El “Ab-crack” es la última moda de una larga lista de propuestas estéticas que promueven un canon de belleza que se aleja de la salud y del bienestar real de las personas. Siempre ha habido modas, pero, en la actualidad, la estética no solo es muy influyente: su alcance es más masivo que nunca. Cada año se suman nuevos retos que, a través de Internet y las redes sociales, incitan a conseguir distintos modelos de cuerpos, unas tendencias que no siempre están alineadas con la realidad y, menos aún, con la salud. A continuación se repasan algunas de ellas.
Cuando la belleza se aleja de la salud
La estética siempre ha sido, en salud, motor de cambio, la excusa perfecta para consumir un nuevo producto o el mejor motivo para contratar los servicios de un gurú. A base de crear modelos estéticos muy complicados de seguir, somos bombardeados -en especial las mujeres- con una gama enorme de cosméticos, alimentos, suplementos, medicinas y «soluciones» para intentar alcanzar esos cánones de belleza. El wellness o «bienestar» se ha preocupado más de vender productos y tratamientos que de hacernos sentirnos bien con nosotros mismos.
Para comprender bien esta influencia, hay que observar, por un lado, el cambio que se ha producido en los medios que transmiten estas modas. Las redes sociales han modificado un paradigma, y es el de extender los cánones de belleza al día a día de las personas, a nuestra rutina más íntima, fotografiando nuestro desayuno o mostrando nuestra ropa de pijama. Las revistas, la televisión, el cine, los anuncios… tienen sus fronteras, pero cuando una corriente supera estas barreras se vuelve mucho más viral. Por desgracia, en pocas ocasiones lo que se hace viral es con un fin loable.
Por otro lado, las modas físicas cada vez se corresponden con situaciones más alejadas de la realidad, más extremas, más complicadas de alcanzar. En consecuencia, tienden a facilitar que la gente ponga en riesgo su salud y tenga comportamientos más irresponsables para alcanzarlas.
Modas estéticas alejadas del sentido común
Hace poco pasamos por la moda del diastema, que ha llevado a muchas personas a someterse a intervenciones odontológicas para separarse ligeramente los dientes por ser considerado un rasgo cool.
A continuación estuvo en auge el «Thigh gap», el estrecho hueco entre las piernas que muchas chicas ansiaban conseguir para mostrar que sus muslos estaban separados.
En este recorrido por las modas estéticas no se puede obviar tampoco el «reto de la clavícula«, en el que Instagram recogió a muchas chicas demostrando cómo su delgadez les permitía posar monedas en el hueco que tenemos entre el cuello y la clavícula.
La última moda estética consiste en el «Ab-crack», que podría ser considerado un homólogo del «six-pack», la llamada «tableta de chocolate» en hombres. El «Ab-crack» pretende enfatizar la línea vertical que separa los abdominales entre las mujeres.
Muchas de estas modas resaltan y se centran en partes hiperespecíficas del cuerpo. Ya no se trata de la presión por el torso, por el busto o por la cintura. Cada vez tenemos presiones sobre partes del cuerpo más concretas. Esta novedad presenta una gravedad añadida a la típica de la estética: ya no solo se requiere un esfuerzo importante llegar a esa situación, sino que a veces es imposible alcanzarlo.
La imposibilidad se debe a que muchos de estos rasgos no dependen solo de los hábitos dietéticos o deportivos, sino de la genética. Marcar abdominales o tener más grasa en la parte del pecho o del cuello son cuestiones muy ajenas a nuestra voluntad, casi tanto como la talla del sujetador. Y así deberían entenderse.
Más allá de la salud física: la salud mental
Muchas voces han justificado estas corrientes desde el punto de vista de la motivación. Alegan que las personas que se suman a estas modas han virado hacia un estilo más sano para conseguir sus objetivos y que, por lo tanto, tienen su parte positiva.
No se debe olvidar que la salud física no se puede separar de la mental, y que ni siquiera con el fin de prevenir el sobrepeso y la obesidad estos patrones están justificados. No se puede defender la instauración de una obsesión por el cuerpo o por la comida para no caer en el extremo contrario: el de la obesidad o el de la despreocupación por la salud. Antes de luchar por un cuerpo objetivo, habría que pararse a comprender con qué cuerpo nacemos.