Dietas muy bajas en calorías: principales riesgos

Tratar de adelgazar con dietas muy restrictivas que aportan muy pocas calorías es peligroso e ineficaz a largo plazo
Por Juan Revenga Frauca 28 de abril de 2011
Zumos, smoothies
Imagen: citymama

Las dietas muy bajas en calorías o VLCD (very low calorie diets) tienen un valor energético inferior a 800 Kilocalorías diarias, una cifra bastante alejada de las necesidades energéticas medias de una persona (entre 1.800 y 2.200 Kcal. diarias) y son, por definición, deficitarias en nutrientes. Su utilización se vincula, en general, al ámbito hospitalario en el tratamiento posoperatorio de algún tipo de intervención y, con frecuencia, como preparación previa a la cirugía bariátrica. No obstante, desde hace un tiempo, no es infrecuente detectar casos de personas que abordan por su cuenta y riesgo estas estrategias restrictivas en extremo. Esta actitud puede ocasionar graves problemas, ya que se puede incurrir en diversos déficit nutricionales. En la actualidad, una nueva tendencia circula en Estados Unidos: el seguimiento de dietas muy bajas en calorías, combinadas con el tratamiento hormonal mediante inyecciones con gonadotropina coriónica humana o hCG (hormona típica del embarazo), con el fin de acelerar el proceso de adelgazamiento. Esta técnica arriesgada no recibe ni el reconocimiento ni el apoyo de la comunidad científica.

Dietas muy bajas en calorías (VLCD)

Las dietas muy bajas en calorías se siguen en el ámbito médico desde 1970 con el fin de inducir rápidas pérdidas de peso. La mayor parte de las recomendaciones en relación con la conveniencia de su uso, por no decir la totalidad, aluden a la necesidad de limitarlas a la práctica clínica, ya que conviene que el paciente esté monitorizado en todo momento a causa de los riesgos que comporta el abordaje de esta estrategia dietética, en especial, en los casos en que su uso se prolongue en el tiempo.

Las dietas bajas en calorías o VLCD se vinculan al ámbito hospitalario, dados los riesgos que comporta su seguimiento

En la mayor parte de las ocasiones se recurre a ellas en el tratamiento de obesidades mórbidas, con un índice de masa corporal superior a 40. De igual forma, con frecuencia, las dietas muy bajas en calorías forman parte del tratamiento posquirúrgico de determinadas intervenciones de cirugía bariátrica, en especial, cuando sean de tipo restrictivo. Su efectividad a corto plazo está contrastada y, en un breve periodo, los pacientes constatan pérdidas de peso rápidas. Sin embargo, la mayor parte de la literatura científica atribuye a las dietas muy bajas en calorías una escasa efectividad en el mantenimiento del peso perdido a medio y largo plazo.

En una revisión de 2006 realizada sobre este tema y publicada en la revista Obesity, se concluye que, pese a que la pérdida inicial a corto plazo de las dietas muy bajas en calorías es mayor que la atribuida a dietas con una menor reducción energética (las denominadas Low Calorie Diets o LCD), la durabilidad de estas pérdidas no son mayores. Además, se sugiere que el uso de sustitutos de alimentos con dietas de 1.000 a 1.500 kcal/día resulta una alternativa más eficaz y menos costosa que las dietas muy bajas en calorías, cuando se quiere perder peso.

La mayor parte de las personas que logran mantener el peso perdido no usan estrategias dietéticas muy restrictivas

En 2008, en un artículo de la misma publicación, se afirma que las grandes pérdidas de peso iniciales obtenidas por los individuos que habían seguido VLCD no se mantenían en el tiempo, en contraposición a lo sucedido con los individuos que habían recurrido a otras herramientas para adelgazar basadas en el asesoramiento. La mayor parte de las personas que mantuvieron mejor su peso después de dos años fueron quienes eligieron otro sistema distinto de las dietas muy bajas en calorías.

