¿Cuánto tiene que comer un niño? “¿No será mejor que coma cualquier cosa, aunque sea un dulce, a que no coma?” “¿Es malo que insista en consumir el mismo alimento día tras día?” Estas preguntas son habituales entre los padres y cuidadores de niños pequeños, que se preocupan por su alimentación e intentan hacer las cosas lo mejor posible. Como se ve a continuación, a menudo la respuesta es más simple de lo que parece: poned a su alcance alimentos saludables y dejad que coma según su gusto personal y su apetito.
Mi niño no me come
‘Mi niño no me come’ es el título de un conocido libro de alimentación escrito por el pediatra Carlos González. Junto con ‘Se me hace bola’, del dietista-nutricionista Julio Basulto, se trata de una lectura más que recomendable para entender mejor la relación de los pequeños con la comida.
En un entorno como el nuestro, con disponibilidad de alimentos, es poco probable que un niño pase hambre. Tenemos esa gran suerte. Si un bebé o niño pequeño tiene hambre, lo hará saber, bien pidiendo comida, pecho, o bien llorando si todavía no habla.
Si un niño sano y activo no desea comer, o no quiere acabarse el plato, lo más sensato es respetarlo y ofrecerle más comida cuando tenga hambre de nuevo. Muchas veces la «inapetencia» de los pequeños no es más que la diferencia entre lo que necesitan comer y las expectativas de los adultos que los rodean sobre lo que «deberían» comer, tal y como indica la guía de ‘Recomendaciones para la alimentación en la primera infancia’, editada por el Departamento de Salud de la Generalitat de Cataluña, que se puede descargar aquí.
Si, por el contrario, el niño está apático, cansado y abatido, y además se niega a comer, la solución nunca pasará por obligarle a realizar la ingesta, sino por solucionar lo que lo mantiene en ese estado. ¿Está incubando un resfriado? ¿Tiene algo de anemia? ¿Le duele algo o se encuentra mal?
El apetito de los niños: variable e impredecible
El apetito de los pequeños es, en palabras de la Academia Americana de Pediatría, «fluctuante e impredecible», ya que se adapta a su crecimiento, además de a su actividad. El crecimiento de los pequeños no es lineal ni sostenido, sino que experimenta variaciones de una semana a otra y eso se refleja en el hambre que el menor tenga. Entonces, ¿cuánto tiene que comer un niño sano? Tanto hasta saciar su hambre.
Mientras tome aún leche materna o, en su defecto, leche de fórmula, la alimentación complementaria puede significar una parte muy pequeña de su aporte nutricional e ingerir muy poca cantidad de alimentos distintos a la leche. Eso no supone ningún problema: el momento en el que cada niño muestra interés por la comida y esta va desplazando a la lactancia puede ser distinto y ser normal en un abanico muy amplio de casos. Existen bebés de nueve meses que apenas prueban o juguetean un poco con la comida sólida, mientras otros son capaces de hacer casi todas las ingestas. Ambos casos son normales y se corresponden con niños saludables. Cada bebé tiene su ritmo y su propio desarrollo.
Lo mejor que se puede hacer es ofrecerles opciones saludables y dejar que elijan y coman según su apetito. Si se le da a un niño siempre galletas en el desayuno, se le estará creando un hábito poco saludable y es probable que rechace en el futuro alimentos menos dulces y palatables. Si, en cambio, se le ofrecen desayunos a base de alimentos saludables (fruta, pan integral, yogur natural, leche, frutos secos, huevos, avena…), se le puede dejar elegir. Tanto si prefiere desayunar un yogur natural con plátano, como una tostada con tomate, como un huevo cocido y unas uvas, estará haciendo una elección saludable.
Creando un entorno saludable
Cuando los alimentos superfluos, los dulces, los precocinados, los refrescos, los bollos, las salsas industriales o las chucherías en casa nunca han sido una opción, lo que queda es saludable, por lo que se le puede dejar escoger qué y cuánto quiere comer sin temor a que elija mal. No pasa nada por comer con mucha frecuencia o muchos días seguidos un alimento saludable. Mientras es habitual que los niños consuman a diario yogures con 14 g de azúcar, cacaos solubles azucarados o embutidos, nos parece un problema que coman gazpacho cada día en verano porque les gusta o nos preocupamos si alguna familia alimenta a su hijo a diario con lentejas. Si recapacitamos, veremos que no tiene sentido.
Por último, no se debe olvidar que uno de los factores más importantes que influyen en la preferencia de los niños por unos u otros alimentos es el ejemplo que reciben. El estilo de vida de los padres es un factor decisivo en el desarrollo de su propio patrón de alimentación.