su salud, de su pronóstico y de su calidad de vida, así como también tiene efectos directos sobre su economía e indirectos sobre el gasto sanitario», fundamenta Baladia, que coordina el Centro de Análisis de la Evidencia Científica de la FED-N (Fundación Española de Dietistas-Nutricionistas).
Alma Palau Ferré, presidenta del Consejo General de Dietistas-Nutricionistas de España (CGDNE), apunta que los dietistas-nutricionistas están reconocidos como profesionales sanitarios por ley desde 2003, pero que ese reconocimiento no se ha traducido en su incorporación al Sistema Nacional de Salud (SNS). Palau detalla que se han presentado varias iniciativas al respecto -alguna, incluso, ante el Senado, en 2011- y que la inserción en el SNS no se refiere solo al ámbito hospitalario, sino también a la atención primaria, «donde haría falta al menos uno o dos dietistas-nutricionistas por centro de salud para atender pacientes crónicos».
«Aunque suene fuerte, el SNS promueve el intrusismo a nuestra profesión. Como es necesario que alguien se encargue de la nutrición de algunos pacientes, se ‘reciclan’ enfermeros: hacen un curso on line o similar, y ya se hacen cargo de funciones de dietistas-nutricionistas. Además, ostentan el título de ‘Dietista’ en su bata blanca. Esto es intrusismo y ya son 13 años sin querer regularizar esta situación», lamenta Palau.
Manuel Moñino, investigador en CIBERobn y en el estudio PREDIMED (PREvención con DIeta MEDiterránea), explica que el perfil profesional de los dietistas-nutricionistas no coincide con el de ningún otro profesional que hoy trabaja en las políticas de promoción y protección de la salud. «Cuando el dietista-nutricionista ha tenido la oportunidad de participar, las acciones han resultado con un valor añadido que no se hubiera obtenido con un equipo en el que falta nuestro perfil. El resultado ante la falta de esa participación es que los ciudadanos no pueden beneficiarse de esa mejora. Lo mismo ocurre en otros ámbitos como el hospitalario, sociosanitario o atención primaria. Los ciudadanos tienen necesidades que el sistema desgraciadamente no les está ofreciendo, menoscabando su derecho a ser atendido por el profesional idóneo para ayudarles a resolver o manejar sus problemas o dudas en alimentación y nutrición», advierte.
Aitor Sánchez García, investigador, divulgador y autor del blog Mi dieta Cojea, es de la opinión de que, ante un problema con distintas aristas, el abordaje debería ser simultáneo en varias áreas para que fuese verdaderamente útil. «Si hubiera que priorizar alguna -dice-, sería la atención nutricional por parte del dietista-nutricionista desde la Sanidad Pública. No es comprensible que una rutina que afecta tanto a la salud de la población no esté siendo supervisada ni recomendada de manera profesional. Cuando esta labor se descuida, y no hay nadie que matice la publicidad o las promociones agresivas, es muy complicado que la gente tenga claro cómo mantener una alimentación saludable».
Como él, la dietista-nutricionista y divulgadora Lucía Martínez, autora del blog Dime qué comes, considera que «para conseguir un abordaje efectivo hay que atacar a la vez por varios frentes». Entre ellos, destaca «regular de manera real y efectiva la publicidad de alimentos», educar a la población, ya que «un consumidor bien informado es más crítico a la hora de elegir», e incluir la figura del dietista-nutricionista en la sanidad pública, «empezando por atención primaria, con plazas suficientes para proporcionar una atención real y abarcar a toda la población».
Cuidar a los grupos más vulnerables de la sociedad
El control de la publicidad de los alimentos superfluos, en especial de la que va dirigida a los niños, es otra de las piedras angulares en las que se apoya este colectivo. De todas las reivindicaciones posibles, esta es la que elige el dietista-nutricionista Julio Basulto, autor de cinco libros de divulgación y colaborador habitual de varios medios. Su sueño es muy concreto: «Que se prohiba toda clase de marketing de alimentos malsanos dirigidos a niños». Y lo fundamenta de la siguiente manera: «Una de las claves más importantes para frenar las graves tasas de enfermedades crónicas (o ‘no transmisibles’) que sufre nuestra sociedad es proteger a los menores de edad de estas campañas diseñadas para aumentar las ventas de productos alimenticios insanos».
«Yo añadiría la educación alimentaria y nutricional en la escuela y la capacitación de las familias y ciudadanos para tomar decisiones responsables con la salud», dice Manuel Moñino. En este reclamo Alma Palau está de acuerdo. «Habría que instaurar la asignatura de ‘Alimentación para la salud’ en los colegios, en primaria y en secundaria», precisa la presidenta del CGDNE. «Por pedir, también pedimos impuestos a los alimentos insanos. Pero en lugar de eso, nos encontramos que un supermenú con doble hamburguesa, refresco azucarado de medio litro y un plato de patatas fritas solo cuesta tres euros. Vale lo mismo que un kilo de tomates. ¿Quién se puede permitir un menú saludable? ¿Quién va a comer peor en nuestra sociedad? Lógicamente, los más desfavorecidos», plantea.
En cuanto al tema publicitario, Palau se fija en otra área: «La regulación de la publicidad de los productos sanitarios, para evitar tanto fraude. Me refiero a todo lo que puedes comprar en una farmacia de mostrador hacia fuera, sin receta médica». Y pone algunos ejemplos, como las dietas hiperproteicas en sobres, sustitutivas de la alimentación normal: «Tal vez pierdas un par de kilos el primer mes, pero el resultado seguro es un efecto rebote». Otro ejemplo, «los análisis de intolerancias alimentarias, que no sirven para nada, pero mucho menos para adelgazar, y pueden costar 400 euros». ¿Más? «Un kit de nutrigenética para conocer tu ADN y, en consecuencia, conocer qué deberías comer. Es decir, ponemos en manos de un ciudadano un kit de autodiagnóstico y de autotratamiento; ambas cosas son ilegales».
Bárbara Sánchez, dietista-nutricionista del Centro Aleris y experta en nutrición deportiva, opina que, más allá de las reivindicaciones, lo importante es que la población sepa que hay un profesional de la alimentación que puede ayudar a mejorar la salud. “No se trata de hacer dietas para perder peso, se trata de aprender a comer. Por los motivos que sean (ambiente obesogénico, industria alimentaria, publicidad), hemos olvidado lo que es comer bien en favor de la salud. En el momento en que cualquier persona tenga asumido que tiene una necesidad relacionada con su alimentación y que hay un profesional de la salud específico para ello, tendremos mucho ganado. Será la sociedad la que demande un profesional cualificado y, para ello, nosotros mismos tendremos que ponernos las pilas y estar actualizados”.
En consonancia, Alma Palau señala que “cada vez acuden más personas a nuestras consultas; personas que simplemente quieren aprender a comer. No tienen problemas de salud ni sobrepeso, pero sí se sienten un poco desorientadas con tanta publicidad y quieren tener un buen criterio”. En paralelo, hace la siguiente observación: “Lo que cada vez echamos más en falta los dietistas-nutricionistas es que las personas quieran cuidarse. Para mí ha terminado el discurso de ‘la culpa la tiene la industria, la culpa la tiene el Gobierno…’. Para mí, la principal responsabilidad la tiene el ciudadano que no quiere saber qué está bien, que le gusta dejarse seducir e ir a la moda”.