Hay dos maneras de entender la “dieta blanda”, con un fundamento distinto en cada caso. En uno, se modifica la textura de ciertos alimentos para facilitar el proceso alimentario a quienes tienen problemas de masticación. En el otro, se adaptan los alimentos y las formas de cocinado hacia una fácil digestión para quienes tienen problemas digestivos o están próximos a una intervención quirúrgica. Ambas modalidades están registradas en los protocolos terapéuticos de los centros hospitalarios. También se pueden seguir en casa, aunque siempre con un buen conocimiento del tema para no hacerlas más estrictas de lo necesario. En este artículo explicamos en qué consiste la dieta blanda de fácil digestión y la dieta de fácil masticación, o “mecánica”, y señalamos las principales diferencias entre ellas.
Dieta blanda: fácil digestión
La «dieta blanda» consiste en modificar la manera de cocinar los alimentos y en seleccionar los productos de cada grupo que sean fáciles de digerir, tanto por su adecuada composición nutricional como por su grado de maduración. El objetivo es provocar el mínimo estímulo digestivo, con el fin de evitar complicaciones en su estado de enfermedad o afectación.
En líneas generales, la dieta blanda es:
- Baja en grasas. Carnes magras, pescados blancos, huevos en tortilla o revueltos.
- Pobre en fibra. Frutas no ácidas sin piel, muy maduras, asadas o en compota, verduras suaves no fibrosas y cocinadas, sin legumbres.
- Con pocos azúcares simples.
Además, las comidas se distribuyen en varias tomas a lo largo del día y en pequeños volúmenes, para no saturar la capacidad y funcionalidad digestiva.
La dieta blanda de protección gástrica debe ser baja en grasas, pobre en fibra y en azúcares simples, con cocciones suaves y sin alimentos ácidos, irritantes ni picantes
No obstante, las modificaciones dietéticas van más allá y consisten en eliminar los alimentos irritantes de la mucosa gástrica o que aumenten la producción de ácido clorhídrico en el estómago. Por ello no se admiten: alimentos y/o especias picantes, ácidos, grasientos o platos muy condimentados; tampoco excitantes como el café, el té, el cacao o las bebidas alcohólicas.
Tan importante como la selección de alimentos es la forma de cocinarlos. En la dieta blanda de protección gástrica están indicadas de forma particular las cocciones suaves: hervidos, al vapor, papillote (con el mínimo aceite), baño María y estofados de verduras, pescado blanco o pollo a fuego lento y con la mínima adición posible de aceite.
La dieta blanda en texturas está diseñada para personas con problemas digestivos (úlcera péptica, úlcera duodenal, hernia de hiato, gastritis…). También se indica en los momentos previos a una intervención quirúrgica o durante los días posteriores a la misma, en el periodo de convalecencia.
Dieta blanda mecánica: fácil masticación
La dieta blanda mecánica debe ser variada, equilibrada e incluir alimentos y texturas blandas, que permitan una fácil masticación
Este plan alimentario es adecuado para quienes tienen dificultad para masticar alimentos. En este grupo se enmarcan quienes han sufrido algún trastorno neurológico (una enfermedad degenerativa como el Alzheimer, un ictus, etc.) que les impide hacer de forma correcta el proceso de masticación y deglución; quienes no tienen suficientes dientes como para masticar de forma correcta; y las personas que atraviesan procesos inflamatorios y dolorosos de la boca, como el periodo de adaptación a la ortodoncia. Para evitar confusiones en la nomenclatura, este tipo de dieta se denomina en clínica como «dieta blanda de fácil masticación» o «dieta blanda mecánica».
Las particularidades dietéticas se podrían resumir en: dieta variada, equilibrada y con una selección de alimentos y texturas blandas, que permiten una fácil masticación. En comparación con la dieta blanda de protección gástrica, las restricciones (tanto en alimentos como en forma de cocinado) son menores. Solo se limitarán -siempre según tolerancia- los alimentos o preparaciones culinarias de consistencia dura o astillosa. Si hubiera irritación bucal, deberían evitarse también los alimentos ácidos e irritantes para no agravar las molestias.
No conviene caer en la comodidad de ofrecer siempre a la persona con problemas de masticación los alimentos triturados. Es gratificante para la persona enferma poder distinguir los sabores de los distintos alimentos y degustar platos diferentes, frente a un puré con varios ingredientes mezclados. El proceso de alimentación, de alivio de síntomas o de curación a través de la dieta es más amplio que una fórmula o una receta óptima desde el punto de vista nutricional. El objetivo es procurar placer, gusto por lo que se come, estimular los sentidos y dar la oportunidad de experimentar las mejorías al proponer distintas texturas a medida que la situación mejora.
Cada patología y cada circunstancia exige adaptarse lo máximo posible a las necesidades específicas del paciente, con el fin de no limitarle la alimentación más de lo necesario. En estas dos modalidades de dietas hay diferencias sustanciales en cuanto a la recomendación de consumo de ciertos alimentos, que permiten comprender la importancia de un buen asesoramiento nutricional al iniciar el plan de alimentación. A modo de ejemplo:
Pan:
- Fácil masticación: pan de molde y similares.
- Fácil digestión: biscotes y pan tostado, que obligue a masticarlos para favorecer una mejor digestión de los carbohidratos, que comienza en la boca al mezclarse con las enzimas salivares.
Frutas:
- Fácil masticación: se admite todo tipo de frutas, siempre y cuando estén bien maduras y permitan una masticación sin dificultad.
- Fácil digestión: se recomiendan de forma casi exclusiva las frutas asadas o en compota, peladas para reducir el contenido en fibra. Están desaconsejados los zumos de naranja o de frutas ácidas, tipo piña, pomelo, limón, manzana ácida o tomate, entre otros.
Leche:
- Fácil masticación: se admite todo tipo de leche y productos lácteos si la persona no tiene alergia ni intolerancia alguna.
- Fácil digestión: se recomienda comer solo yogur descremado y leche sin lactosa en las primeras fases de la recuperación digestiva, además de valorar la tolerancia individual.