Dietas sin supervisión médica

Pese a la advertencia de sus riesgos, se comienza a detectar un uso importante de las dietas muy bajas en calorías alejado del ámbito clínico, de forma que algunas personas deciden seguir este tipo de tratamiento sin tener en cuenta los riesgos que comporta. En ocasiones, la oportunidad de ponerlas en práctica surge de algún profesional sanitario que proporciona los preparados nutricionales e indica al paciente su forma de administración, pero realiza su seguimiento de forma ambulatoria. Esta opción dietética se lleva a cabo a partir de sustitutos de comidas y no con alimentos como tal.

Las VLCD son caras, menos eficaces a largo plazo y comportan más riesgos que otras estrategias para adelgazar

En la mayor parte de los casos son barritas, jarabes, sopas, batidos, etc., cuyo aporte calórico es el elemento limitante y pueden comprometer la ingesta segura de distintos nutrientes. En un estudio publicado en 2006 en el Journal of Endocrinological Investigation, se compararon dos intervenciones clínicas con distintas VLCD. Una de ellas tenía una duración de tres meses, con 800 Kcal/día, y otra, de solo un mes, mucho más restrictiva, con 458 Kcal/día.

Las conclusiones pusieron de manifiesto una mejor efectividad y rentabilidad de la primera de ellas y, más importante, fue más segura: a la totalidad de participantes en el grupo de intervención de un mes y que siguieron la dieta de menos calorías se les diagnosticó astenia y dos pacientes tuvieron complicaciones graves (ataque isquémico transitorio y fibrilación auricular). A esto se añade una cuestión no poco importante: el precio. El costo total del grupo de intervención de un mes fue de 3.018 euros, frente a los 582 euros para el grupo de tres meses, a razón de 800 Kcal/día.

VLCD Y HORMONAS, MALA COMBINACIÓN

En ocasiones, el interés por adelgazar sobrepasa lo razonable. En Estados Unidos, una solución que se propuso hace ya más de 50 años vuelve a ser cada vez más popular. Consiste en la administración de gonadotropina coriónica humana o hCG y el seguimiento ambulatorio de dietas con un máximo de 500 Kcal/día. Además, la hCG la proporcionan profesionales médicos, junto con las jeringuillas necesarias para que el propio interesado se la autoadministre en la intimidad de su hogar.

La prescripción de hCG está aprobada en el tratamiento de la infertilidad y otros usos relacionados y, en Estados Unidos, los médicos pueden también prescribirla, llegado el caso, con el fin de bajar peso, aunque ésa no sea su indicación concreta. Los defensores de este método afirman que la administración de hCG en alguien que no esté embarazado surte el efecto de hacer creer al organismo que lo está y, de este modo, se quema grasa con más rapidez, a la vez que se mantiene o incluso se fomenta el crecimiento de la masa muscular.

Sin embargo, ya en 1995, un estudio de revisión publicado en el British Journal of Clinical Pharmacology resolvió la cuestión de si la dieta con hCG funcionaba o no en realidad. Para ello, realizó el análisis de 14 ensayos clínicos aleatorizados. De todos ellos, solo dos hallaron que las personas que recibieron hCG perdieron más peso y sentían menos hambre que el resto de individuos con la misma dieta de 500 calorías, que habían recibido un placebo en forma de inyecciones de solución salina. Además, en uno de estos dos estudios (frente a los otros 12 que no encontraron diferencia alguna en el adelgazamiento con el uso de la hCG frente al placebo), el autor principal tenía claros conflictos de intereses.

En respuesta a las preguntas suscitadas por la popularidad de esta “dieta”, la Administración de Alimentación y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) ha tenido que reiterar una advertencia que ya hizo por primera vez a mediados de la década de 1970 y que obliga a que en el embalaje de la hCG se haga constar de forma obligatoria que: “No se ha demostrado que (la hCG) aumente la pérdida de peso, haga más ‘atractiva’ la distribución de la grasa corporal o disminuya el hambre y el malestar de las dietas bajas en calorías”. Además, advierte de que su uso puede comportar graves efectos secundarios: incremento del riesgo de coágulos, depresión, dolores de cabeza y aumento de la sensibilidad y tamaño de los senos.

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