Hace muchos años que los profesionales sanitarios -al menos los bien informados- son conscientes de que no tiene sentido pautar la llamada “dieta astringente” en diarreas agudas. No obstante, como todos los mitos, se resiste a pasar al olvido. En el presente artículo se aborda dicha dieta y se advierte de que incluso puede ser contraproducente. También se trata la importancia de continuar con la lactancia materna en bebés, se detallan los síntomas de la deshidratación y se insiste en el valor de las soluciones de rehidratación oral en las diarreas agudas en niños.
¿Qué es una dieta astringente?
En teoría, una dieta astringente o «sin residuo» es aquella que evita que empeore una diarrea aguda, limitando la fluidez y la abundancia de las heces e impidiendo que se irrite el intestino. El aburrido menú astringente lo forman: de primero, la recurrente sopa de arroz y/o zanahoria; de segundo, el pescado blanco hervido (soso), al que le acompaña pan tostado; y, de postre, una descolorida compota de manzana con unas gotas de limón. Los ingleses la denominan la «dieta BRATT», de las siglas Banana, Rice, Aplesauce, Tea and Toast (plátano, arroz, compota de manzana, té y tostadas).
La dieta astringente no funciona
Pese a que parece obvia la utilidad de una dieta astringente, el Comité de Nutrición de la Academia Americana de Pediatría y la Asociación Española de Pediatría no lo tienen tan claro. Según los expertos en el tema, hace casi 20 años quedó demostrado que volver lo más pronto posible a la alimentación normal (cuando el bebé o el niño muestran signos de apetito), es lo más sensato, tal y como justificó en EROSKI CONSUMER la nutricionista Maria Manera en 2012. En su artículo titulado ‘Dieta para la diarrea‘, se lee que «dejarse guiar por el grado de apetito y el tipo de alimento que uno desea comer es el mejor consejo».
Ya se sabe que la dieta astringente no mejora la consistencia de las heces ni disminuye la frecuencia de las deposiciones. Y, por otra parte, la mayor parte de las diarreas infantiles duran entre tres y siete días, sea lo que sea lo que se le dé de comer al pequeño con diarrea, según un libro de referencia en nutrición infantil, el ‘Pediatric Nutrition Handbook’.
Por su parte, una de las entidades más reputadas en medicina, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), detalla que los niños que ya toman alimentos sólidos o semisólidos «deben continuar con su dieta habitual durante los episodios de diarrea». Conviene saberlo para evitar angustias lógicas, pero innecesarias.
¿Y los lactantes?
Hasta hace unos años, en las diarreas se recomendaba evitar los lácteos, por la presencia de lactosa. Se trataba de un consejo incompatible con la lactancia, porque la leche materna contiene lactosa. Hoy se sabe que no es eficaz retirar la lactosa y que hasta puede resultar contraproducente. Entre otros motivos, por los beneficios que la lactancia materna ejerce en el sistema inmunitario del bebé.
Los CDC consideran que los pequeños amamantados «deben continuar mamando a demanda». En cuanto a los alimentados con leches artificiales, indica que «deben seguir tomando su fórmula habitual inmediatamente después de la rehidratación, en cantidades suficientes para satisfacer las necesidades de energía y nutrientes». Insisten en que «las fórmulas sin lactosa o con menos lactosa en general son innecesarias» (podrían ser útiles en casos de diarrea en niños desnutridos o en menores con una enteropatía severa).
¿Evitamos azúcares y grasas? No hace falta
También se ha repetido mucho que azúcares y grasas deben evitarse durante los episodios de diarrea. Sobre las grasas, los CDC son explícitos: «Mantener una ingesta calórica sin grasas es difícil». La ingesta de energía es importante para una correcta nutrición, máxime en el caso de un niño con esta clase de patología aguda. La grasa, además, podría tener un efecto beneficioso en la reducción de los movimientos intestinales, lo que reduciría la severidad de la diarrea.
En el caso de los azúcares, solo tiene sentido evitar grandes cantidades bebidas azucaradas (como los «refrescos»), zumos (aunque sean caseros) o postres a base de gelatina. Interpretar que los menores con diarrea aguda no pueden tomar nada de azúcar puede llevar a algunos padres a no incluir azúcar en la solución de rehidratación oral, algo peligroso.
Como se ve, un niño con diarrea aguda puede comer, en función de su apetito, lo mismo que comía antes de presentar este trastorno. Para el CDC, esto es mucho más recomendable que la práctica de eliminar alimentos.
¡Puede resultar perjudicial!
La dieta astringente no solo no disminuye la duración o severidad de la diarrea, sino que además podría comprometer el equilibrio de la alimentación infantil (sobre todo por falta de energía) y afectar de forma negativa al delicado sistema inmunitario del pequeño. El apetito, además, se ve afectado no solo por el proceso que haya desencadenado la diarrea, sino también por el rechazo a la monótona e insípida dieta astringente. Asimismo, para que el intestino se repare con éxito, hacen falta nutrientes que casi nunca están en las dietas astringentes. Muchas madres, por último, pueden dejar de amamantar a sus hijos para darles alimentos que en teoría son astringentes, algo a la vez innecesario y arriesgado.
¿Qué hacemos, entonces? Hidratar
En la diarrea aguda, una pérdida constante y considerable de agua y minerales es peligrosa. Ante todo, es preciso saber detectar y valorar la deshidratación. De entre sus síntomas, en niños destacan los ojos hundidos, la no producción de lágrimas al llorar, ausencia de orina, sequedad en boca y lengua y falta de alegría (postración o letargia). Estas señales aparecen ampliadas en el documento ‘Controversias en el manejo de la diarrea infecciosa‘ de la doctora Juanita Zamorano. En bebés de pocos meses la deshidratación puede producirse en unas pocas horas. Sea como fuere, en todos los casos de diarrea aguda acompañada de deshidratación, aunque esta última sea pequeña, se aconseja utilizar las soluciones de rehidratación oral, en base a las recomendaciones del pediatra.