Imagen: congerdesignA los españoles nos gusta la pasta. Cada uno tomamos en 2016 unos 4 kg de este alimento, según el último dato publicado al respecto por el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente (Mapama). Y no pagamos mucho. Se trata de un producto relativamente barato (menos de dos euros el kg) y que nos hace más sencilla la comida. Pero ¿cuánto sabemos sobre la pasta? ¿La preparamos bien? ¿Hay diferencias entre la pasta fresca y la seca? En el siguiente artículo damos respuesta a estas cuestiones.
¿Pasta fresca o seca? Parece que nos decantamos por la segunda: cada español adquiere 3,81 kilos de la seca al año frente al 0,24 kg de la fresca. El primer formato nos facilita mucho la vida (hacer unos macarrones con tomate no cuesta apenas nada), y el segundo no nos roba mucho rato: la pasta fresca se cuece en la mitad de tiempo. Pero en esa elección puede que también tenga algo que ver el precio: la pasta fresca (6,69 euros el kg) es hasta cuatro veces más cara que la seca (1,52 euros).
Comer no solo significa alimentarse: es experimentar y disfrutar. Y, en este sentido, la pasta fresca artesanal beneficia, y mucho, a nuestro paladar. No ha pasado diferentes procesos de deshidratación, como la seca, y por eso queda más tierna y conserva el sabor original, el de los fabricantes artesanos que la hacen. Un placer para nuestros sentidos, porque también es más permeable y absorbe mejor el sabor de las salsas.
Hacer pasta fresca tan solo lleva 30 minutos
Imagen: Oldmermaid
Aunque hay multitud de presentaciones envasadas (rellenas o no), basta con reservar 30 minutos si queremos hacer pasta fresca en casa. Una referencia: para una persona se necesitan solo 100 gramos de harina de fuerza y un único huevo.
A partir de esas proporciones, se forma un volcán con la harina y los huevos necesarios. Se amasa el conjunto hasta crear una bola uniforme que no se pegue en las manos y que, al estirarla, tampoco se rompa. Después, se deja reposar media hora, aproximadamente.
Último paso: trocear la masa en pequeñas bolitas y pasarlas varias veces (siempre espolvoreando con harina) por una máquina laminadora (ayuda a afinar la pasta). Así, se consigue una pasta fina, manejable y no elástica. Si no hay laminadora, se puede utilizar un rodillo de pastelería. Y ¡lista!
La masa no debe quedar pegajosa, no hay que amasarla en superficies frías y los huevos deben estar a temperatura ambiente. ¿Y al cocinarla? Esta pasta fresca se prepara muy rápido: cerca de dos minutos suele ser suficiente. Muy sencillo, entonces.
Karlos Arguiñano, adalid de la comida casera y chef de muchos hogares españoles, nos da un consejo para hacer pasta de diferentes sabores y colores: «Si queréis una pasta roja, añadid un poco de puré de remolacha a la masa; si la preferís verde, puré de espinacas; y si deseáis que sea negra, un sobre de tinta de calamar». Dicho y hecho.
La pasta sola no engorda tanto como se cree
Desde el punto de vista nutricional, la pasta fresca aporta sobre todo hidratos de carbono (almidón), que le dan un alto valor energético. Así que es un gran alimento, especialmente en la niñez, en la adolescencia o en personas con un gran desgaste físico, como los atletas de fondo. Por eso, también, ha protagonizado bulos: engorda, según la leyenda. Pero no es cierto… del todo. Una de sus ventajas es su bajo contenido en grasa. Eso sí, si le añadimos huevo, pescado, carne o queso, aumentará su valor nutritivo y su número de calorías. Por tanto, se recomienda tomar pasta una vez a la semana, alternándola con otros platos, como legumbres y arroz.
La más importante de sus proteínas es el gluten, que le proporciona su característica elasticidad. La composición de la harina (su grado de extracción) influirá en su contenido en fibra: más porcentaje de extracción, mayor contenido en fibra, vitaminas y minerales. Por eso siempre es preferible la pasta integral, un alimento recomendable que completa el proceso digestivo.
Fresca, seca o cocida: cómo conservar cada tipo de pasta
Estamos ante un producto fácil de conservar con las mínimas precauciones. Todo depende de su formato:
- Seca. No necesita unas condiciones estrictas de conservación. Para mantenerse en buen estado durante meses, se aconseja guardarla en un recipiente cerrado y protegido de la humedad.
- Fresca. Si se ha dejado secar, puede conservarse en la nevera durante dos o tres días, envuelta en telas o trapos. El congelador también es un buen lugar para guardarla en las mejores condiciones; se introduce en un recipiente hermético y no hace falta descongelarla. Puede cocerse directamente en abundante agua en ebullición.
- Congelada. Por lo general, en estos casos, la pasta es un ingrediente más de un plato precocinado que también lleva verduras, carne o pescado. Conviene adquirir estos productos poco antes de ir a casa. De esta forma, no pasará mucho tiempo antes de meterlos al congelador y no se romperá la cadena de frío.
- Cocida. También hay algunas reglas de conservación cuando la pasta está cocida: es aconsejable colocarla en un recipiente, añadirle un poco de aceite de oliva, remover para que este se impregne y guardar en el frigorífico. Podremos disfrutarla entre tres y cuatro días.