La alimentación es clave en el cuidado de nuestra salud. Esta idea existe desde hace siglos, aunque en las últimas décadas ha dejado de ser una intuición para convertirse en una certeza. Hoy, el 46,8 % de las mujeres, el 62,5 % de los hombres y el 28,7 % de los niños y niñas de España tienen sobrepeso u obesidad. A su vez, la hipertensión, el exceso de colesterol y la diabetes se encuentran entre los trastornos crónicos más prevalentes de nuestro país. No es un dato menor. Según advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS), estas enfermedades, junto al cáncer y las dolencias respiratorias, son responsables del 71 % de las muertes que se registran cada año en el planeta, y la mala alimentación es uno de los principales factores de riesgo.
En este escenario donde, además, la publicidad alimentaria se camufla de información nutricional y donde las dietas milagrosas comparten espacio con la superabundancia de productos ultraprocesados (tan ricos en sabor como pobres en nutrientes), el papel del dietista y del dietista-nutricionista (D-N) resulta fundamental. Y no porque sea «alguien que nos ayuda a adelgazar» o «alguien que nos pesa y nos pone a régimen», como se dice, sino porque su figura es relevante para la salud de la población. Se trata de un profesional de la salud titulado, experto en alimentación, nutrición y dietética, que puede intervenir en la alimentación de una persona (o de un grupo) desde diferentes lugares. El asesoramiento dietético es uno de ellos, pero no el único.
Dietistas-nutricionistas en Atención Primaria
La presencia de estos profesionales en distintos ámbitos, incluida la investigación, la docencia, la divulgación, la industria alimentaria o la restauración colectiva es muy importante. Pero hay un ámbito donde sus conocimientos podrían marcar una diferencia notable: en el Sistema Nacional de Salud (SNS), pasando consulta en Atención Primaria. Allí, además de hacer un seguimiento nutricional eficaz de toda la población en todas las etapas de la vida, podrían ofrecer orientaciones claras, personalizadas y, no menos importante, al alcance de toda la ciudadanía.
Sin embargo, son los grandes ausentes de este espacio. Como señala Néstor Benítez Brito, miembro de la Academia Española de Nutrición y Dietética, la Unión Europea desarrolló en 2003 la necesidad de una atención nutricional de manera obligatoria, pero, a pesar de esas directrices, «España es el único país de la Unión Europea que no cuenta con la presencia de este profesional dentro de su Sistema Nacional de Salud en la mayoría de las comunidades autónomas».
Los D-N también están ausentes de las propuestas concretas de cambio. Un ejemplo de ello es el ‘Marco Estratégico para la mejora de la Atención Primaria en España’, publicado por el Ministerio de Sanidad en 2007. Ya entonces se reseñaban unas cuantas patologías crónicas vinculadas a la alimentación como las más habituales (hipertensión, hiperlipidemia, diabetes mellitus, obesidad, los trastornos nutricionales, etc.), pero ni una sola vez a los dietistas-nutricionistas como parte de la solución. Tampoco aparecen mencionados en un texto mucho más reciente, el ‘Marco Estratégico para la Atención Primaria y Comunitaria’ de 2019. Aunque alguno de los objetivos que se recogen en él (como actualizar la cartera de servicios de Atención Primaria del Sistema Nacional de Salud) podrían darle al colectivo cierta esperanza, lo cierto es que se citan otros perfiles (psicólogos, matronas, asistentes sociales, farmacéuticos), pero no el de los expertos en nutrición.
Una reivindicación antigua
La presencia de los dietistas-nutricionistas en el Sistema Nacional de Salud es, más que un sueño, un viejo reclamo de estos profesionales. La Asociación Española de Dietistas-Nutricionistas (AEDN), por ejemplo, publicó hace diez años un documento que justifica su incorporación en los equipos multidisciplinarios de atención primaria, especializada y de salud pública, y pone de relevancia «su papel específico en la promoción, la prevención, el tratamiento y la rehabilitación de enfermedades prevalentes en España», que beneficiaría a «la salud individual y colectiva de los ciudadanos y ciudadanas».
El año pasado, el Consejo General de Colegios Oficiales de Dietistas-Nutricionistas (CGCODN) publicó un manifiesto en el que reclama la presencia de estos profesionales en el SNS, detalla los beneficios (sanitarios, pero también económicos) que ello supondría y plantea la importancia de que todas las personas (en especial, las que cuentan con menos recursos) puedan acceder a la atención de un experto en nutrición. «La realidad es que la profesión de dietista-nutricionista, a pesar de ser una profesión sanitaria regulada y titulada, está disponible, en la mayoría de ocasiones, solo en consulta privada. Sin embargo, son precisamente los grupos con menos ingresos los más proclives a tener unos hábitos alimentarios inadecuados y a desarrollar patologías crónicas«, advierte.
Tierra fértil para los bulos
La dificultad para acceder a un dietista-nutricionista o, incluso, el desconocimiento de la profesión y de sus áreas de trabajo abre la puerta a todo tipo de informaciones falsas sobre nutrición, mitos alimentarios, propuestas dietéticas milagrosas e intrusismo profesional. Y esto sucede, sobre todo, en Internet, un servicio al que sí accede el 93 % de la población española. El ‘II Estudio sobre Bulos en Salud’, publicado hace pocos días por iniciativa de Asociación de Investigadores en eSalud (AIES), es muy elocuente. Según este trabajo, dos de cada tres médicos encuestados afirma haber atendido en su consulta pacientes preocupados por algún bulo de salud durante el último año. Y la alimentación es el segundo tema sobre el que más informaciones falsas circulan.
Estos datos reafirman lo que ya mostraba la primera ‘Guía sobre los bulos en Alimentación’, publicada también en junio por el Instituto #SaludsinBulos, que exponía que más de la mitad de las noticias falsas detectadas por los médicos están relacionadas con los alimentos, como reseñamos en este artículo.
Y hay más, porque los datos que aportan los médicos se complementan con los que brindan los pacientes. Un ejemplo es la encuesta realizada por el Colegio Oficial de Dietistas-Nutricionistas de la Comunidad Valenciana (CODiNuCoVa), cuyos resultados se acaban de difundir. El documento, en el que se consulta a personas que padecen enfermedades como la diabetes, la enfermedad inflamatoria intestinal, la fibromialgia y el cáncer, revela que un 47,9 % de los pacientes valencianos recurren como primera opción a Google para resolver sus dudas sobre alimentación y nutrición. También acuden a portales web especializados y, como cuarta opción, a redes sociales y blogs donde se suelen ofrecer tratamientos nutricionales por parte de profesionales no especializados.
Intrusismo profesional
El intrusismo profesional es, de hecho, una de las grandes preocupaciones de los dietistas-nutricionistas valencianos. Datos: en 2018, el 57 % de las denuncias que recibió el CODiNuCoVa se referían a la intromisión de profesionales no especializados que ejercían su actividad a través de portales web o perfiles en redes sociales; en 2019, la cifra se ha duplicado, y tres de cada cuatro denuncias recibidas advierten sobre casos de intrusismo profesional online.
«Estamos hablando de perfiles de personas que pueden o no tener conocimiento sobre nutrición y estilo de vida saludable, pero que, sin haber cursado el Grado en Nutrición Humana y Dietética, establecen pautas dietéticas para los pacientes a cambio de una tarifa y no realizan un seguimiento personalizado durante todo el tratamiento«, señala la dietista-nutricionista Rocío Planells. «En paralelo —prosigue—, pueden alentar al consumo o compra de determinados productos de suplementación sin verdaderamente ser conscientes del resultado que pueden obtener de todo ello. Esto es mucho más grave de lo que parece puesto que la alimentación sí que influye en la calidad de vida«.
Y es que los alimentos, si bien no son medicinas, sí tienen mucho que ver en nuestro estado general de salud. La alimentación cotidiana influye en nuestro bienestar, y una adecuada elección de alimentos, sumada a otros buenos hábitos de vida (como el descanso y la actividad física), puede prevenir o retrasar la aparición de numerosas patologías crónicas que merman —y mucho— la calidad de vida de quienes las padecen. El refrán es literal: somos lo que comemos. Pero también lo que no. En esa tarea de «alfabetización nutricional», que consiste en aprender a elegir buenos alimentos y rechazar los productos comestibles menos interesantes, el conocimiento de los dietistas-nutricionistas es clave. Hoy en día, vital.